El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de abril de 2014

Candilejas



Dirección: Charles Chaplin.
Guión: Charles Chaplin.
Música: Charles Chaplin.
Fotografía: Karl Struss (B&W).
Reparto: Charles Chaplin, Claire Bloom, Nigel Bruce, Sydney Chaplin, Norman Lloyd, Buster Keaton, Melissa Hayden.

Cuando, una tarde, Calvero (Charles Chaplin), un viejo payaso sin trabajo, llega borracho a la casa donde se hospeda, descubre que una de las inquilinas, Thereza (Claire Bloom), ha intentado suicidarse. Calvero le salva la vida y cuidará de ella mientras se recupera.

Última película de Chaplin en Estados Unidos, Candilejas (1952) fue estrenada en Londres, a dónde acudió el artista, prohibiéndole el gobierno norteamericano regresar a Estados Unidos por estar considerado demasiado progresista, dentro de la gran paranoia anticomunista que sacudió aquel país en los años cuarenta y cincuenta.

Candilejas es una obra de madurez de Chaplin, donde el director parece aprovechar la oportunidad para hacer una especie de sentido homenaje al mundo del espectáculo, a la vez que parece anticipar su adiós al mismo. Chaplin encarna aquí a un viejo payaso en sus horas más bajas, sin dinero y cuyos años de éxito poco a poco no son que más que un borroso recuerdo. Como en su trayectoria profesional, la época dorada de Chaplin queda ya un tanto lejana.

Y es cierto que Candilejas, a pesar de sus innegables buenos momentos, no deja de ser film antiguo ya en 1952. Y es que en el fondo, tanto el argumento como el desarrollo del film recuerdan más a las historias que poblaban los cines en la época del cine mudo que a las películas que otros directores estaban filmando en esos años. Uno no puede dejar de tener la impresión de que el genio de Chaplin pertenece a otra época.

El argumento de Candilejas, con el drama de la bailarina que no encuentra sentido a la vida y que sólo tiene el consuelo de un viejo fracasado, contiene todos los elementos de los viejos folletines del cine mudo. La historia es muy simple, los personajes y los escenarios limitados. Incluso algunas escenas no llegan a desarrollarse con toda la intensidad o el sentido necesarios. El ritmo a veces flojea. La base de la comicidad sigue residiendo en las pantomimas y los gags visuales. El drama resulta un tanto previsible y la relación entre Thereza y Calvero no termina de convencer. Solamente los diálogos, con algunas frases magistrales, parecen estar a la altura del cine de mitad del siglo XX.

Los diálogos... y la banda sonora, que logró el Oscar nada menos que en 1972, pues no fue hasta ese año que Candilejas se estrenó al fin en Los Ángeles, superándose así los viejos problemas de aquella nefasta caza de brujas.

Es evidente que Charles Chaplin quería seguir contando historias en sus años de madurez, pero está claro que sus mejores películas no son las de esos años. Chaplin nació como artista en el cine mudo y fue un genio dentro de las reglas de ese arte. Cuando llegó el sonoro, le sucedió en parte lo que a muchos otros, le costó adaptarse a los nuevos tiempos. Chaplin continuó haciendo cine mudo, esencialmente, durante la etapa sonora y es algo que se refleja en su estilo y sus argumentos.

Aún así, Candilejas es un film hermoso y sincero, donde el gran Chaplin hace una intensa reflexión sobre el mundo del teatro, el éxito, la fama, la esperanza, la alegría de vivir... y además nos permite poder despedirnos de otro gran actor del cine mudo, Buster Keaton, al que Chaplin brindó un pequeño papel en el film. Su hijo, Sydney, interpreta al músico Neville y Claire Bloom, actriz inglesa de teatro, debutaba en el cine, con un trabajo más que aceptable. En cuanto a Chaplin, reconocemos sus viejos trucos cómicos, si bien su personaje está perseguido por la sombra de la tragedia, siendo su interpretación una de las pequeñas perlas de este título. Geraldine Chaplin, una niña entonces, también aparece en la primera secuencia de la película.

Sin ser una de las muchas obras maestras que nos dejó Charles Chaplin, Candilejas sigue teniendo gran parte del arte y la emoción que este gran artista supo dar a sus obras. Sin duda, para nostálgicos y amantes del genio inglés.

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