El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 6 de noviembre de 2018

Elle



Dirección: Paul Verhoeven.
Guión: David Birke (Novela: Philippe Djian).
Música: Anne Dudley.
Fotografía: Stéphane Fontaine.
Reparto: Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Judith Magre, Christian Berkel, Jonas Bloquet, Alice Isaaz.

Michèle (Isabelle Huppert), una empresaria divorciada de mediana edad, sufre un asalto en su domicilio, donde es golpeada y violada. Sin embargo, prefiere no denunciar el suceso a la policía por culpa de un turbio asunto familiar del pasado.

Debería haberlo adivinado: la conjunción de un film francés y el director Paul Verhoeven tenían que dar como resultado algo tan peculiar como Elle (2006).

Quizá lo más positivo que podríamos decir de esta película es que nos lleva por caminos por completo diferentes a lo que solemos ver en el cine actual. De hecho, la historia es tan controvertida que el director no pudo filmarla en Estados Unidos, como era su intención original, porque, entre otras cosas, no encontró a ninguna actriz norteamericana que quisiera encarnar a un personaje tan polémico como Michèle.

Toda la historia gira en torno a ella y, en especial, a su peculiar relación con los hombres. Hay quien quiere ver en esta historia un film marcadamente feminista, pues Michèle tiene un aire de autoridad, de seguridad en sí misma y en lo que desea que no aparece en los personajes masculinos, menos fuertes interiormente.

Michèle está marcada por los atroces crímenes cometidos por su padre cuando ella tenía diez años, algo que dejó una huella que aún no ha podido asimilar. Su odio a su padre, en prisión, y su rencor hacia su madre, que no condena tan abiertamente como ella quisiera a su padre, son sentimientos que Michéle no puede controlar. Y quizá ese pasado está también en el origen de unos deseos sexuales un tanto extraños. Michéle no denuncia su violación, según ella porque no quiere que la policía vuelva sobre su pasado, pero pronto vamos comprendiendo que, en el fondo, ese ataque la ha excitado secretamente y, cuando al fin descubre la identidad de su agresor, no duda en repetir la experiencia, atraída por la violencia y el morbo.

Se dibuja así un personaje complejo, con difíciles relaciones laborales y personales, siempre a la defensiva, siempre segura de sí misma pero con algo que delata cierta angustia y cierta represión que solo parece abandonar mediante el sexo, bien con su amante (el marido de Anna, su mejor amiga y socia), bien intentando seducir al vecino y más adelante con su violador. Incluso en su trabajo, como dueña de una empresa de videojuegos, el sexo tiene un papel preponderante en su nuevo proyecto.

Y, en la línea a menudo provocadora de cierto cine francés, Verhoeven aprovecha la fuerza de Michèle para ofrecernos una visión amoral y no exenta de mucha ironía sobre la sociedad burguesa y las relaciones familiares, llenas de conflictos, renuncias, mentiras y engaños y donde, finalmente, solo la amistad sincera de Michèle y Anna (Anne Consigny) parece ser lo único verdadero entre todas las relaciones que presenciamos.

¿Es una buena película? Aquí sin duda entrarán en juego los gustos y las expectativas de cada persona. Es cierto que el relato está bien llevado por el director, que sabe mantener cierta intriga al tiempo que rodea a Michèle de múltiples sombras, lo que contribuye también a crear cierto misterio sobre su persona. Además, no sabremos nunca la reacción de los personajes, con lo que tanto el desarrollo de la historia como su desenlace serán del todo imprevisibles.

En cuanto al trabajo de Isabelle Huppert, donde reposa toda la carga dramática del film, para mí no pasa de ser correcto. Por momentos me pareció un tanto inexpresiva, a parte que, por su edad, me costaba verla como objeto de deseo de hombres más jóvenes que ella.

Por otro lado, es verdad que la duración del film me pareció excesiva; así como que, tal vez, peque de cierta pedantería, intentando utilizar la polémica sobre el personaje de Michèle y su comportamiento tan peculiar como elemento en que basar la fuerza del relato que, bien mirado, no deja de ser menos interesante, al final, de lo que prometía, con algunos momentos en que se espera algo más y con un desenlace un tanto banal.

Personalmente, valoro la originalidad, el atrevimiento, lo curioso de la historia, pero creo que en general se queda más en lo superficial, en lo morboso o curioso y no termina de trasmitirme nada en profundidad sobre el personaje de Michèle, que al final es un poco víctima de su propio misterio.

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