El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 9 de abril de 2017

Café Society



Dirección: Woody Allen.
Guión: Woody Allen.
Música: Varios.
Fotografía: Vittorio Storaro.
Reparto: Jesse Eisenberg, Kristen Stewart, Steve Carrell, Blake Lively, Parker Posey, Corey Stoll, Jeannie Berlin, Ken Stott, Anna Camp.

Los Ángeles en los años treinta: el joven Bobby Dorfman (Jesse Eisenberg) llega a Hollywood en busca de trabajo y acude a ver a su tío Phill (Steve Carrell), un influyente productor y agente de grandes estrellas del cine, para que le ayude a abrirse paso en la ciudad.

Tal vez sería injusto pedirle a estas alturas a Woody Allen que nos regalara una nueva obra maestra con cada nuevo estreno de una película suya. A su edad y con el ritmo que las produce, es del todo improbable que tal cosa suceda. Y sin embargo... con Café Society (2016) tengo la impresión que roza ese calificativo. Al menos para mí. Tal vez esté siendo generoso con un director al que sigo desde hace muchos, muchos años, hasta el punto que uno le coge cariño, como a todo lo que resulta familiar y amable, entrañable incluso. Conservo algunos recuerdos muy bonitos vinculados a salas a oscuras donde se proyectaba algún estreno de Allen.

Pero etiquetas al margen, Café Society es una de esas comedias ligeras, muy sencillas, que parecen rodadas casi sin esfuerzo. Como si Allen se paseara por la calle con una cámara en mano y nos mostrara un trozo de vida, una parte de la historia de una familia judía cualquiera, casi sin querer. Y es que la primera impresión que me deja esta película es la de sencillez. No se trata de contar nada importante o trascendente (o sí, según se mire); es solo la historia de un joven que se abre paso en la vida, con todo lo que eso conlleva de éxitos y fracasos, esperanzas y realidades, sueños y despertares. Y ese joven, una vez más, parece ser el propio Allen, o su personaje de siempre: ese judío algo patoso, enredado siempre con las mismas obsesiones: la religión, la familia, la muerte y el amor. La vida, en definitiva. Pero Allen es demasiado mayor ya para ciertos papeles. Y escoge a Jesse Eisenberg para que encarne a su personaje. Un Eisenberg sólido y preciso, conmovedor a veces, lo justo, es cierto. Quizá sin el carisma del propio director cuando interpretaba; o tal vez es que resulta imposible establecer comparaciones entre ambos, porque el Woody Allen actor siempre saldrá ganando, por supuesto.

La historia es, como decía, sencilla. Un fragmento de una vida. La del joven Bobby llegando a Hollywood en busca de un porvenir, dispuesto a todo. Hasta a enamorarse. Pero la vida a veces es caprichosa, o injusta. Y el amor llega, pero no para acompañarte en el camino. Porque en la vida no todo es romanticismo y poesía. En la vida hay que elegir. Y ella, Vonnie (Kristen Stewart), elige la seguridad material. Aunque con ello venda su alma al diablo. Aunque no logre olvidar nunca a Bobby. Ni él a ella. Porque lo que nos cuenta Allen es un relato sobre el amor verdadero, irrepetible. Irremplazable. Y entonces, la comedia se vuelve triste, porque cuando los dos enamorados, separados durante años, con sus vidas encauzadas, casi con la necesidad de olvidarse de su pasado, se vuelven a ver cara a cara, comprueban lo terrible de su error, lo irremediable de sus vidas y la certeza de que han dejado escapar la felicidad, casi sin querer.

Y todo narrado con una sencillez maravillosa. Con esa facilidad de los grandes artistas para contar historias. Con ese talento de Woody Allen para llevarnos de la mano, al ritmo de su voz en off, por las vidas de unos personajes normales, para mostrarnos retazos de vidas sin mucho que decir, en apariencia, salvo que él sabe dónde mirar, qué desvelar; y de la mano de una puesta en escena elegante, impecable, con una fotografía que es casi una caricia y al ritmo de ese jazz de siempre, suave y fascinante, que invita a una copa y a un baile. Y todo, casi sin esfuerzo. Con una naturalidad asombrosa. Y con esa genialidad de un director que sigue haciendo su cine, fuera de modas, de tendencias o de necesidades de taquilla. Porque se ha ganado el derecho a no rendir cuentas a nadie. Y si gusta, más o menos, creo que ya le es indiferente. A mí, en todo caso, me sigue pareciendo imprescindible. E irrepetible.

1 comentario:

  1. Hola Manuel. Voy siguiendo tu blog para ver las películas que me parecen enternecedoras y que están valoradas en tu blog positivamente. Y esta, para mí, merece una mención especial, muy especial. Primero porque su director nunca fue para muy atractivo, tal vez porque hace muchos años que vi sus películas y me resultaban un tanto cansinas y muy repetitivas.Pero ésta fue un descubrimiento especial. Me encantó. Creo que es una película donde el director plasma una parte real de la vida de una persona cualquiera, como si la hubiese vivido, resaltando la belleza del recuerdo en esos momentos finales cuyos protagonistas anteponen a sus propias vidas actuales en ese instante. Lo que significa lo complejos que somos y las diferentes formas en que se puede presentar el amor. En fin, una película estupenda y un comentario que profundiza muy bien en su contenido. Muchas gracias

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