Dirección: John Turturro.
Guión: John Turturro.
Música: Abraham Laboriel y Bill Maxwell.
Fotografía: Marco Pontecorvo.
Reparto: John Turturro, Woody Allen, Sharon Stone, Sofía Vergara, Vanessa Paradis, Liev Schreiber, Max Casella.
Cuando la doctora Parker (Sharon Stone) le comenta a su paciente, el señor Murray (Woody Allen), que ella y una amiga desean hacer un trío, éste convence a su amigo Fioravante (JohnTurturro) para que acepte el asunto y, de paso, saquen ambos un pequeño beneficio económico.
Aprendiz de gigoló (2013) puede llevar a cierta confusión por la presencia de Woody Allen en el reparto, ya que el actor suele dirigir también sus películas. Además, el tono inicial, la música... son elementos que refuerzan el efecto. Sin embargo, en esta ocasión el guionista y director es John Turturro y esta circunstancia se refleja en el resultado final; no para peor necesariamente, dependerá de los gustos, sino diferente a un film de Woody Allen.
La verdad es que las similitudes de Aprendiz de gigoló con la obra de Allen son muy notables. A parte de las arriba mencionadas, estamos en Nueva York y en medio de la comunidad judía, con lo que volvemos a encontrarnos de lleno con la influencia de la religión en la vida de los protagonistas, tan recurrente en Allen. Se podría llegar a pensar que quizá Woody Allen hubiera aportado alguna idea, en especial en lo concerniente a su personaje.
Y también estamos ante una comedia, aunque aquí sí que las diferencias con la obra de Woody Allen son más evidentes. Y es que Turturro opta por un estilo más contenido, se prodiga menos con los chistes y juegos de palabras (que quedan circunscritos al personaje interpretado por Allen) y la historia se va haciendo más seria, más profunda con el paso del tiempo, culminando con el romance de Fioravante con Avigal (Vanessa Paradis), la viuda judía. Pero incluso aquí, en el desenlace, por ejemplo, se nota el buen hacer de Turturro en el guión, con una precisión total que evita un desenlace trillado y nos brinda una escena muy lograda, donde somos nosotros los que deberemos sacar las interpretaciones y conclusiones oportunas.
Quizá lo más característico del film sea la delicadeza con que Turturro afronta un tema tan delicado como el de la prostitución masculina, que nunca se presenta de manera vulgar y que hasta logra envolver de un aura de cierta belleza, casi como un servicio terapéutico. Y esa delicadeza está presente en todo: las hermosas canciones que jalonan la historia; la cuidada fotografía, preciosa sin resultar artificial; los decorados, elegantes, refinados; e incluso los movimientos de la cámara, con una estudiada y decidida intención. Comprendemos que nada se ha dejado al azar y que el director se ha esmerado en cada plano, no dejando nada suelto, nada improvisado.
Pero la elegancia de Turturro, su buen gusto, también se traslada a la historia, que transcurre sin estridencias, de manera pausada, con tiempo para que podamos admirar cada plano, las miradas, los diálogos, cargados de sentido, precisos. Es todo un trabajo de alguien que desea crear algo hermoso, que nos ayude a reflexionar, que nos emocione desde cierto calculado distanciamiento, lejos de la manipulación grosera de los sentimientos. Diría que la labor del director se concentra en crear bocetos, nada definitivo ni rotundo, y será el espectador el que deba ir completando el dibujo. Esto, por ejemplo, explicaría la falta de profundidad de los personajes, que terminan por resultar algo superficiales. Eché en falta un poco más de definición en los mismos, lo que hubiera ayudado sin duda al desarrollo de la historia.
Puede que este posicionamiento, para algunos, deje como resultado un film sin mucho nervio, pero a cambio tiene otras muchas virtudes que nos harán deleitarnos con una historia sencilla, casi improbable, pero donde todo funciona desde la sencillez, el buen gusto y la elegancia.
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