El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Al encuentro de Mr. Banks



Dirección: John Lee Hancock.
Guión: Sue Smith y Kelly Marcel.
Música: Thomas Newman.
Fotografía: John Schwartzman.
Reparto: Emma Thompson, Tom Hanks, Colin Farrell, Paul Giamatti, Jason Schwartzman, Bradley Whitford, Ruth Wilson, B. J. Novak, Rachel Griffiths, Kathy Baker, Annie Rose Buckley.

Walt Disney (Tom Hanks) lleva veinte años, desde que le prometió a sus hijas que haría una película sobre el personaje de Mary Poppins, intentando convencer a la novelista Pamela L. Travers (Emma Thompson) para que le ceda los derechos de su novela. Pero por alguna extraña razón, ella se niega una y otra vez.

Al encuentro de Mr. Banks (2013) cuenta, o al menos eso pretende, las dificultades con las que se encontró el gran Walt Disney para convencer a una reticente Pamela Travers a la hora de cederle los derechos de su novela "Mary Poppins" para llevarla al cine. Y digo pretende porque uno intuye que la ficción que nos cuenta John Lee Hancock no es más que una versión convenientemente edulcorada de lo que debió suceder en realidad. Es cierto que muchos detalles están ahí, como la negativa de Travers a que aparecieran dibujos animados o su agrio carácter, pero es evidente que las licencias poéticas son numerosas, empezando por un idealizado a más no poder Walt Disney. Y es legítimo en cierta medida, ya que no se trata de un documental o un film con pretensiones históricas. Cualquier espectador comprende que estamos ante una película para entretener, una ficción, y además made in Hollywood.

Por ello, tenemos un guión muy hábil que juega con maestría con las dos historias que se suceden paralelamente: la infancia de Pamela Travers y su especial relación con su padre, que marcará profundamente su personalidad y su vida; y las negociaciones con Walt Disney a la hora de cederle los derechos de su novela. No es ninguna novedad que Hollywood es especialista a la hora de jugar con este tipo de historias y cómo sabe apoyarse en pequeños detalles para, llegado el momento oportuno, recurrir a ellos y crear el climax y la emoción necesarias para un desenlace intenso. En este sentido, el guión conjuga con habilidad las dos historias y va aumentando progresivamente la intensidad hasta culminar con la escena del estreno de Mary Poppins, el punto álgido en el que estallan las emociones contenidas, al compás con el que resbalan las lágrimas por el rostro de Emma Thompson. Todo funciona de maravilla, como un reloj suizo. Y eso es lo que más me incomodó: descubrir como te van llevando en volandas, como un corderito, hasta donde quieren. Y seguramente para muchos espectadores será imposible reprimir una lágrima en esos momentos. Por una parte, reconozco que el guión es muy inteligente y sabe tocar las fibras con precisión de cirujano. Por otra parte, hay algo forzado, un aroma a engaño que me chilla desde el interior, algo que me avisa de que estoy siendo manipulado. Un equilibrio inestable que me impide valorar objetivamente la película.

Sin embargo, lo que sí que me parece meridiano son otros aciertos de la producción que hacen de la película un producto impecable. Por una parte, la fotografía, en especial en la historia de la infancia de Pamela, que le da a ese relato un aire nostálgico y una belleza formal maravillosas. Y en segundo lugar, el reparto. Emma Thompson está sencillamente genial dando vida a la estirada y amargada escritora, una mujer difícil que ha creado una coraza tan dura como el acero y que ni ella misma parece que ya es capaz de perforar. Y sin embargo, nunca se hace antipática. Consigue que su personaje nos resulte comprensible; no amable, pero casi. Pero es que a su lado está Tom Hanks, un actor especial que considero que es unos de los mayores talentos del cine actual; haga el papel que haga, siempre lo borda y aunque su Walt Disney está dibujado como un dechado de virtudes y con una paciencia infinita, Hanks le da una entidad real y cercana. Pero es que encima tenemos a Paul Giamatti, con un personaje fantástico al que convierte en entrañable, o Colin Farrell, maravilloso en su papel, componiendo un personaje al que cogemos cariño al tiempo que nos conmueve su debilidad fatal. Hasta la pequeña Annie Rose Buckley, que encarga a Pamela de niña, está perfecta, con una mirada cautivadora y tremendamente expresiva. Sin duda, el reparto es todo un acierto y hace que el film adquiera una entidad mayor.

En muchos aspectos, la película me recordó a Descubriendo Nunca Jamás (Marc Forster, 2004), por  las licencias poéticas y la carga emocional en torno también a otra figura mítica del universo infantil, como era Peter Pan. Sin la maravillosa carga poética de esa, Al encuentro de Mr. Banks es un film que derrocha buenos sentimientos, invita a ser felices y a perdonarnos nuestras propias debilidades, espantando viejos fantasmas e intentando aprovechar y disfrutar lo mejor que podamos la vida que nos ha tocado vivir. Sin duda, unos propósitos muy loables. Quedémonos con eso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario