El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de agosto de 2022

Emma.



Dirección: Autumn de Wilde.

Guión: Eleanor Catton (Novela: Jane Austen).

Música: Isobel Waller-Bridge y David Schweitzer.

Fotografía: Christopher Blauvelt.

Reparto: Anya Taylor-Joy, Johnny Flynn, Josh O'Connor, Callum Turner, Mia Goth, Miranda Hart, Bill Nighy, Rupert Graves, Gemma Whelan, Amber Anderson, Tanya Reynolds, Connor Swindells.

Emma Woodhouse (Anya Taylor-Joy), joven, rica y despreocupada, es feliz arreglando matrimonios entre sus conocidos. Pero un día descubrirá que sus propósitos no siempre son acertados.

Lo primero que sorprende de Emma (2020) es su exquisita puesta en escena. A veces, algunas películas lo basan todo en la estética pero sin profundidad y el resultado suelen ser obras vacías y con un aire de pedantería bastante insufrible. Emma es el ejemplo de que es posible una composición maravillosa sin caer en ese error.

Pocas veces he podido disfrutar de una ambientación tan detallada y con un gusto tan excelente. El vestuario, la elección de los paisajes, el juego con las luces, las maravillosas mansiones, la música y, sobre todo, una fotografía realmente sobresaliente convierten a esta película en un regalo para la vista y el oído. 

Sin embargo, todo eso no serviría de nada sin un contenido acorde con esa cuidada presentación. Y he de confesar que el arranque de la película me resultó decepcionante. Especialmente por cierta tendencia de las comedias en retratar personajes que rozan el ridículo como manera de buscar la comicidad. Me parece un recurso torpe e innecesario. Por ello, la primera parte de Emma me resultaba superficial y nada interesante.

Afortunadamente, Autumn de Wilde tuvo la suficiente sensibilidad para ir cambiando progresivamente ese tono superficial en un relato mucho más profundo que iba subiendo de nivel hasta rozar la excelencia en algunas escenas realmente maravillosas. Lo fascinante es que la directora, con un buen gusto excelente, fue capaz de transformar a sus personajes un tanto vacíos del comienzo en verdaderas personas profundas, llenas de sentimientos y que se manifiestan con una delicadeza preciosa. Autumn de Wilde es capaz de revelar los pensamientos y los sentimientos de los protagonistas con un mínimo de recursos, de manera absolutamente precisa, hasta lograr conmovernos certeramente, pero siempre con elegancia, buen gusto y mucha sensibilidad. 

Pero no todo el mérito es de la directora. Una gran parte de la eficacia de Emma reside en la maravillosa Anya Taylor-Joy, a la que descubro con asombro en esta ocasión. Anya tiene una expresividad casi mágica, capaz de comunicar cualquier sentimiento con el solo movimiento de sus vívidos ojos. Es una delicia recrearse en sus miradas o sus gestos; hasta sus lágrimas tienen la fuerza de una tormenta. Su trabajo es sencillamente genial. Pero no quiero dejar de mencionar a Mia Goth, impresionante también en su interpretación de la apocada Harriet. La parte masculina, con cumplir de sobras, creo que carece del encanto y la fascinación que produce ver a Anya, pero es que resulta imposible brillar a tal altura.

A parte de las historias románticas que envuelven a Emma, la película nos da una visión de la sociedad del siglo XIX, con sus estrictas normas sociales, su rígida jerarquía de clases y su hipocresía. Sin embargo, lo fundamental es el juego amoroso de los protagonistas, con sus aspiraciones, manejos y desengaños que dejan de ser meros juegos de salón en manos de la sensibilidad de Autumn de Wilde, que dota a la historia de vida y de emoción de manera tan sencilla como eficaz.

La novela de Jane Austen en que se basa la cinta ha sido llevada varias veces al cine, incluso ha dado lugar a series de televisión. Las versiones precedentes han sido: Emma (Michael Barry, 1948), una versión para la televisión de la BBC; Ni idea (Amy Heckerling, 1995), con la originalidad de llevar la acción al siglo XX; Emma (Diarmuid Lawrence, 1996), otra versión para la televisión con un toque más serio; Emma (Douglas McGrath, 1996) con Gwyneth Paltrow y Aisha (Rajshree Ojha, 2010), versión india con su toque musical.

Sin duda, esta versión es sobre todo exquisitamente elegante y con una sensibilidad y delicadeza maravillosas para expresar los sentimientos de los protagonistas y crear así un relato tan hermoso como conmovedor. Notable.

jueves, 11 de agosto de 2022

Su pequeña aventura



Dirección: Norman Jewison.

Guión: Carl Reiner.

Música: Frank De Vol.

Fotografía: Russell Metty.

Reparto: Doris Day, James Garner, Arlene Francis, Edward Andrews, Reginald Owen, ZaSu Pitts, Elliot Reid, Alice Pearce.

Por una casualidad, a la señora Berberly Boyer (Doris Day) le surge la posibilidad de anunciar en televisión un jabón. Lo que empieza siendo algo ocasional termina por convertirse en una ocupación que le acapara cada vez más tiempo, causando serios problemas en su matrimonio. 

El principal problema de Su pequeña aventura (1963) es el año de realización. Diez o veinte años antes, estaríamos ante una comedia moderna, aunque con desenlace convencional, pero en 1963 resulta un tanto desubicada.

La película plantea la tradicional guerra de sexos, en esta ocasión motivada por el trabajo de la señora Boyer, que la lleva a desatender sus obligaciones como esposa y madre. Si este planteamiento funcionaba correctamente en el caso de La mujer del año (George Stevens, 1942), por ejemplo, donde, además de oportuno, el planteamiento era novedoso y transgresor, en Su pequeña aventura pierde estas dos características. No resulta muy comprensible que en la Norteamérica de los sesenta aún se ande a vueltas con este problema. Sí que podría entenderse en la España de la época, atrasada aún en lo social y económico y atada a los viejos preceptos y costumbres tan reciamente defendidos por la religión.

Además, las excusas para demostrar los inconvenientes de que la señora Boyer trabaje fuera de casa resultan un tanto forzadas, con lo que se adivina el planteamiento conservador del guión y, como consecuencia, el desenlace resulta fácilmente previsible.

Pero, aún dejando de lado la implicaciones un tanto medievales del planteamiento, como el propio guión reconoce abiertamente al calificar así la conducta del doctor Boyer (James Garner) al oponerse al trabajo de su esposa, hemos de reconocer que la comedia en sí tampoco es demasiado brillante. Se mueve dentro de un tono ligero, pero sin demasiada inspiración, y algunos momentos que podrían dar pie a situaciones divertidas se "telegrafían" con tanta claridad que, llegado el momento, ya no nos causan sorpresa, perdiendo así gran parte del efecto esperado.  

Se suele criticar abiertamente a Doris Day como actriz. Creo que las críticas podrían centrarse en el tipo de papeles que solía encarnar, pero personalmente, como actriz, me parece bastante convincente y con un innegable atractivo, si bien en unos registros hoy en día pasados de moda. James Garner, sin embargo, me resulta mucho menos natural y, en consecuencia, su trabajo es menos vivaz, está algo encorsetado. Tal vez por eso la pareja protagonista no resulte especialmente cautivadora, lo que perjudica también el impacto de la película. En cambio, Arlene Francis me pareció estupenda, lástima que su presencia sea muy anecdótica.

El director realiza su cometido de manera adecuada, aunque el convencionalismo que impregna la cinta se puede aplicar también a su dirección, rutinaria aunque correcta. El ritmo se mantiene a buen nivel y el desarrollo de la comedia es ágil, salvo pequeños momentos en que parece que se pierde algo de velocidad, pero creo que es debido más a problemas del guión, que se detiene en algunos detalles, ralentizando el desarrollo de ciertas secuencias.

En general, Su pequeña aventura viene a reforzar la idea de que la comedia, en aquellos años, había perdido la fuerza y el ingenio de su época dorada, cuando Capra, Lubitsch o Cukor nos brindaron sus grandes joyas arropadas con actores de la talla de James Stewart, Katharine Hepburn o Cary Grant. Estamos pues ante un film menor, de cuidada factura, es verdad, pero demasiado convencional y sin demasiada gracia y que además nació ya envejecido.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Rififí



Dirección: Jules Dassin.

Guión: Jules Dassin, René Wheeler y Auguste Le Breton (Novela: Auguste Le Breton).

Música: Georges Auric. 

Fotografia: Philippe Agostini (B&W).

Reparto: Jean Servais, Carl Möhner, Robert Manuel, Jules Dassin, Magali Noël, Pierre Grasset, Robert Hossein, Janine Darcey, Marie Sabouret, Claude Sylvain.

Tras cumplir cinco años de condena, Tony "El Stéphanois" (Jean Servais) se reúne con su antiguo compinche Juan (Carl Möhner), que le propone dar un golpe fácil. Tony lo rechaza en principio, pero al ver a su antigua novia, Mado (Marie Sabouret), que vive con lujos al lado de un gángster, decide participar en el robo, pero con un plan más ambicioso.

Rififí (1955) se ha ganado un hueco en la historia del cine negro como una de las películas que mejor escenifica un robo en el cine. Sin artificios, Jules Dassin construye una película sin fisuras que logra una tensión constante y asfixiante a lo largo de toda la cinta.

Desde el comienzo mismo, Rififí nos mete de lleno en los bajos fondos y lo hace sin medias tintas: no hay nada bueno en ese ambiente, nadie regala nada y la violencia está a un paso de brotar con cualquier excusa. Solo la amistad entre Tony y Juan ofrece cierta nobleza a un ambiente sórdido y gris donde las circunstancias labran a la gente sin compasión. El mismo Tony, traicionado por su amante Mado, no duda en golpearla brutalmente, incapaz de perdonarla ni de pasar página.

Jules Dassin aborda la historia casi con un enfoque documental. No busca el lucimiento, sino simplemente contar la historia de la planificación y ejecución del robo de la manera más realista posible. Así, dedica buena parte del metraje a la planificación, con el estudio de las rutinas de los comerciantes, repartidores, servicio de correos o la policía en la calle de la joyería que van a saquear. 

Sin embargo, donde se logra la mayor efectividad es en la secuencia del robo, a la que Dassin dedica más de treinta minutos recreando al detalle todo el trabajo de los ladrones para perpetrar el robo. Lo más destacado es que es una secuencia que transcurre en silencio: no hay música ni diálogos, decisión muy afortunada que mantiene la concentración total en el robo. La maestría de Jules Dassin, manteniendo el interés y la tensión a base de primeros planos de los trabajos y las caras sudorosas de los ladrones, es ejemplar por su sencillez y su eficacia, creando el que posiblemente es el robo mejor filmado de la historia del cine.

Dentro de los parámetros del género, una vez perpetrado el robo con éxito, el destino de los ladrones se adivina trágico, como marcados por un destino implacable. A partir de un ligero desliz, los acontecimientos se irán hilvanando de tal manera que nadie estará a salvo. Y de nuevo, Dassin se centra en lo básico, sin nada que le desvíe de lo fundamental, sin que permita un momento de relajación. La parte final de Rififí es de una tensión agobiante que no para de crecer. Comprobamos la implacable justicia del mundo del hampa, donde ciertos actos no se perdonan y las consecuencias son inmediatas, como demuestra Tony ejecutando a César (Jules Dassin) al provocar con su irresponsabilidad la muerte de su compinche Mario (Robert Manuel) y su mujer (Claude Sylvain).

Como vemos, el héroe, Tony, no está revestido de ninguna virtud que lo haga más simpático a ojos del espectador. Es un tipo duro, amargado hasta cierto punto, que no duda en ejecutar su peculiar justicia cuando las circunstancias lo requieren. Nada hay en Rififí de ejemplarizante, de edificador, porque la realidad del mundillo de la delincuencia es implacable y sórdida y así lo refleja Jules Dassin, sin adornos ni paños calientes.

Los actores están soberbios, en especial Jean Servais, sobrio, duro, seco, impertérrito. Su trabajo, desprovisto de cualquier artificio, es sencillamente maravilloso, con una dosis de realismo fascinante. Pero el resto del reparto mantiene también un tono excelente. En todo momento nos olvidamos de que estamos ante una ficción y ese es el mayor elogio que se puede hacer a un actor.

Rififí es un magnífico ejemplo de precisión, sencillez y eficacia. Parece claro que bebe de las fuentes del neorrealismo italiano y, en esa línea, todo es directo, claro, rotundo. La mejor película del director es un clásico del cine de robos, un ejemplo y un modelo.

lunes, 1 de agosto de 2022

La escalera de caracol



Dirección: Robert Siodmak. 

Guión: Mel Dinelli (Novela: Ethel Lina White).

Música: Roy Webb.

Fotografía: Nicholas Musuraca (B&W).

Reparto: Dorothy McGuire, George Brent, Ethel Barrymore, Kent Smith, Rhonda Fleming, Gordon Oliver, Elsa Lanchester, Sara Allgood, Rhys Williams, James Bell.

En un pequeño pueblo han sido asesinadas tres mujeres con alguna discapacidad, por lo que la familia Warren se empieza a preocupar por la joven Helen (Dorothy McGuire), su criada muda.

La escalera de caracol (1946) es un thriller bastante curioso que gira en torno a un asesino en serie, sin embargo su tratamiento parece ir en contra de lo que sería lógico y no se potencia la intriga especialmente, sino que durante buena parte del metraje el interés se centra en los personajes que viven en la mansión de la familia Warren y sus complicadas relaciones personales.

Por lo tanto, no encontramos el desarrollo tan característico de esta tipo de intrigas, donde suelen abundar las pistas falsas y los momentos de tensión que suelen ser meros amagos para asustar al espectador y mantenerlo en tensión constantemente. En su lugar, vemos cómo el joven doctor Parry (Ken Smith) intenta ayudar a Helen a superar su mudez, fruto de un trauma en su infancia. También asistimos a la tensión reinante entre los hermanastros Steve (Gordon Oliver) y el Profesor Warren (George Brent), enfrentados por su carácter tan dispar. O comprobamos el extraño temperamento de la señora Warren (Ethel Barrymore), postrada en la cama y obsesionada con que Helen abandone de inmediato la casa.

Parece, durante muchos minutos, que asistimos más bien a un drama familiar y el tema del asesino de mujeres queda relegado a un segundo plano. Solamente al final, ante la necesidad de resolver la intriga, volvemos de lleno al asesino. Entonces, comprobamos que la intriga en realidad no era demasiado novedosa y su resolución tampoco es especialmente brillante y agradecemos el enfoque de la historia, quizá el más acertado. Es frecuente que este tipo de argumentos se limiten a un planteamiento demasiado centrado en la intriga y deban rellenar el metraje con amagos y trucos muchas veces poco afortunados. En cambio en La escalera de caracol se construye todo un envoltorio para el tema principal de manera que contamos con muchos más elementos, con la sensación de una historia densa, compleja, más realista.

En lugar de jugar con los espectadores, Robert Siodmak se limita a crear un ambiente un tanto opresivo con los conflictos que surgen en la casa de la familia Warren, pero también aprovechando las posibilidades plásticas de la propia mansión para potenciar el misterio con las escaleras y pasillos en penumbra, la tormenta fuera, puertas y ventanas abiertas, la débil luz de las velas... Un ejercicio que resuelve con acierto apoyado en la fotografía de Nicholas Musuraca, donde el blanco y negro resulta mucho más eficaz que el color. Se pueden encontrar paralelismos evidentes con el expresionismo alemán de principios del siglo XX, en especial con el detalle del primer plano del ojo del asesino, que parece introducirnos de lleno en su mente enferma. El origen alemán del director sin duda tiene mucho que ver con este detalle.

Buen trabajo de Dorothy McGuire y la siempre brillante Elsa Lanchester, aunque la que se lleva el premio es Ethel Barrymore, que acrecienta la impecable reputación de esa familia de actores con un trabajo inquietante y poderoso. Sin embargo, el elenco masculino no logra estar a la misma altura, con un trabajo que queda lejos del de las tres actrices mencionadas.

En definitiva, no es un film memorable, lastrado quizá por el reparto masculino, pero el director logra crear una historia compleja, muy bien ambientada, y que nos deja una sensación de un trabajo modesto pero bien hecho.