Dirección: Nicholas Ray.
Guión: Andrew Solt (Historia: Dorothy B. Hughes).
Música: George Antheil.
Fotografía: Burnett Guffey.
Reparto: Humphrey Bogart, Gloria Grahame, Frank Lovejoy, Carl Benton Reid, Art Smith, Jeff Donnell, Martha Stewart, Robert Warwick, Morris Ankrum.
Dixon Steele (Humphrey Bogart) es un guionista que atraviesa una mala racha. Un día, le proponen que adapte un libro para una película y le pide a una joven que lo ha leído que le haga un resumen esa noche. A la mañana siguiente, la chica aparece asesinada.
En un lugar solitario (1950) nos vuelve a llevar a esa época dorada de Hollywood repleta de grandes películas; una época donde el cine se asentaba en unos guiones excelentes, como es el caso aquí, donde no solo se plantea la intriga básica, en este caso sobre quién asesinó a la joven Mildred (Martha Stewart), sino que esa es en realidad una excusa para adentrarnos en la personalidad violenta del protagonista y también en los entresijos del mundo del cine.
En un lugar solitario es el retrato de Steele, un guionista que no ha escrito nada bueno en mucho tiempo y que tiene una merecida fama de huraño y agresivo. Parece una persona resentida con el mundo y que a la mínima provocación reacciona con una violencia exagerada. Solo parece apreciar a otros perdedores, con los que es extremadamente amable y comprensivo. Vive solo, sin esperanza ni en la vida ni en su trabajo. Su sinceridad despiadada no le ha granjeado muchos amigos en la industria del cine, pero es algo que parece no importarle demasiado.
Pero todo cambia cuando conoce a Laurel Gray (Gloria Grahame), su vecina, por la que se siente inmediatamente atraído. Steele cree haber encontrado en ella a la mujer que siempre había buscado y Laurel termina también enamorándose de él.
Sin embargo, su encuentro se produce a consecuencia del asesinato de Mildred y la policía sospecha directamente de Steele, la última persona con la que estuvo. Esas sospechas van prendiendo también en Laurel cuando va conociendo mejor a Steele y comprueba su agresividad incontrolada. Irremediablemente, esas sospechas minan los sentimientos de Laurel hacia él y termina decida a abandonarlo, asustada por su carácter y temiendo realmente que sea el asesino.
Todo ello nos brinda un film realmente diferente, muy interesante, en el que la intriga sobre el asesinato de Mildred nos mantiene en vilo, pero donde lo fundamental es el estudio de la personalidad humana, las frustraciones, el papel redentor del amor, el miedo, el fracaso o la soledad. Sin duda todo un universo denso que Nicholas Ray sabe presentar sin fisuras, con un relato directo.
Para ello cuenta con un excelente Bogart, en uno de sus papeles más curiosos. Dentro de la mejor tradición del cine negro, Steele no es un ganador, no es un hombre sencillo. Al contrario, el personaje está lleno de sombras y el espectador, como Laurel, se siente atraído por él al tiempo que le teme, deseando que se redima, que sea inocente, pero sin poder sentir ninguna seguridad de que así sea. Al contrario que en otras cintas de cine negro, Gloria Grahame no es la mujer fatal que lleva al protagonista a su perdición. Más bien, es su tabla de salvación, su última esperanza. Pero en consonancia con el tono pesimista del género, tanto Steele, por su carácter violento, como Laurel, por sus miedos y falta de fe en él, terminan por dinamitar la relación. El amor no es suficiente, el miedo termina venciendo y Laurel no puede acallar sus temores. Cuando finalmente todo se aclara, el daño es ya irreparable.
Diálogos bien construidos, narración precisa, interpretaciones llenas de profundidad, en especial Bogart, y sin embargo encuentro que En un lugar solitario no alcanza la cima. Desde mi punto de vista, falla el envoltorio. Lo que suele hacer de un buen film algo excepcional es cuando se vislumbra mucho más alrededor de la historia principal, más caminos que se podrían recorrer, cuando los personajes tienen un pasado. En este caso, todo se concentra en el protagonista y el resultado final parece algo desangelado.
Aún así, se trata de film único que nos demuestra el talento tanto de guionistas como de directores y actores en una época dorada del cine norteamericano, cuando hacer una película no era un mero proceso mecánico, como parece que es el caso de muchas producciones actuales.
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