El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 1 de noviembre de 2021

No matarás... al vecino




Dirección: Joe Dante.

Guión: Dana Olsen.

Música: Jerry Goldsmith.

Fotografía: Robert M. Stevens.

Reparto: Tom Hanks, Bruce Dern, Fisher,  Rick Ducommun, Corey Feldman, Wendy Schaal, Henry Gibson, Brother Theodore, Courtney Gains.

A un elegante barrio residencial acaban de llegar los Klopek, cuyo extraño comportamiento llama la atención de sus vecinos: no salen durante el día y todas las noches salen extraños ruidos del sótano.

No matarás... al vecino (1989) es una comedia negra un tanto surrealista que nos puede recordar por momentos a Alfred Hitchcock y su Ventana indiscreta (1954), por el tema de los vecinos que espían a otros vecinos, o, hilando más fino, a Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944), por el humor negro, los crímenes y lo disparatado de la historia. Por desgracia, el resultado se queda a años luz de ambos precedentes: ni la tensión está tan bien llevada como la del director inglés, ni la comedia es tan inteligente y sublime como en Capra.

Y es que, aunque la idea inicial del film pueda resultar de cierto interés, lamentablemente el guión resulta del todo fallido. Me dio la impresión de un trabajo un tanto chapucero, carente de verdadero nivel, recurriendo a un humor burdo, ramplón, totalmente básico, elemental, infantil. Nunca me gustó ese humor que se basa exclusivamente en los excesos y eso es exactamente lo que tenemos aquí. Es un humor sin inteligencia, sin chispa, que no me sacó ni una sonrisa a lo largo de toda la película.

Se recurre a la caricatura más básica a la hora de dibujar a los personajes, que resultan artificiosos y toscos: desde el vecino comilón (Rick Ducommun) al veterano de guerra (Bruce Dern), pasando por el joven Ricky (Corey Feldman), un prodigio de sobre excitación y sobre actuación a partes iguales. ¿Y qué decir de los Klopek?: es tan excesiva la caracterización que se parecen más a dibujos animados salidos de una mente trastornada que a personas reales.

El único interés que puede hacernos aguantar hasta el final es descubrir quienes son realmente y que hacen en el sótano los Klopek. En ello asienta Joe Dante la intriga que pueda mantener nuestro interés hasta el desenlace. El problema es que no basta con crear un elemento de tensión si el desarrollo del argumento es poco imaginativo y recurriendo siempre a un humor escasamente inteligente. Incluso los artificios de Dante a la hora de dirigir el film, buscando dinamismo y cierto toque personal, tampoco me resultaron especialmente inspirados, sino más bien irritantes por momentos.

Tal vez se pueda rescatar esa crítica a la sociedad burguesa, que vive en bonitos barrios y aparenta tener cierta clase pero que, en realidad, son personas sin demasiada educación, con una vida rutinaria y ese espíritu cotilla que les lleva a sobrepasar los límites de la buena vecindad. Como reconoce Ray Peterson (Tom Hanks), los raros son ellos, la gente aparentemente normal. Es, desde mi punto de vista, el único detalle que se salvaría del desastre general.

No sé si es fruto del guión tan básico, pero el trabajo de los actores me pareció igualmente desangelado. Tom Hanks es uno de los actores contemporáneos que me resultan más interesantes, pero he de reconocer que me ha defraudado en esta ocasión, puede que por culpa del director, no lo sé, pero parecía como desganado, sin chispa. Y lo mismo me pareció el trabajo de Henry Gibson, que se pasea como un alma en pena. Bruce Dern tampoco parecía a la altura de su reputación y el joven Corey Feldman parecía actuar atacado todo el tiempo por una extraña corriente eléctrica interior; solamente Carrie Fisher me resultó mínimamente acertada.

No sé, parece ser que No matarás... al vecino tiene sus rendidos admiradores, pero me cuesta encontrar algo mínimamente interesante en este cúmulo de majaderías sin pizca de imaginación.

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