El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Maridos y mujeres



Dirección: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Fotografía: Carlo Di Palma.
Reparto: Woody Allen, Mia Farrow, Sydney Pollack, Juliette Lewis, Judy Davis, Blythe Danner, Liam Neeson, Lysette Anthony, Ron Rifkin, Blythe Danner.

Jack (Sydney Pollack) y Sally (Judy Davis) sorprenden a Gabe (Woody Allen) y a Judy (Mia Farrow), dos de sus mejores amigos, anunciándoles su intención de separarse. Esta noticia hace que Gabe y Judy empiecen a plantearse si su matrimonio se basa en una relación realmente sólida. Mientras Jack y Sally tratan de rehacer sus vidas al lado de otras personas, Gabe comienza a flirtear con una de sus alumnas de la universidad (Juliette Lewis), y Judy empieza a sentirse atraída por el nuevo compañero de trabajo (Liam Neeson).

Maridos y mujeres (1992), para los habituales seguidores de Woody Allen, vuelve a reincidir en uno de los temas predilectos del director: las relaciones de pareja, que se convierte en el único argumento del film. En esta ocasión, tanto la religión como la muerte se quedan en el tintero. Como también deja un tanto de lado el tono ligero y las pinceladas de humor para hacer de Maridos y mujeres un film más serio de lo normal.

No se si es esa ausencia del genial humor de Allen o que se trata un poco más de lo mismo, el caso es que Maridos y mujeres no es de las películas más logradas del director. Para empezar, los nerviosos movimientos de la cámara con que arranca la película, quizá con la intención de darle un aire más informal a la puesta en escena, me resultaron algo mareantes y, en el fondo, distraían la atención de lo verdaderamente importante. Entre ángulos forzados y movimientos, el caso es que no me sentí a gusto durante los primeros minutos de la película.

Afortunadamente, poco a poco el director va conteniendo los movimientos y logra un mejor equilibrio entre forma y contenido, lo que mejora el disfrute y seguimiento del argumento de la cinta.

Y el argumento, como decía anteriormente, se centra por completo en analizar las complicadas relaciones de pareja, en especial de parejas ya con unos años de convivencia juntos que empiezan a sentir el peso de los años. Se trata, también, de la crisis de madurez, cuando tanto el marido como la esposa se plantean si la vida no puede ofrecerles algo mejor. Y como es habitual en Woody Allen, el enfoque que hace del tema es serio, profundo y muy acertado. Pero, sin negarle méritos al planteamiento de Allen, me parece que el resultado final no es todo lo bueno que cabría esperar. Tal vez porque el argumento se vuelve enseguida  bastante previsible, con lo que siempre vamos un paso por delante, sabiendo de antemano los giros que va a sufrir la trama. O tal vez por el recurso que utiliza Woody Allen, como una especie de psicoanálisis en directo al que somente a los protagonistas y que nos remite, por ejemplo, a Toma el dinero y corre (1969), aunque ahora sin la frescura y el humor de entonces, por lo que tampoco aporta nada extra a la historia. Y es que también se echa en falta la chispa genial de los diálogos del director, que en esta ocasión se muestra mucho más serio, más reflexivo y menos brillante.

El resultado es un film intimista, pero excesivamente largo. O puede que se deba a que en algunos momentos me cansó, a que determinadas escenas me resultaron poco convincentes, a que algunas reacciones de los personajes me parecían un tanto forzadas. Creo que el tema de la crisis matrimonial, de las dudas que nacen en la pareja, del estancamiento de una relación está bien planteado en líneas generales, pero quizá sin el talento que desborda en otros film de Allen y con algunos momentos en que se pierde el rigor y se cae en situaciones un tanto forzadas. A la vez, tenía la sensación de que estaba viendo un film, cuando de lo que se trataba era de mostrar unas relaciones reales, o al menos eso pienso, y en cambio se tenía la impresión de algo orquestado, bien orquestado pero algo artificial.

En cambio, el reparto me gustó mucho. Mia Farrow está preciosa, Sydney Pollack vuelve a demostrar el gran actor que llevaba dentro y también me gustó bastante el trabajo de Judy Davis, a la que desconocía. En cuanto a Allen, pues en su tónica habitual, aunque algo más comedido que en otras ocasiones. Y a la que destaco por encima de todos es a Juliette Lewis, encantadora, sexy, interesante y cautivadora.

Sin ser de las mejores películas de Allen, Maridos y mujeres (título bastante penoso) está dentro de la línea habitual de los films más personales del director. Quizá un peldaño por debajo de otras de sus obras más redondas, es una buena película que invita a la reflexión y donde se vuelve a analizar el pantanoso tema de las relaciones amorosas bajo la mirada crítica y también romántica, a su manera, de Woody Allen. Además, Woody Allen aprovecha la ocasión de nuevo para rendir un pequeño homenaje a Ingmar Bergman, citando por ejemplo su film Fresas salvajes (1957).

El film fue nominado en dos apartados: mejor guión y mejor actriz de reparto (Judy Davis), si bien no se hizo con ninguna de las estatuillas.

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