Dirección: Peter Bogdanovich.
Guión: Peter Bogdanovich y Larry McMurtry (Novela: Larry McMurtry).
Música: Phil Harris, Johnny Standley y Hank Thompson.
Fotografía: Robert Surtees (B&W).
Reparto: Timothy Bottoms, Jeff Bridges, Cybill Shepherd, Ben Johnson, Cloris Leachman, Ellen Burstyn, Eileen Brennan, Sam Bottoms, Randy Quaid, Sharon Taggart, John Hillerman, Clu Gulager.
Principios de los años 50. Sonny (Timothy Bottoms) y Duane (Jeff Bridges) están a punto de hacerse mayores, pero aún no han llegado a la madurez y pasan los días con sus novias, en el billar o en el cine de Anarene (Texas), un polvoriento y triste pueblo sin futuro.
Amante del cine clásico, homenajeando en la película explícitamente a Howard Hawks, Peter Bogdanovich nos ofrece un film que debe mucho a esos directores clásicos tan admirados por él, quizá de ahí el espléndido blanco y negro, y compone un retrato sincero, seco y amargo del mundo rural y, especialmente, del período crucial de la vida de las personas en que van perdiendo la inocencia y los sueños de la adolescencia para toparse de lleno con la realidad desnuda de la edad adulta.
Cinéfilo reconocido, el director no se limita a una sola referencia clásica. En la marquesina del cine se puede ver en un momento determinado cómo se anuncia el film Winchester 73 (1950), de Anthony Mann; y vemos también el encuentro en el cine de Sonny y su novia mientras se proyecta El padre de la novia (Vicente Minnelli, 1950), contemporánea del momento en que transcurre La última película y donde se puede comprobar la enorme distancia entre lo que nos cuenta el cine y la realidad de la vida cotidiana de Sonny.
Peter Bogdanovich no cede al optimismo, pero tampoco a la sensiblería. Su visión de la vida cotidiana en Anarene es tan seca como el pueblo. No emite juicios sobre nada, sencillamente ofrece un fresco de la vida que sentimos como verdadero, no solamente por la sinceridad de lo que cuenta, sin adornos, sino también por la estupenda entrega de un reparto lleno de caras nuevas y actores ya consagrados que parecen compartir la franqueza del relato con unos trabajos directos, sin adornos, pero tremendamente convincentes. De ahí los Oscars como mejores secundarios que ganaron Ben Johnson y Cloris Leachman.
Tanto Sonny como Duane viven al día y parecen preocuparse, inocente y torpemente, de los asuntos propios de su edad: el despertar sexual, buscarse un futuro, modesto eso sí, y poco más. Sin embargo, vemos cómo las personas adultas, con la experiencia y el desencanto del que ha probado la derrota, el desamor y la rutina, van advirtiendo a los dos jóvenes y anunciándoles que sus sueños juveniles no siempre encuentran su fruto.
La visión del mundo adulto que nos presenta el director es bastante negro y parece el destino marcado de antemano para Sonny y Duane. Porque en La última película (1971) no hay falsas esperanzas. Bogdanovich no nos ofrece el final feliz al uso, porque su historia quiere ser más un lienzo social auténtico que una historia edificante. Y aún así, La última película no es un film deprimente en realidad. Más bien, es un relato cargado de nostalgia, triste, que nos invade de melancolía, quizá porque recordamos nuestros mismos sueños de adolescencia, la simplicidad de aquellos años y la bendición de conservar aún cierta inocencia, una esperanza sin mácula, antes de que la realidad fuera imponiendo su implacable lección de dolor y desilusión. Es una etapa en la vida que, aunque no siempre culmine en la materialización de nuestros sueños, es imposible no recordar con cierta ternura, de ahí que la película no provoque en nosotros una profunda amargura después de todo.
La carga de tristeza y ese poso constante de nostalgia que desprende La última película provienen de su autenticidad; lo que vemos se asemeja tanto a la realidad que somos conscientes que no es un relato de ficción, sino algo que nos están contando alguien que lo ha vivido (Larry McMurtry vivió el final de su adolescencia en un pueblo parecido al del film) y sabe de lo que habla.
Bogdanovich también se muestra bastante valiente para la época con las escenas de desnudos, por ejemplo, que causaron cierto comprensible revuelo en su momento. Actualmente, por suerte, esas escenas se aceptan con menos polémica. Y digo por suerte porque el film es tan especial y contiene momentos tan logrados que sería una pena que esos desnudos eclipsaran los verdaderos logros y méritos de la película.
La última película recibió nada menos que ocho nominaciones a los Oscars, ganando finalmente los dos a los actores secundarios antes mencionados.
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