El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 21 de marzo de 2020

El malvado Carabel



Dirección: Fernando Fernán Gómez.
Guión: Fernando Fernán Gómez y Manuel Suárez Caso (Novela: Wenceslao Fernández Flórez).
Música: Salvador Ruiz de Luna.
Fotografía: R. Torres Nuñez (B&W).
Reparto: Fernando Fernán Gómez, María Luz Galicia, Julia Caba Alba, Rafael López Somoza, Manuel Alexandre, Joaquín Roa, Rosario García Ortega, Julio Sanjuán, Xan das Bolas.

A Amaro Carabel (Fernando Fernán Gómez), bondadoso por naturaleza, todo le va mal: en su trabajo le niegan una subida de sueldo para poder casarse y más tarde es despedido, con lo que su novia lo deja ante el incierto futuro que parece tener Amaro. Ante este cúmulo de desgracias, cree que ha sido su honradez la que le ha llevado a esa situación y decide convertirse en un hombre malvado.

Fernando Fernán Gómez es uno de los pilares del cine español del siglo XX, tanto como actor como en su faceta de director. A él le debemos algunas grandes películas de la historia de nuestro cine. Sin embargo, esta nueva adaptación a la pantalla de la novela de W. Fernández Flórez no es una de ellas.

El malvado Carabel (1956) resulta, especialmente en la actualidad, demasiado elemental, con situaciones muy obvias y sin demasiada chispa. La culpa, sin duda, es del guión, en el que también trabajó el propio director, y que desgraciadamente es de una calidad bastante pobre. Falta la comicidad en casi todas las situaciones y se recurre al chiste fácil y a las bromas demasiado burdas. No cuesta intuir que todos los intentos de Carabel de hacer el mal terminarán en fracaso pues, por encima de todo, acaba imponiéndose la naturaleza bondadosa, por encima de los deseos o la necesidad.

Quizá lo que chirría un poco es el final moralizador, con el protagonista recuperando el empleo y el amor; un arreglo demasiado perfecto, como debía ser en aquella España rancia y moralista, aunque en la historia se lancen no pocas cargas de profundidad contra esa bienpensante sociedad, bastante materialista e hipócrita.

Eso sí, la película nos sirve como escaparate de la vida, costumbres y moral de la España de mediados del XX, bajo un prisma algo exagerado, es evidente, pero donde se refleja la mojigatería, la precariedad y el atraso de la sociedad de aquellos años. Es quizá lo más interesante de la película.

En cuanto al reparto, Fernando Fernán Gómez es la figura principal de El malvado Carabel y, aunque aún se le notan ciertos fallos, comienza a dar muestras de su talento, que explotaría en su madurez. Junto a él, algunas de las figuras omnipresentes del cine de la época, como la maravillosa Julia Caba Alba, un jovencito Manuel Alexandre o el siempre habitual Xan das Bolas.

La película se deja ver con cierto agrado, más por la nostalgia de aquellos años y aquel cine, decididamente muy inocente y básico pero, no nos engañemos, es un film sin duda menor y uno tiene la impresión de que el argumento habría podido ser mucho mejor aprovechado.

En 1935, Edgar Neville realizó una primera adaptación de la novela, con el mismo título, y en 1962 llegó una nueva versión, mexicana esta vez, dirigida por Rafael Baledón.

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