El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

Rufufú



Dirección: Mario Monicelli.
Guión: Agenore Incrocci, Furio Scarpelli, Suso Cecchi d'Amico y Mario Monicelli.
Música: Piero Umiliani.
Fotografía: Gianni Di Venanzo (B&W).
Reparto: Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Renato Salvatori, Totò, Gina Rovere, Carla Gravina, Rossana Rory, Claudia Cardinale, Memmo Carotenuto.

Cosimo (Memmo Carotenuto), un ladrón de poca monta, planea en la cárcel un robo a una oficina del Monte de Piedad. Sin embargo, el primo que tenía que sustituirlo en prisión, Peppe (Vittorio Gassman), encarcelado también, se entera de los detalles del plan de Cosimo y decide perpetrar el golpe él mismo.

Rufufú (1958) se inscribe en el período del cine italiano inmediatamente posterior al neorrealismo, del que conserva múltiples elementos, y constituye uno de los mayores éxitos de la comedia italiana. La película es una parodia muy lograda de los films de atracos, muy en boga a la sombra del éxito de la francesa Rififi (Jules Dassin, 1955).

El guión se centra en un grupo de delincuentes de poca monta que sueña con dar un gran golpe que los saque de la miseria. A pesar de plantear el golpe como algo muy sencillo, en seguida el espectador comprende que esa banda no tiene ni los medios ni la inteligencia suficiente como para sacar con éxito la empresa.

Con un tono claramente paródico, aunque sin renunciar a algunos toques más dramáticos, Monicelli, en su película más famosa, retrata con certeza unos bajos fondos sumidos en la miseria pero sin perder una mirada complaciente y amable y un toque humanista que no se permite caer en lo sensiblero. Rufufú hace un interesante repaso de las costumbres y peculiaridades de la sociedad italiana de la época, apegada a ciertas normas de decoro, honor y respetabilidad a las que, sin embargo, con fina ironía, Monicelli se dedica a ridiculizar y sabotear, como es el caso de la defensa a ultranza de la buena reputación de Carmelina (Claudia Cardinale) por parte de su hermano Michele (Tiberio Murgia), un siciliano estricto de aires mafiosos, pero tan inútil como el resto.

Además, otro de los aciertos de la película es que, a pesar de que eje central de la historia gira en torno a la preparación y ejecución del robo, éste no es en absoluto lo único importante del film, que sabe ahondar también en la vida de los ladrones, con un acertado acercamiento a sus aspiraciones, carencias y necesidades, sin cursilerías pero con absoluto respeto y un fino toque de comedia social.

Con una sobria puesta en escena, un guión muy bien trabajado y, especialmente, unos diálogos afinados e incisivos, Rufufú tiene momentos de gran nivel dentro de un tono general que nos lleva a una sonrisa casi permanente. Algunos detalles de la historia quedarían como referentes posteriores para muchas otras películas que bebieron de sus fuentes.

El reparto es, sin duda, otro de los grandes atractivos de la película. A pesar de tratarse de un film coral, es necesario destacar a Vittorio Gassman como el eje de la historia, muy bien acompañado por Totó, en un papel secundario, Marcello Mastroniani o una jovencita Claudia Cardinale como figuras más conocidas, si bien ninguno de sus colegas desentona en absoluto.

En definitiva, un film muy recomendable donde un guión bien trabajado da pie a una comedia que sigue fresca a pesar del paso de los años.

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