El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 12 de octubre de 2021

Tierras lejanas



Dirección: Anthony Mann.

Guión: Borden Chase.

Música: Joseph Gershenson.

Fotografía: William H. Daniels.

Reparto: James Stewart, Ruth Roman, Corinne Calvet, Walter Brennan, John McIntire, Jay C. Flippen, Harry Morgan, Steve Brodie, Connie Gilchrist, Robert J. Wilke, Chubby Johnson, Royal Dano, Jack Elam.

Jeff Webster (James Stewart) y su amigo Ben Tatum (Walter Brennan) se dirigen al Yukon (Canadá) con un rebaño de vacas para vender en Dawson, un pueblo de buscadores de oro. Sin embargo, nada más llegar a Skagway (Alaska), Jeff se topa con el corrupto shérif del pueblo, Gannon (John McIntire), que le confisca el ganado.

James Stewart dejó la comedia de lado y en los años 50 del pasado siglo inició una fecunda relación con Anthony Mann en el terreno del western. Tierras lejanas (1955) es una de las mejores películas que nacieron de esta colaboración con el director.

Con el telón de fondo de unos espectaculares paisajes, el film se centra en la figura de Jeff, un vaquero inquieto que ha recorrido medio país y que siempre encuentra un motivo para no asentarse en ningún lugar, desatendiendo el sueño de su amigo Ben de comprar un rancho en Utah, donde llevar una vida tranquila. Pero Jeff es un tipo extraño, independiente y que, fruto de un desengaño con una mujer en el pasado, ha decidido no depender ni necesitar a nadie. No pide ayuda y tampoco parece dispuesto a prestársela a nadie. 

Sin embargo, cuando se relacione con los buscadores de oro y llegue a formar parte de la comunidad, su determinación de permanecer al margen de todo empezará a resquebrajarse y poco a poco comienza comprender que no se puede vivir de espaldas de la gente.

Se trata, por lo tanto, de un enfoque diferente del western, acorde con los nuevos tiempos, que rompe con la tradición más clásica de los comienzos del género. El protagonista ya no es un héroe ejemplar, sino que se trata de un personaje más complejo, con un pasado que lo persigue, y que ha de redimirse con la ayuda de sus amigos, venciendo sus prejuicios. 

El acierto de Anthony Mann es saber conjugar perfectamente esta lucha interior del protagonista con la épica del western. La historia de superación de Jeff no interfiere con la lucha de los buscadores de oro contra la naturaleza agreste, la avaricia de algunos y la esperanza de llevar la civilización a nuevos territorios. El enfrentamiento de la gente trabajadora y humilde contra la corrupción y la crueldad del que impone la ley del más fuerte es el marco perfecto para la transformación de Jeff.

James Stewart nos brinda de nuevo una magnífica interpretación, demostrando su talla como actor, pues tanto en la comedia como en papeles dramáticos demostraba con solvencia el dominio de todos los registros. Pero además tenemos la oportunidad de disfrutar con aquellos genuinos secundarios de lujo que poblaban las películas en aquellos años dorados. El impagable Walter Brennan, en su maravilloso registro de bonachón fiel, acompaña a un soberbio John McIntire, uno de esos actores que, sin estridencias, creaba personajes sólidos como rocas, en este caso dando vida al cruel, avaricioso y cínico shérif de Skagway, creando uno de los malvados más reconocibles del western.

Sin duda, estamos ante todo un clásico del western. Un relato sencillo pero que encierra muchas lecturas y que no pierde nada de la esencia genuina del género.

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