El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de mayo de 2018

Desmadre a la americana



Dirección: John Landis.
Guión: Harold Ramis, Douglas Kenney y Chris Miller.
Música: Elmer Bernstein.
Fotografía: Charles Correll.
Reparto: John Belushi, Tom Hulce, Tim Matheson, Peter Riegert, Bruce McGill, John Vernon, Karen Allen, Verna Bloom, Stephen Furst, Kevin Bacon, Donald Sutherland.

Dos alumnos novatos, recién llegados al Faber College, una universidad privada, intentan formar parte de una fraternidad. Sin embargo, son rechazados por la elitista Fraternidad Omega, por lo que deciden probar suerte en la Delta, completamente diferente.

Hay películas que están más allá de su propio valor artístico y se convierten en un referente. Esto es lo que sucede con Desmadre a la americana (1978), una película que, vista hoy en día, puede parecer una tontería, pero que se ha ganado un peculiar puesto en la historia del cine.

Todo comenzó con unas historias publicadas por Chris Miller en una revista en las que rememoraba anécdotas de su época de estudiante. De ahí partió la idea del guión original, al que sumaron recuerdos los otros dos guionistas, Kenney y Ramis. El primer borrador era un tanto excesivo para la época, por lo que hubo que dulcificarlo en diferentes versiones hasta que resultó lo suficientemente aceptable.

El resultado es una historia bastante elemental, compuesta en realidad por una serie de episodios que reflejan diversos momentos de la vida de los estudiantes del Faber College, preocupados principalmente por el sexo y pasarlo bien. Algunos episodios están más logrados, mientras que otros parecen, vistos hoy en día, un tanto anticuados. Incluso hay algunos saltos bruscos, quizá por culpa de un montaje no demasiado cuidadoso, o situaciones con una falta de ritmo evidente.

Pero todos estos detalles no afectaron en su día a la película, que cosechó un éxito espectacular, especialmente entre los jóvenes de la época, que no dudaron en imitar algunas de las ocurrencias que tienen lugar en el film, como la fiesta de las togas, que se popularizó rápidamente. Fue esta aceptación popular la que hizo de Desmadre a la americana todo un referente e inauguró una especie de subgénero sobre las movidas estudiantiles, siendo todo un modelo que sirvió de guía a muchas otras películas que bebieron sin disimulo de sus ocurrencias. Incluso dio lugar a una serie de televisión.

Quizá uno de los aspectos más llamativos es el reparto coral, pues el director quería que la película fuera un proyecto colectivo, sin una gran estrella que pudiera llevar el peso de la película. Por ello, a pesar de la presencia carismática de John Belushi, éste no es más que otro de los alocados estudiantes, donde podemos ver los comienzos de Tom Hulce, Tim Matheson o de Kevin Bacon.

Otro detalle interesante es que la película no es en absoluto moralizante, un pecado en el que suelen caer muy a menudo este tipo de historias, marcadas por la estrecha mentalidad americana. En Desmadre a la americana se habla de sexo, de drogas, de transgresión, de borracheras... y no se piden disculpas por ello. Es un film que ensalza la alegría de vivir, la despreocupación, la libertad y, en definitiva, la juventud.

Es una película realmente surrealista en muchos aspectos, irracional o absurda. Pero tiene algo de auténtico que traspasa la pantalla. Quizá ahí resida la clave de su éxito, más allá del paso del tiempo, que se nota bastante, y de que, artísticamente, me pareció un film bastante flojo, pero para nada aburrido.

Pero todo eso es lo de menos. Desmadre a la americana es ya historia del cine.


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