El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de marzo de 2017

Entre líneas



Dirección: David Hare.
Guión: David Hare.
Música:
Fotografía: Martin Ruhe.
Reparto: Bill Nighy, Rachel Weisz, Ralph Fiennes, Michael Gambon, Felicity Jones, Judy Davis, Tom Hughes, Rakhee Thakrar, Saskia Reeves, Ewen Bremmer, Marthe Keller.

Johnny Worricker (Bill Nighy), un veterano oficial del MI5, recibe un informe secreto de su superior que compromete nada menos que al primer ministro, pero también tendrá importantes repercusiones para su propio futuro en el cuerpo.

Las películas de espías siempre me han fascinado. Es un tema inquietante, oscuro y rodeado de mentiras y engaños que además suele dar lugar a tramas complicadas donde cualquier giro argumental suele encajar bastante bien en los turbulentos ambientes del mundo del espionaje. En resumen, si hay un guión inteligente, es un género que puede dar lugar a historias apasionantes. Sin embargo, a menudo se confunde complicación con enredo y el resultado no es más que un quiero y no puedo que nos puede dejar un gusto muy amargo.

Entre líneas (2011) tiene algunos elementos muy interesantes, como es el tema de la corrupción política, los asuntos turbios del poder, capaz de mentir a sus propios conciudadanos. Nos muestra un mundo donde nada es realmente lo que parece, donde todo se puede comprar o corromper, donde el enemigo está sentado a tu lado y habla tu propio idioma y es más temible que los de fuera.

También tiene esa elegancia propia del buen cine británico, con un relato directo, sobrio, que no se deja llevar por las turbulencias y guarda siempre las formas, exquisitas. Entre líneas tiene el empaque del buen cine, con una puesta en escena cuidada, unos diálogos inteligentes y la sensación de que es un producto que se toma en serio a sí mismo y al espectador. No esperes persecuciones, violencia desatada, ni sexo. No hay mujeres hermosas puestas como decorado ni tampoco una trama sencilla, apta para todos los públicos, digerible y bien intencionada. Es un film complejo, sin concesiones a la taquilla. Y por aquí le vienen también sus defectos.

Y es que Entre líneas resulta, en general, un film demasiado frío. El argumento tiene una intriga tan soterrada que no lo parece, que hasta casi el final no descubrimos qué demonios está pasando, con lo que más de la mitad de la película la pasamos entre tinieblas, buscando sentido a conversaciones un tanto oscuras, propias de los círculos de espías y políticos, pero que no nos llegan de un modo claro, que nos permita ser cómplices de las intrigas. Al contrario, la mayor parte del metraje lo pasaremos esperando a que llegue alguna revelación, algo que nos ponga sobre la pista definitivamente; y eso llega, sí, pero casi al final de la historia. Un poco tarde.

En Entre líneas hay romance, pero no lo parece, porque desconfiamos de todo, de todos, de cada palabra, porque así lo quiere el guionista, pero ello implica que no conocemos a los protagonistas hasta el final. De nuevo un poco tarde. Y hay drama personal, familiar; y soledad, mucha soledad. Pero todo eso no nos llega de manera eficaz. Queda, otra vez, escondido en medio de la confusión que parece envolverlo todo, un juego de engaños, de no desvelar las cartas que provoca momentos de confusión, despiste, de espera excesiva que le resta fuerza e interés al argumento. Y es triste que así sea, porque nos priva de poder disfrutar mejor de la trama que, en realidad, bien mirada, tampoco es deslumbrante. Quizá por ello que el director se recree en el juego de sombras, única manera de mantener cierta tensión, por la intriga, por descubrir un juego que se oculta durante muchos y largos minutos.

Y aún así, a pesar de los defectos, Entre líneas es un film interesante, por ser diferente, por apostar por la seriedad en medio de un cine actual que se mueve más por lo efectista, por la rentabilidad. No es un film redondo, pero tiene el mérito de intentarlo.

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