El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 28 de mayo de 2012

Perros de paja



Dirección: Sam Peckinpah.
Guión: David Zelag Goodman & Sam Peckinpah (Novela: Gordon M. Williams).
Música: Jerry Fielding.
Fotografía: John Coquillon.
Reparto: Dustin Hoffman, Susan George, David Warner, Peter Vaughan, T.P. McKenna, Del Henney, Sally Thomsett, Peter Arne, Colin Welland, Donald Webster, Jim Norton, Ken Hutchison, Len Jones.

Que Sam Peckinpah se caracteriza por la violencia que reina en la mayoría de sus películas, pareciendo a veces que incluso se recrea en y con ella, es algo evidente. Pero que Perros de paja (1971) sea su film más visceral puede que no sea tan conocido. Y no sólo es violenta en sus entrañas, sino que yo la situaría como su obra maestra.

Aprovechando una beca que la han concedido, David Sumner (Dustin Hoffman), un matemático norteamericano, se instala con su esposa Amy (Susan George) en el pequeño pueblo de ésta en Gran Bretaña con la intención de escribir un libro. Mientras David, tímido y apocado, se dedica a su trabajo, Amy, que se siente cada vez más sola, atrae la atención de los obreros que están arreglándoles el garaje.

Perros de paja se basa en la novela de Gordon M. Williams El asedio a la granja Trencher, si bien Peckinpah moldeó el argumento hasta dejarlo enteramente a su gusto. Y la verdad es que el film provocó un más que justificado revuelo en su momento por una historia en la que la violencia y el sexo van de la mano y se muestran con una crudeza muy pocas veces vista hasta entonces. Peckinpah fue criticado por las feministas, que lo tacharon de misógino; pero también gran parte de los debates estuvieron motivados por la tremenda violencia del film así como por el ambiguo papel de Amy. Precisamente, en esa ambigüedad reside gran parte de la fascinación que siento por esta película.

El planteamiento de Sam Peckinpah parece bastante elemental: el hombre, como animal que es, conserva dentro de sí ciertos instintos, como el de supervivencia, que en determinadas circunstancias saldrán a la superficie con toda su fuerza. Pero para mí no se trata de justificar la violencia. Creo que todos nos sentimos más de acuerdo con la actitud de David, racional y sensata, que con la de los lugareños. Se trata simplemente de mostrar una situación límite; de demostrar que cualquiera, hasta el más débil, puede ser capaz de actos atroces para defender su vida o la de su familia. El ser humano es así y debe serlo para sobrevivir, como cualquier otra especie.

David es un científico, un hombre culto y ciertamente apocado y cobarde que destaca extrañamente entre los habitantes del pequeño pueblo inglés, hombres rudos e incultos para los que David es sencillamente un pelele. De ahí que se sientan envalentonados ante él y miren descaradamente a su mujer, que parece sentirse de alguna manera halagada ante el deseo que provoca. David no es capaz de enfrentarse a una situación que parece reclamar una respuesta más contundente de su parte. Y Amy comienza a perderle el respeto, a la vez que se diría que comprende mejor y hasta valora más el comportamiento primitivo de los habitantes del lugar. Y en éste punto es donde llegamos a la actitud un tanto equívoca de Amy y de donde nacen los debates y las dudas sobre su papel. ¿Puede pensarse que Amy provoca a los hombres conscientemente?, ¿es por ello responsable de la violación? y, durante la misma ¿disfruta de esa situación, al menos con Charlie Venner (Del Henney)? Evidentemente, los responsables de la violación no son otros que los violadores, ¡faltaría más!, pero sí que es verdad que Peckinpah se muestra en todo momento muy ambiguo con el personaje de Amy, llegando incluso a hacer que se ponga de parte de los asaltantes de la casa en un determinado momento, queriendo dejar solo a su esposo. Y esta ambigüedad es el alma de la historia, lo que le da un punto de incertidumbre, de duda, incluso a veces de juego a la película, como cuando David acusa a Amy de comportarse como una niña, lo que la convierte en apasionante y no nos permite en ningún momento poder tener certeza alguna sobre Amy, haciendo que incluso tengamos dudas sobre si va a salvar a su marido disparando contra su agresor.

Y el otro pilar fundamental de Perros de paja es la violencia que se respira desde el mismo comienzo del film, donde Peckinpah nos muestra una escena de unos niños jugando que nos recuerda inevitablemente a Grupo salvaje (1969), aunque mucho menos cruel. Sam Peckinpah consigue algo realmente complicado, como es crear un clima tremendamente opresivo, donde cada mirada y cada palabra están rebosantes de una violencia cruda, sin matices, una violencia presente en todo momento, incluso en conversaciones aparentemente inocentes, como la de David con el párroco del lugar. La tensión que corre por toda la historia es física, es real, y siempre sin mostrarla de un modo abierto, sino con constantes amenazas, amagos, destellos. Hasta que comienza a concentrarse, en especial, en la escena de la violación, que me parece un prodigio de eficacia a la hora de abordar un momento clave, concentrando la emoción en las miradas y el rostro de Amy, y va tomando forma hasta golpearnos con fuerza en el tramo final de la película. Aquí el director nos deslumbra con una puesta en escena perfecta, a base de contrapicados, primeros planos, movimientos de cámara, el contraste de las luces y las sombras, la presencia de la niebla... Pocas veces he sentido con más fuerza el estallido de la violencia como en esta película.

Y también desde el principio nos desvela el director el otro pilar del drama: el sexo. El primer plano del jersey de Amy, donde se adivina que no lleva sujetador, es la primera llamada de atención, clara y rotunda. Al instinto de supervivencia frente al peligro, Peckinpah añade el deseo más primitivo. Porque el sexo en este film es primario, brutal, sin romanticismo y es lo que está en la base de todos los conflictos que se plantean. Porque, finalmente, Perros de paja es un análisis llevado al extremo de las pasiones más primarias del ser humano que, desprovisto del caparazón de la cultura, la educación o la razón, termina comportándose del modo más primitivo.

Pero es que Perros de paja,  por si todo ésto no fuera ya bastante, es también mucho más. Por ejemplo, David acoge en su casa a Henry Niles (David Warner) y lo defiende contra los atacantes sin que nadie sepa, sólo el espectador, que en realidad Henry ha matado a la joven Janice (Sally Thomsett). Y es que en verdad ese detalle carece de importancia. De lo que se trata es de ver hasta donde es capaz de llegar David en defensa de sus convicciones y de su casa, por lo que todo lo demás no debe interferir, de ahí que se deje a los protagonistas en la ignoracia de ese detalle. Del mismo modo que tampoco sabe David que su mujer ha sido violada por dos de los individuos que asaltan su casa. Eso daría otra justificación a su comportamiento. Y no se trata de un comportamiento motivado por el deseo de venganza, se trata de supervivencia.

Pero la película cuenta con más detalles desconcertantes, con giros un tanto inesperados que alimentan la indefinición, las dudas acerca de los personajes. Así, durante el asalto a la casa, Charlie se pone de parte de Amy cuando su amigo plantea violarla de nuevo. Lo que nos lleva a pensar en un posible interés sincero de Charlie hacia Amy, que se queda sobrecogida con su muerte, como si hubiese deseado que su marido no lo hubiera vencido.

Y además, tenemos un final abierto a cualquier especulación por nuestra parte. Cada uno, en función de sus sentimientos, le dará el desenlace que prefiera. La frase de David reconociendo que él tampoco conoce el camino a su casa me parece un broche de oro perfecto a un film intenso y complejo, y maravilloso.

Y en cuanto al reparto, este es otro de los grandes aciertos de Peckinpah. Dustin Hoffman es perfecto para encarnar a David. Su fragilidad, su debilidad física, su mirada tímida, su falta de determinación... creo que es el actor ideal para ese papel. Y Susan George me pareció perfecta también: es hermosa, tiene un rostro un tanto infantíl y, a la vez, resulta tremendamente atractiva. Sabe jugar perfectamente ese rol indeterminado, donde nunca llegamos a saber del todo sus motivaciones o sus lealtades. En cuanto a los secundarios, ni un pero. Peter Vaughan, como el irascible y salvaje Tom Hedden, el padre de Janice, que desatará la violencia liderando el asalto a la casa, está impresionante; así como Del Henney, la jovencita Sally Thomsett (más conocida después por su papel en la serie de televisión Un hombre en casa) o el siempre eficaz David Warner, colaborador en varios films del director.

Perros de paja es, en definitiva, una verdadera maravilla que hay que ver sin ninguna excusa. Es cierto que no es un film para todos los públicos, pero creo que es de las películas más redondas de un director tan apasionante como visceral, un cineasta que nunca dejará indiferente a nadie, y menos con esta gran película.

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