El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 2 de marzo de 2022

La condesa de Hong Kong



Dirección: Charles Chaplin.

Guión: Charles Chaplin.

Música: Charles Chaplin.

Fotografía: Arthur Ibbetson. 

Reparto: Marlon Brando, Sophia Loren, Sydney Chaplin, Tippi Hedren, Patrick Cargill, Margaret Rutherford, Oliver Johnston, Michael Medwin, John Paul, Geraldine Chaplin, Charles Chaplin.

Natasha (Sophia Loren), una joven que se gana la vida en salones de baile en Hong Kong, ve la oportunidad de cambiar de vida cuando conoce a Ogden Mears (Marlon Brando), un diplomático norteamericano, y se cuela de polizón en su camarote con la idea de emigrar a los Estados Unidos.

El gran Charles Chaplin se despidió de la dirección con La condesa de Hong Kong (1967), una película ciertamente menor en la filmografía de este genio. Sin embargo, Chaplin estaba orgulloso de ella, considerándola la mejor de su última etapa. Tal vez se debiera a que la historia está inspirada en una mujer que conoció el propio Chaplin en Francia y que, como la Natasha del film, no tenía pasaporte. El director pensó en hacer una película en los años treinta, pero el proyecto no salió adelante entonces. Finalmente, Chaplin pudo realizar la película, su despedida como director y también su última aparición en la pantalla.

La condesa de Hong Kong transcurre casi por completo, en su primera parte, en dos habitaciones del camarote de un barco y se apoya en los dos protagonistas principales. Ello, como se puede adivinar, limita demasiado sus posibilidades cómicas. En realidad, esta parte de la historia no depara ningún momento especialmente brillante, ya que la fuente de comicidad se apoya en la repetición de los sobresaltos de Natasha y Ogden ante las visitas de camareros o ayudantes del diplomático y los intentos de que Natasha permanezca oculta.

En el tramo final, afortunadamente aparecen otros personajes, como la esposa de Ogden (Tippi Hedren), y escenarios y es cuando la historia gana en ritmo y en intensidad. Es también cuando se desvela el enamoramiento de Ogden y Natasha y, aunque su relación tampoco está muy bien desarrollada, al menos da lugar a algunos instantes emocionantes ante la posibilidad de la separación  de los amantes.

Siendo una obra de Chaplin, uno sin duda esperaría más, pero hemos de tener en cuenta que cuando se rodó la película el director tenía más de 75 años y se comprende que no pudiera estar en la plenitud de sus capacidades. Pero es evidente que el argumento carece de chispa y se limita a poner en pie un conjunto de situaciones poco divertidas, algunas de las cuales incluso rozan lo ridículo, como la escena en que el mayordomo Hudson (Patrick Cagill) se acuesta al revés y se da la vuelta bajo las sábanas. 

Quizá, además de la autoría de Charles Chaplin, lo más interesante de La condesa de Hong Kong es la pareja protagonista: Marlon Brando y Sophia Loren. Sin embargo, ninguno de los dos está especialmente brillante. Brando parece actuar sin ganas y es una pena, pues lo considero uno de los mejores actores de la historia del cine. Sophia Loren, con un papel menos antipático que el de Brando y con más matices, tiene algunos momentos más logrados. Sin embargo, lo que me chocaba un tanto es su aspecto de señorona, debido a la moda de aquella época y que la hacía mucho menos atractiva, al menos con los gustos actuales, de lo que se pretendía en la película.

Lo que sí me gustó es la banda sonora, compuesta por el propio director y que me resultó exquisita. En este punto Charles Chaplin parece que no había perdido su creatividad.

Pero hemos de reconocer que La condesa de Hong Kong es una película un tanto desangelada: sin chispa, sin momentos brillantes, pecando de repetitiva y ciertamente anticuada. Si se tratara de la obra de otro director, pasaría bastante desapercibida. Al ser de Charles Chaplin, uno se siente más indulgente, pues, queramos o no, es parte de la obra del mayor cómico de la historia del cine.

Como curiosidad, señalar el importante número de miembros de la familia de Chaplin que aparecen en la película. Su hijo Sydney es el único que tiene un papel destacado, pero podemos ver brevemente a Geraldine y a dos hijas más del cineasta: Josephine y Victoria.

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