El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de mayo de 2018

El niño 44



Dirección: Daniel Espinosa.
Guión: Richard Price y Johan Melin (Novela: Tom Rob Smith).
Música: Jon Ekstrand.
Fotografía: Oliver Wood.
Reparto: Tom Hardy, Noomi Rapace, Gary Oldman, Joel Kinnaman, Paddy Considine, Jason Clarke, Vincent Cassel, Fares Fares, Josef Altin.

Año 1953. Leo Demidov (Tom Hardy), oficial de la seguridad estatal en la Unión Soviética, sospecha que existe un maníaco detrás de las muertes de varios niños que el Estado, para defender su utópica visión de la sociedad, atribuye a simples accidentes.

El niño 44 (2015) podría resumirse afirmando que es un thriller sobre un asesino en serie. Y eso podría ser verdad, como suele pasar en la mayoría de los films de temática similar. Afortunadamente, en El niño 44 tenemos mucho más, muchísimo más. Y es por esa ambición y esa trama tan densa que podemos encontrarle algunas debilidades a esta historia.

La película está inspirada en el libro de Tom Rob Smith basado en un asesino en serie ruso, Andréi Chikatilo, que mató a cincuenta y dos personas entre 1970 y 1990. Pero Smith, tomándose una licencia literaria, lleva la trama a la Unión Soviética de los años 50, bajo la férrea dictadura de Stalin. Eso permite que el relato gane en cuanto a profundidad, pues la película aprovecha esa ubicación para ofrecernos una impresionante visión de la sociedad soviética de aquellos años.

Lo primero que me gustaría destacar de El niño 44 es la asombrosa calidad técnica del film. Desde la ambientación, soberbia, a una fotografía perfecta y la ágil dirección de Daniel Espinosa, que logra crear un clima claustrofóbico, triste y oscuro que transmite a la perfección la miseria que reinaba en la Unión Soviética de aquellos años.

Como decía al comienzo, la película cuenta la investigación del protagonista para intentar capturar al asesino en serie de niños que las autoridades soviéticas intentan ocultar, pues la dictadura estalinista pretendía dar una imagen perfecta del régimen, que no admitía que pudiera haber asesinos, ni siquiera homosexuales, en su paraíso socialista. Sin embargo, esa parte de la historia no es finalmente el eje principal de la película, sino una parte más de un relato muy amplio y mucho más ambicioso.

El niño 44 nos ofrece también una crítica muy precisa de esa dictadura, sabiendo plasmar con claridad el miedo que existía en la sociedad, pues nadie estaba libre de caer en desgracia por una simple delación, fundada o no. De ello es un ejemplo magistral la relación de Leo con su esposa Raisa (Naomi Rapace), que descubrimos que se casó con él por miedo. Y no es hasta mucho más tarde que ella se convence de los verdaderos sentimientos de Leo. Y este es otro de los elementos claves de la película: el retrato del matrimonio protagonista y sus difíciles relaciones con amigos, familiares y hasta compañeros de trabajo. Pues el miedo y la envidia están en cada vecino, en el subordinado o en el amigo. Un clima que, como decía, Daniel Espinosa también consigue trasmitir visualmente con gran acierto.

Y junto a ese miedo que inunda a toda la sociedad, El niño 44 también es una crónica de la miseria, el hambre, la precariedad de una sociedad tristemente encerrada en una burbuja de apariencias falsas y mentiras, llena de huérfanos, de hambre y sin esperanza. Sin duda, el retrato de la Unión Soviética bajo la dictadura de Stalin es sobresaliente.

Pero el intentar abarcar tantos aspectos provoca que la película sea por momentos un tanto confusa para el espectador, acostumbrado a relatos más lineales y que no presenten tal cantidad de aristas, matices y sorpresas.

Por ejemplo, los personajes principales de la historia permanecen un tanto en penumbra durante buena parte del relato, hasta que se van desvelando sus motivaciones, miedos y desconfianzas. Incluso algunos, como Nestorov (Gary Oldman), se quedan más en penumbra de lo que hubiéramos deseado. Incluso la trama parece imponerse sobre un enfoque más personal, algo que finalmente recupera el director en el tramo final de la película. Es el peaje que tiene que pagar un guión tan denso, obligado a ceñirse a un tiempo relativamente reducido para todo lo que se cuenta en la película.

Sin embargo, creo que se trata de pequeñas deficiencias que en ninguna manera empañan una película que me sorprendió gratamente por su ambición, su buena hechura y, especialmente, que no se limita a la típica historia comercialmente habitual, sino que aspira, y en gran parte lo consigue, a ser mucho más que un típico thriller made in Hollywood.

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