El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 25 de abril de 2014

La gata sobre el tejado de zinc



Dirección: Richard Brooks.
Guión: Richard Brooks, James Poe (Obra: Tennessee Williams).
Música: Charles Wolcott.
Fotografía: William Daniels.
Reparto: Elizabeth Taylor, Paul Newman, Burl Ives, Jack Carson, Judith Anderson, Madeleine Sherwood, Larry Gates, Vaughn Taylor.

En el día de su sesenta y cinco cumpleaños, el patriarca Big Daddy Pollitt (Burl Ives) regresa a casa tras un reconocimiento médico en el que se ha confirmado la gravedad de su enfermedad, aunque el médico (Larry Gates) decide ocultarle la noticia a él y a su esposa (Judith Anderson). En casa le esperan sus dos hijos, Gooper (Jack Carson), el ambicioso primogénito, y Brick (Paul Newman), el predilecto de su padre, pero que atraviesa una crisis personal que lo ha empujado a la bebida.

No suelen gustarme mucho las adaptaciones al cine de obras de teatro de esos escritores norteamericanos tan pretenciosos y excesivos como este Tennessee Williams. En general, me resultan películas cargantes, exageradas en todos los registros y un tanto increíbles. Sin embargo, he de reconocer que La gata sobre el tejado de zinc (1958) me ha resultado mucho menos pesada de lo que creía.

Lo que no puede negarse es el origen teatral de la película; pero, a pesar de ello, hemos de reconocer el admirable trabajo de Richard Brooks con su puesta en escena, de manera que aunque las limitaciones en el espacio y el tiempo están ahí, el relato resulta bastante ameno y el juego de las puertas y ventanas, escaleras y sótanos, permite dar cierta agilidad a la puesta en escena.

Argumentalmente, la película no deja de ser un drama un tanto cargante a cerca de las miserias de una familia adinerada. Y es que la historia parece sacada de un folletín, con los personajes demasiado exagerados y sin muchos matices, como el patriarca hecho a sí mismo, déspota e insensible, o la esposa sumisa y un tanto ridícula. Además, por culpa de la censura de la época, el guión tuvo que pulir ciertos detalles inaceptables. El más evidente, la homosexualidad de Brick y su relación tan especial con su amigo Skipper. Aún así, la adaptación de la obra de teatro es lo bastante inteligente para jugar con constantes insinuaciones, de manera que esa homosexualidad no queda del todo oculta al espectador avispado; si bien todo ello termina por afectar a la congruencia de la relación entre Brick y su esposa Maggie (Elizabeth Taylor).

También el final resulta un tanto forzado, con el arreglo de las cuentas pendientes en un desenlace muy del estilo de Hollywood. El patriarca se humaniza finalmente; Brick se reconcilia consigo mismo y con Maggie y hasta el hermano avaricioso termina por comprender su estupidez. Un arreglo que queda bien de cara al público pero que resulta un poco forzado y no demasiado lógico. Aunque en realidad hemos de reconocer que todo el argumento resulta un tanto inverosímil, con ese entramado de relaciones, sospechas y supuestos engaños que parece cogido con alfileres, especialmente las desconfianzas entre Brick y Maggie, que no se entiende bien que no se hayan resuelto mucho antes.

Y sin embargo, a pesar de esta serie de críticas, he de reconocer que La gata sobre el tejado de zinc es una buena película. Cierto que resulta un tanto anticuada, cierto que le sobra metraje, pero en conjunto, el guión resulta interesante y las relaciones familiares, el eje de la trama, terminan por engancharnos. Además, desde el comienzo, conocemos el problema que afecta a Brick y a Maggie, pero no el motivo, con lo que este elemento añade interés a la historia, de manera que descubrir ese importante detalle nos mantiene atentos al relato. Además, hemos de añadir la gran calidad de los diálogos, sin duda un detalle fundamental en una obra de estas caracterísiticas.

Las luchas por la herencia, las desavenencias conyugales, el poder tiránico del patriarca, las mentiras y, sobre todo, la gran infelicidad que se respira en la familia constituyen sin duda un interesante análisis de las relaciones personales y los dramas vitales, contado además con nervio y un sentido dramático admirable.

Aunque quizá lo más destacado de la película sea el reparto. Es evidente el encanto y la belleza deslumbrantes de Elizabeth Taylor, que además realiza una excelente interpretación, que se une a un gran trabajo de Paul Newman, también rebosante de atractivo. Ambos fueron nominados al Oscar. Pero es que además, la película cuenta con un soberbio Burl Ives, perfecto en su papel, que le va como anillo al dedo.

La película es todo un clásico de ese cine con pretensiones intelectuales que no siempre dejó resultados tan vistosos como éste. Para muchos críticos, es la mejor adaptación cinematográfica de una obra de Tennessee Williams. Merece la pena.

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