El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 11 de abril de 2020

Sólo tú



Dirección: Norman Jewison.
Guión: Diane Drake.
Música: Rachel Portman.
Fotografía: Sven Nykvist.
Reparto: Marisa Tomei, Robert Downey Jr., Bonnie Hunt, Joaquim de Almeida, Fisher Stevens, Billy Zane, Adam LeFevre, John Benjamin Hickey, Siobhan Fallon.

A los once años, Faith Corvatch (Marisa Tomei) conoce el nombre de su alma gemela. Cuando años después recibe una llamada telefónica de dicho hombre, no duda en dejarlo todo para ir en su busca.

La comedia romántica parece haberse atascado en un laberinto de difícil salida, al menos mientras los guionistas de turno opten por la vía más sencilla y no intenten estrujarse un poco más las neuronas. Actualmente, resulta muy complicado encontrar una comedia romántica original, divertida y cautivadora.

Y Sólo tú (1994), por desgracia, no es una excepción a esta mediocridad imperante. La solución a la repetición de una fórmula muy gastada en el género (la pareja protagonista se busca, se encuentra, supera varias dificultades para poder disfrutar de un instante de unión para luego separarse, casi irremediablemente, antes de la reconciliación final) es buscar la originalidad en un argumento retorcido y absurdo que termina por dinamitar él solo la necesaria credibilidad de la historia para que el espectador pueda sentirse involucrado en ella y, de esa manera, participar de las desgracias y alegrías de los protagonistas.

Diane Drake, en un alarde de imaginación desbocada e ingenuidad infantil, teje una historia que se sostiene con alfileres desde el principio, aunque aún puede tener una justificación en virtud de un romanticismo idealizado al servicio del argumento. Pero como no encuentra inspiración más que en retorcer la historia al límite de lo plausible, la guionista va dando giros increíbles a la premisa inicial hasta convertirla en un despropósito. Al final, el hombre de quién se enamora Faith ha construido tal cantidad de mentiras que nadie en su sano juicio se fiaría lo más mínimo de él. Pero en Sólo tú parece que cualquier cosa vale con tal de complicarlo todo con la esperanza de que sea esta aparente sorpresa continua la que salve el film y lo haga atractivo para el público. Puede que funcione para muchos espectadores, pero desde mi punto de vista todo el argumento no es más que una absurda manera de afrontar una historia previsible, sin personajes realmente atractivos e interesantes y maquillar así la falta de originalidad y talento.

En realidad, los personajes carecen de verdadera entidad, no llegamos a conectar con ellos, a entenderlos y tanto la búsqueda de Faith de un hombre desconocido como su enamoramiento cuando cree encontrarlo resultan demasiado precipitados y poco convincentes. Es como si la premisa del film fuera que los protagonistas tuvieran que quedar reducidos a seres irreflexivos, impulsivos y alocados, sin más justificación que la fuerza de la búsqueda de un alma gemela que, para colmo, al final resulta tratarse de un engaño por parte del hermano de Faith.

A favor del film hay que decir que Norman Jewison aporta su buen hace tras la cámara y maquilla de alguna manera la poca entidad del relato, con una dirección acertada, llena de buen gusto y con algunas escenas muy hermosas. También le ayuda mucho el acierto con la pareja protagonista: Marisa Tomei derrocha encanto y frescura y Robert Downing Jr. consigue hacer bastante creíble a su personaje, casi un despropósito por culpa del guión. Y también está notable Bonnie Hunt, como la amiga infalible de Faith.

Sólo tú es una pobre represente del género, un film meramente comercial, superficial y destinado a un público absolutamente transigente con todo, entregado y sin el más mínimo espíritu crítico.

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