El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Una historia de violencia



Dirección: David Cronenberg.
Guión: John Olson (Novela gráfica: John Wagner y Vince Locke).
Música: Howard Shore.
Fotografía: Peter Suschitzky.
Reparto: Viggo Mortensen, Maria Bello, Ed Harris, William Hurt, Ashton Holmes, Heidi Hayes, Stephen McHattie, Greg Bryk, Peter MacNeill.

Tom Stall (Viggo Mortensen) es el dueño de un café en una pequeña localidad de Indiana. Su vida transcurre tranquila junto a su mujer (Maria Bello) y sus hijos, hasta el día en que dos delincuentes asaltan el café. Tom logra matarlos en defensa propia, convirtiéndose en un héroe nacional. Sin embargo, ello atrae a un extraño personaje (Ed Harris) que parece confundirlo con otra persona.

Sorprende el arranque de Una historia de violencia (2005), la lentitud de la secuencia inicial, donde el director se recrea en una escena aparentemente anodina. Hasta que entramos en la recepción del motel y descubrimos los sangrientos asesinatos. Y es que Cronenberg ha decidido darle un ritmo pausado, casi solemne a un film que, como su título anuncia, es una historia cargada de violencia. Con esa elección, Cronenberg empieza ya a descolorarnos, a sorprendernos, transformando el estilo habitual de este tipo de historias. Y eso es solo el principio. Una historia de violencia es una película que no dejará de sorprendernos durante todo su metraje.

Sorprende por ejemplo la doble personalidad de Tom, al que creemos un marido ejemplar (su esposa le confiesa que jamás ha conocido a un hombre más bueno) pero del que pronto comenzamos a tener fundadas sospechas de que puede ser quién niega que es. Sorprende también que en una misma persona podamos tener a un padre y esposo ejemplar y a un asesino frío y letal. O cómo ha sido capaz de reprimir una personalidad violenta durante tanto tiempo.

Pero Una historia de violencia no es solo la de Tom, obligado a volver a su pasado para preservar su vida y su familia. La violencia está presente también en el colegio, donde el hijo de Tom, Jack (Ashton Holmes), tildado de cobarde, descubre de pronto que es capaz también de reaccionar brutalmente al acoso del matón de turno. Y es que estamos ante una película que no se queda en la superficie de las personas ni de las cosas y que nos invita e incita a indagar más, a buscar motivos, justificaciones, explicaciones a una violencia que está ahí, soterrada, pero pujando por manifestarse en cuanto se la invoca.

Y Cronenberg no se queda ahí. La transgresión de los cauces habituales continúa cuando a mitad de la cinta, sorprendentemente, los matones que acosan a Tom y su familia son eliminados. Un desenlace anticipado que recuerda el mítico giro argumental de Psicosis (1960). Un momento que de nuevo nos descoloca, dejándonos a merced del relato, del que parece que no podemos prever el rumbo que puede tomar.

De ahí que no podamos tener ninguna certeza sobre como reaccionará Edie (Maria Bello) cuando Tom le confiesa su verdadera identidad. De ahí que nos quedemos sin palabras con el arrebato de pasión violenta en la escalera. Otra vez esa violencia que parece perseguir a los protagonistas.

Y también el nuevo desenlace, cuando Tom ha de rendir cuentas ante su hermano (William Hurt), nos sorprende por su peculiar desarrollo y su conclusión brusca, directa y rotunda.

La secuencia final, en la mesa, sin diálogos, me pareció un prodigio de contención y expresividad. Un broche de oro sin duda para un film especial, inquietante, diferente y novedoso, dentro de un tratamiento para nada rebuscado, donde la aparente normalidad, el ritmo pausado, los diálogos contenidos y las miradas son del todo convencionales, pero sin embargo adquieren un tono sorprendente en manos de David Cronenberg, sin duda el artífice de esta película tan especial.

En cuanto al reparto, me esperaba algo más de Viggo Mortensen, que finalmente no terminó de trasmitirme demasiado. Maria Bello está mejor que su marido de ficción, con algunos momentos muy convincentes. Pero los mejores son sin duda los veteranos Ed Harris, inquietante, y un sorprendente William Hurt, con un registro completamente novedoso, apoyado también en una estética original.

Sin duda, un film sencillo pero donde el director sabe explotar al máximo las posibilidades de la historia a través de una puesta en escena muy original y un guión lleno de sorpresas y que nunca nos permite anticiparnos a lo que va a suceder. Gratificante.

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