El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 15 de agosto de 2021

La bestia humana



Dirección: Jean Renoir.

Guión: Jean Ranoir (Novela: Émile Zola).

Música: Joseph Kosma.

Fotografía: Curt Courant (B&W).

Reparto: Jean Gabin, Simone Simon, Fernand Ledoux, Julien Carette, Blanchette Brunoy, Jean Renoir, Gérard Landry.

Lantier (Jean Gabin) es maquinista de tren en la línea París- Le Havre. Vive atormentado por sus extraños ataques de furia que le nublan la mente y que achaca a los vicios de sus antepasados por los que él tiene que pagar. Por ello, es un tipo que ha renunciado al matrimonio pero que, sin embargo, se enamorará locamente de Sévérine (Simone Simon), una mujer casada, manipuladora y promiscua.

Adaptación de la novela de Zola, tendencia ésta de las adaptaciones muy querida por el cine francés en determinada épocas, Renoir nos ofrece en La bestia humana (1938) una curiosa mezcla de realismo y cine negro donde las pasiones más poderosas parecen escapar al control humano.

La película gira en torno a tres personajes curiosos. Por un lado, Roubaud (Fernand Ledoux), empleado de la compañía de ferrocarriles y casado con la bella Sévérine. Roubaud se debate entre su pasión por su mujer, a la que desea de manera irrefrenable, y unos celos que lo consumen y que es incapaz de controlar, llegando a comportamientos de violencia física. Fruto de esos celos, Roubaud llegará a asesinar a un antiguo amante de Sévérine, buscando en ese crimen venganza y también una manera de retener a Sévérine a su lado como cómplice.

Ella, por su parte, dentro de su apariencia frágil e inocente, esconde una personalidad manipuladora y no duda en usar su atractivo con los hombres para conseguir lo que se proponga. Es la típica mujer fatal del cine negro y el rostro angelical de Simone Simon encaja a la perfección con su papel.

Lantier, por su parte, es otro ser extraño, solitario, atormentado por sus antepasados, borrachos, a los que achaca el que tenga esos momentos de ira ciega en que pierde el control de sus actos. Según él, está expiando las culpas de su familia. A pesar de su miedo a comprometerse con una mujer, precisamente por esos arrebatos violentos, no puede evitar enamorarse de Sévérine, aún sabiendo cómo es ella y dudando de sus intenciones. Lantier sabe que está siendo manipulado, pero su pasión es demasiado fuerte como para vencerla.

Los tres, en cierto modo, parecen marcados por el destino, incapaces de reconducir sus vidas, de controlar sus impulsos, de cambiar la negra sombra que parece cernirse sobre ellos. Sus actos parecen dominar su voluntad: en uno, los celos; en Sévérine la manipulación y en Lantier la violencia ciega. Es una lucha contra su propia condición donde no pueden ganar.

Renoir construye un film sombrío, lleno de miradas inquietantes, de una violencia contenida que estalla cuando menos se espera. Un drama humano que tiende sin remedio a la tragedia.

La pega que se le puede hacer a La bestia humana viene precisamente de esa dualidad que mencionaba antes: esa mezcla de realismo y cine negro. Alternan así los pasajes en que Renoir se detiene en mostrar la vida de los empleados del tren, con sus rutinas, los viajes, las anécdotas diarias, con los momentos centrados en ese triángulo amoroso. Y en esas alternancias el film pierde algo de intensidad, con momentos en los que se rompe el ritmo y la película se estanca.

En cuanto al reparto, nada que objetar. Jean Gabin fue uno de los grandes actores del cine francés de aquella época y es un actor que desprende naturalidad al tiempo que muestra una fuerza interior especial. Simone Simon es una perfecta mujer fatal, con una belleza dulce que explica su poder sobre los hombres y que esconde bajo su dulce mirada sus oscuras intenciones. Quizá Fernand Ledoux me haya parecido un escalón por debajo de sus compañeros, pero sin desentonar para nada.

La bestia humana puede que no esté a la altura de las obras maestras de Renoir, La gran ilusión (1937) y La regla del juego (1939), pero no deja de ser una muy buena película donde podemos disfrutar de un estilo de hacer cine que, por desgracia, parece perdido en la actualidad y que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana más allá de lo evidente. 

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