El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 26 de agosto de 2012

Very Bad Things



Dirección: Peter Berg.
Guión: Peter Berg.
Música: Stewart Copeland.
Fotografía: David Hennings.
Reparto: Cameron Díaz, Christian Slater, Jon Favreau, Daniel Stern, Carla Scott, Tyler Cole Malinger, Leland Orser, Jeremy Piven, Jeanne Tripplehorn.

Kyle Fisher (Jon Favreau) está a punto de casarse con Laura (Cameron Díaz), la mujer de sus sueños. Sus amigos deciden organizarle en Las Vegas una inolvidable despedida de soltero. Pero las cosas no salen como pensaban.

Debut de Peter Berg como director con un film cuyo guión también es suyo. Se ha etiquetado este film como comedia de humor negro. Desde mi punto de vista, Very Bad Things (1998) es muy negra, sí, pero carece enteramente de humor.

La verdad es que la historia no arranca mal: un grupo de amigos se van a Las Vegas para celebrar la despedida de soltero de uno de ellos y, por culpa de un desgraciado accidente, muere la prostituta que habían contratado para animar la fiesta. Hasta aquí, todo normal: un accidente que lo cambia todo; cinco amigos, personas normales de clase media, enfrentados a una difícil decisión: llamar a la policía u ocultar lo sucedido. Sin embargo, Peter Berg parece no estar conforme con seguir adelante por un camino normal y decide, y quizá aquí esté el humor que yo no he captado, enredar más la cosa con otra muerte, esta vez no accidental, bastante brutal y despiadada. Ahora ya no hay marcha atrás y nuestros cinco amigos normales se transforman en sádicos carniceros, en un giro tan macabro como ilógico. Sólo uno de los cinco, un judío de firmes creencias interpretado por Daniel Stern, al que conocíamos en otra faceta menos dramática en Solo en casa (Chris Columbus, 1990) y Solo en casa 2: Perdido en Nueva York (Chris Columbus, 1992), parece tener remordimientos de conciencia y por ahí adivinamos que las cosas van a torcerse para estos asesinos.

Lo que nadie puede imaginar es la sucesión de acontecimientos que siguen, en un giro hacia lo absurdo, lo grotesco y lo exagerado que termina por arruinar completamente la película. Porque una cosa es centrarse en lo macabro y buscar la manera en que nuestros protagonistas terminen pagando por lo que han hecho, al estilo de El quinteto de la muerte (Alexander MacKendrick, 1955) o Ladykillers (Joel Coen y Ethan Coen, 2004), con las que se le puede buscar cierta similitud, aunque muy lejana en calidad, y otra muy distinta caer en una serie de giros que parecen el más difícil todavía de un circo que ha perdido el norte. Con ello, los personajes resultan al final completamente increíbles y cualquier asomo de crítica hacia la sociedad o los convencionalismos, como algunos han querido ver, carece de sentido, porque no estamos ante personas normales cuyo comportamiento, en un momento dado, se vuelva extraño, sino que estamos ante caricaturas, títeres a los el director maneja a su antojo creando un delirio tan inútil como vacío.

Y no quiero olvidarme del histerismo general de los protagonistas que se entiende bien al principio, en la fiesta, bajo los efectos de las drogas y el alcohol, pero que termina por cansar al estar presente desde entonces en casi todas las escenas. Se ve que el director temía quedarse corto en emociones, pero el recurso constante a los gritos no es la mejor ni la más elaborada decisión.

En lo que sí que apoyo a Berg es su puesta en escena. La verdad que para ser un debutante demuestra una gran soltura tras la cámara al tiempo que mantiene el ritmo, de manera que, a pesar de no gustarme la historia, reconozco que está bien filmada y no se hace pesada o lenta en ningún momento.

También el reparto está sobresaliente. En especial Christian Slater, sobre el recae buena parte del peso de la acción y que demuestra que como malo puede ser tan bueno que como monje. Cameron Díaz, además de guapísima, da la talla como novia pijita, caprichosa y dominante, aunque, como decía antes, los giros argumentales finales terminen por destrozar su personaje hasta hacerla irreconocible como modelo de chica de clase media superficila y materialista.

En definitiva, una película de la que esperaba bastante más. No dudo que pueda tener su encanto para cierto público, pero desde mi punto de vista los giros del argumento, absurdos y radicales, terminan por hacer de Very Bad Things un film sin pies ni cabeza. Terminé de verla con la impresión de que la historia se le acabó yendo de las manos a Peter Berg.

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