Dirección: Alexander Mackendrick.
Guión: Roger MacDougall, John Dighton y Alexander Mackendrick.
Música: Benjamin Frankel.
Fotografía: Douglas Slocombe (B&W).
Reparto: Alec Guinness, Joan Greenwood, Cecil Parker, Michael Gough, Ernest Thesiger, Vida Hope, Howard Marion Crawford, Miles Malleson, Henry Mollison, Patric Doonan, Duncan Lamont.
Sidney Stratton (Alec Guinness) es un químico que está obsesionado con la idea de inventar un nuevo tejido irrompible y que no se manche.
Otra comedia más de la fructífera productora Ealing Studios y que, en la línea de sus películas, esconde más de lo que aparenta bajo su tono ligero.
El hombre vestido de blanco (1951) plantea un interesante problema: un invento en apariencia revolucionario y beneficioso es, en realidad, un peligro para la economía mundial. Sidney logra crear una fibra irrompible, duradera y resistente a las manchas que parece la solución perfecta para todo el mundo: no habrá que gastar dinero constantemente en renovar el vestuario ni habrá que lavar la ropa. Parece que por fin se democratiza el tema de la vestimenta. Pero el invento esconde un reverso terrible: será la ruina de las fábricas, pues su producción se reduciría drásticamente. Por ello, los industriales intentarán sobornar a Sidney para que les venda su invento y puedan destruirlo.
Pero no acaban ahí los problemas del inventor. Creyendo que las clases obreras y humildes apoyarán su invento, no comprende que también será la ruina para ellos: con menos fábricas y menos producción, no habrá trabajo para los obreros textiles; si las nuevas prendas no se manchan, no habrá necesidad de lavanderas. Por lo tanto, los obreros también se opondrán al descubrimiento de Sidney.
¿Y que hace el inventor ante todo esto? Luchar contra todos para salvar su invento. Y es que Sidney no es en realidad el joven idealista e inocente que pudiéramos creer. Más bien es una especie de fanático, cegado por su ambición. No busca el dinero, pero es incapaz de ver las consecuencias negativas de su invento y está dispuesto a enfrentarse a todos con tal de salirse con la suya. Solamente al final parece tener un momento de lucidez y comprender las graves consecuencias de dar a conocer su descubrimiento. Es una imagen que, unida a la de Sidney con su escudo y trozo de madera a modo de espada, nos podría recordar la figura del Quijote, también con la razón nublada por grandes ideales que, en realidad, chocan abiertamente contra el sentido común.
Se podría también interpretar El hombre vestido de blanco como una advertencia contra los peligros de una ciencia ensimismada en sus logros y ciega a las repercusiones prácticas de sus avances. En este caso, el sistema se alimenta de la necesidad constante de producir, si cortamos la cadena se produciría el colapso. Mientras se dependa de un sistema basado en la producción y el consumo, algunos inventos en apariencia beneficiosos serían devastadores en la práctica.
Este tema de la ciencia y sus peligros se abordó con frecuencia en la ciencia ficción, pero es más difícil encontrarlo en la comedia, de ahí la novedad y originalidad de esta película.
Alec Guinness, un habitual de las comedias de Ealing Studios, encarna con su habitual maestría al fanático inventor. Con una expresividad única, crea un personaje a la vez tierno y explosivo, inteligente y obsesivo. Todo un regalo disfrutar de su presencia.
Estamos ante una comedia original, aguda e inteligente, otra muestra de la creatividad de Ealing Studios en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en los que se fraguó la reputación de la productora en el terreno de la comedia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario