El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 3 de abril de 2020

Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar



Dirección: Woody Allen.
Guión: Woody Allen (Libro: David Reuben).
Música: Mundell Lowe.
Fotografía: David M. Walsh.
Reparto: Woody Allen, Gene Wilder, Lynn Redgrave, Louise Lasser, John Carradine, Lou Jacobi, Tony Randall, Anthony Quayle, Burt Reynolds.

Película compuesta de siete capítulos que analizan diversos aspectos relacionados con la sexualidad: un bufón que desea a su reina; un médico que se enamora de una oveja; una mujer que solamente se excita en lugares públicos; un maduro hombre casado al que le gusta vestirse de mujer; un programa concurso de televisión sobre fetichismos; un científico de temas sexuales que termina completamente loco y el mecanismo del cuerpo humano ante una relación sexual.

Se trata del cuarto largometraje del director, de 1972, y es evidente que a Woody Allen aún le quedaba mucho que pulir en su cine e incluso en su faceta como actor, en la que aún se muestra un tanto inseguro. Tenemos a un Woody Allen humorista, creador de chistes y sketches, pero aún le falta dar el paso que lo convierta en un director de películas por completo.

Sin embargo, a nivel de temática, empezamos a encontrar todo aquello que se convertirá en una constante en las películas del director: el sexo, la muerte, la religión, la educación, la familia.

Al tratarse de siete pequeños cortometrajes, en los que Allen plasma en imágenes los capítulos del libro homónimo de David Reuben en que se basa la película, no es fácil hacer una valoración global, porque, junto a algunos episodios bastante logrados, otros se quedan por debajo de la media, con situaciones no demasiado originales y acercamientos al problema sexual planteado un tanto simples. Y lo mismo puede decirse del nivel humorístico: junto a verdaderos buenos gags y chistes inteligentes nos encontramos con otros bastante simples.

La impresión general es que se trata de un film al que le falta bastante trabajo de elaboración; parece como una acumulación de primeras ideas sin pulir, sin afinar definitivamente. Incluso, algunos cortos parecen precipitados, sin una estructura bien trabajada. El conjunto se nos queda, hoy en día, como absolutamente ingenuo.

Puestos a escoger, el sketch del concurso de televisión me parece el más irónico y donde se hace una crítica más aguda sobre el medio televisivo y su banalización de todo, convertido en mero producto de consumo de masas, además de lanzar sus dardos contra la religión, un tema recurrente en la filmografía del director. Los tres primeros capítulos son menos originales, con planteamientos y desarrollos previsibles e incluso con finales demasiado abruptos, dando la sensación de estar peor elaborados. El del científico loco me pareció bastante bueno, con la secuencia de la teta gigantesca como todo un hallazgo. Por último, del capítulo final me quedo con el miedo del espermatozoide interpretado por Allen a abandonar el cuerpo hacia un mundo desconocido y lleno de peligros.

En resumen, sin duda estamos ante una película menor dentro de la filmografía de Woody Allen. No deja de ser una simple curiosidad que nos permite ver los inicios del director, pero que está aún muy lejos de lo mejor de su cine.

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