El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 5 de mayo de 2018

La jungla humana



Dirección: Donald Siegel.
Guión: Herman Miller, Howard Rodman y Dean Resigner.
Música: Lalo Schifrin.
Fotografía: Bud Thackery.
Reparto: Clint Eastwood, Lee J. Cobb, Susan Clark, Tisha Sterling, Don Stroud, Betty Field, Tom Tully, Melodie Johnson, James Edwards.

Coogan (Clint Eastwood), un ayudante de shérif, es enviado por su superior a Nueva York para que se encargue del traslado a Arizona de un preso para ser juzgado por asesinato. Sin embargo, el traslado, en apariencia sencillo, se irá complicando desde el principio.

Tras su aventura italiana con el espagueti western, Clint Eastwood regresa al cine norteamericano. La jungla humana (1968)  será su segunda película de esta nueva etapa. Además significa el comienzo de su colaboración con Don Siegel, con quién rodaría cuatro películas más y de quién aprendería el oficio de director. Lo que empezó siendo un mero encuentro de trabajo derivó en una buena amistad entre ambos.

En cuanto a La jungla humana, la impresión que tenemos es que se trata de un film que mezcla estilos diferentes y que, al final, no sabemos muy bien con qué quedarnos.

La historia arranca en el desierto de Arizona, con Coogan persiguiendo a un indio fugado de la reserva, con lo que las referencias al western son evidentes. La figura de Coogan, dibujada con rápidas pinceladas, nos presenta a un tipo duro, frío, mujeriego y nada compasivo, negándole al indio, al que golpea sin motivo, hasta un cigarrillo.

En cuanto el personaje llega a Nueva York, el registro cambia. Ahora Coogan es una especie de rareza en medio de la civilización. A pesar de las burlas sobre su aspecto, él mantiene su entereza y sus métodos un tanto peculiares. Esta parte de la película también sirve a Siegel para hacer un pequeño recorrido por la cultura de la época, dominada por al corriente hippie, las drogas y la libertad sexual. En este sentido, este repaso de la cultura del momento se me asemeja un tanto infantil, seguramente por culpa del paso del tiempo, que convierte lo que entonces podía parecer más transgresor en algo que ahora ya no posee esa fuerza emocional.

Lo que no pierde el personaje de Coogan es el rol de macho, dispuesto a seducir a cualquier mujer atractiva que se cruce en su camino. Un personaje que, en líneas generales, parece anticipar el de Harry el sucio (Don Siegel, 1971). Si bien, al final de la película, y aunque es un aspecto que no queda del todo muy bien explicado, Coogan parece haberse vuelto más humano tras su estancia en Nueva York, mostrándose algo más considerado con su prisionero al que, esta vez sí, le invita a fumar.

En cuanto a los valores artísticos de La jungla humana, la verdad es que me parecieron un tanto limitados. Sinceramente, Don Siegel nunca me pareció más que un buen director de series B o, como diría algún crítico resabido, un buen artesano. De hecho, si algo destaca en la película es la escasez de medios, algo a lo que Siegel estaba muy acostumbrado.

La jungla humana me parece un film un tanto deslavazado, con muchos momentos en los que la acción decae abruptamente y en los que algunas escenas parecen alargarse innecesariamente. Siegel se recupera en las escenas de acción, de una violencia un tanto excesiva para la época, pero siempre con un tono de film menor que parece alargar el metraje a propósito ante un guión que parece no dar demasiado de sí.

Es verdad que en algunos momentos los diálogos tienen cierta chispa y algunos personajes aportan un toque original a la historia; pero en general es un film bastante plano, sin mucha emoción y donde tanto los personajes como las situaciones carecen de profundidad.

Nos queda pues el interés de ver los comienzos de Eastwood de vuelta a Estados Unidos y el ser la primera colaboración con el director que encauzaría su carrera hacia el éxito, tanto como actor, primero, como director más tarde.

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