El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 7 de marzo de 2017

El beso del asesino



Dirección: Stanley Kubrick.
Guión: Stanley Kubrick.
Música: Gerald Fried.
Fotografía: Stanley Kubrick.
Reparto: Frank Silvera, Irene Kane, Jamie Smith, Ruth Sobotka, Jerry Jarret, Mike Dana, Felice Orlandi, Ralph Roberts.

Davey (Jamie Smith), boxeador en la cuesta abajo de su carrera, acude en ayuda de Gloria (Irene Kane), su vecina, acosada por su jefe (Frank Silvera), un mafioso que dirige un club de baile y que se ha encaprichado de ella. Davey no tarda en enamorarse de Gloria, que decide acompañarlo cuando le propone que abandonen la ciudad.

El beso del asesino (1955) es la segunda película de Kubrick, un joven cineasta que daba sus primeros y dubitativos pasos en el mundo del cine. Es un film de muy bajo presupuesto donde el director se encarga prácticamente de todo: escribe el guión, se ocupa de la fotografía (recordemos que Kubrick destacó también como fotógrafo), del montaje,  es también el productor y, naturalmente, el director.  El resultado, un fracaso, como su primera película. Sin embargo, el director estaba sentando las bases de su carrera.

La verdad es que la película, que pretende ser un film de cine negro, hace aguas por todos lados. Para empezar, el guión es demasiado básico, planteando una trama muy elemental y cuya puesta en imágenes también peca de poco consistente, con un recurso constante a la voz en off para completar un relato que el director parece que no puede mostrar, tal vez por lo limitado de los recursos. Pero incluso los diálogos tampoco están a un buen nivel, quizá porque el escribir guiones no fuera el punto más fuerte de Kubrick que, a partir de esta película, utilizará adaptaciones de sólidas novelas como base de sus películas.

Fruto de esta debilidad argumental, contamos también con unos personajes sin peso específico, muy elementales en cuanto a sus rasgos característicos, cuando no algo confusos, como en el caso de Gloria, un ensayo de mujer fatal que se mueve entre cierta dulzura y una crueldad asombrosa. Tampoco los actores ayudan mucho al director, pues se trata de artistas de muy limitado talento.

En cambio, ya podemos vislumbrar algunos detalles positivos en la faceta de director que anticipan las ambiciones de Kubrick y que están entre lo poco que se puede salvar de esta película. Por ejemplo, algunos movimientos de cámara y encuadres revelan a un director que busca constantemente expresarse a través de las imágenes, dejando de lado la rutina y buscando puntos de vista expresivos.  La fotografía también me resultó muy convincente, así como la habilidad para crear unos ambientes tristes, claustrofóbicos, que expresan la precaria situación de Davey y de Gloria; al tiempo que algún detalle suelto, como el primer plano de la muñeca en la habitación de Gloria, aporta una nota muy fuerte de nostalgia y ternura. Son recursos expresivos que demuestran el deseo de Kubrick de buscar un lenguaje personal, su intento de crear un universo visual fuerte.

El beso del asesino no deja de ser, por lo tanto, un film fallido del director, que se queda más que nada como una curiosidad para los fans de Kubrick, una curiosidad para conocer sus comienzos, pero que está a mucha distancia de lo que será su obra posterior, en la que ya se aprecia un gran salto de calidad, muy palpable ya en su siguiente película, Atraco perfecto (1956).


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