El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 18 de diciembre de 2021

Recuerdos



Dirección: Woody Allen.

Guión: Woody Allen.

Música: Varios.

Fotografía: Gordon Willis (B&W).

Reparto: Woody Allen, Charlotte Rampling, Jessica Harper, Marie-Christine Barrault, Tony Roberts, Daniel Stern, Amy Wright.

Sandy Bates (Woody Allen), un director de comedias, entra en una crisis profesional cuando decide que quiere hacer películas serias, al tiempo que intenta encontrar un sentido a su vida personal.

Recuerdos (1980) es quizá el film más desconcertante de Woody Allen. Llega tras los éxitos de Annie Hall (1977) y Manhattan (1979), las dos grandes comedias de los primeros años del director y por eso Recuerdos resulta tan anómala.   

La película podría interpretarse como una especie de confesión de Allen acerca de su trabajo y su vida. El protagonista, también director de comedias de éxito, no desea seguir por ese camino, parece necesitar expresar el dolor que percibe a su alrededor, el dolor del mundo, de la vida, del amor. Sin embargo, el propio artista negó que así fuera, a pesar de que resulta difícil no encontrar paralelismos entre Sandy y Woody.

Lo que sí encara la película nuevamente son las preocupaciones constantes en el cine del director. Está el tema del amor como eje básico de la existencia y Sandy se debate entre tres mujeres diferentes; cada una le aporta algo distinto y ninguna le llena por completo. Quizá la solución sería poder transplantar de una a otra lo mejor de cada persona y hacer una mujer completa a su imagen, como se detalla en una secuencia del film, pero aún así terminaría enamorándose de las partes imperfectas. El amor, en el fondo, no se puede racionalizar y no se puede saber lo que nos puede realmente enamorar de otra persona.

También aborda la importancia del arte como un medio de mejorar el mundo. Por ello Sandy está en crisis, porque cree que las comedias son algo intrascendente, que necesita dar un giro a su carrera y expresar temas más importantes, como el dolor, la angustia, el sentido de la vida...

Y llegamos así a otro tema recurrente en Allen: la muerte. Esta obsesión se plasma claramente en la secuencia en que sueña que es asesinado. Al final, la vida parece reducirse a intentar prepararse para la muerte. Todo lo que hagamos estará determinado por ese final implacable. 

En todo caso, lo que sí parece es que Recuerdos es una especie de versión personal, una parodia, de la película 8 1/2 (1963) de Federico Fellini. Ambas tienen una similitud argumental evidente, además de no seguir un desarrollo lineal o el mezclar realidad con sueños en un relato a veces confuso; y eso explica también ciertas secuencias, como las de la playa, y los extraños rostros que pueblan Recuerdos. 

El resultado es un film que estéticamente me resultó desagradable: casi todos los personajes secundarios son feos, gordos, grotescos, casi deformes, y el uso de la cámara, con primeros planos muy cerrados y un exceso de protagonismo de la misma, hacen que la película me pareciera muy poco atractiva y con un aire de decadencia que le daba un intenso tinte trágico. Si a ello le unimos que encontré muy poca gracia en los chistes de Allen, que están en su línea habitual, pero con mucha menos inspiración, el resultado fue una experiencia un tanto deprimente.

Es evidente que Woody Allen ha optado por un enfoque distinto a lo que era habitual en sus películas precedentes pero, desde mi punto de vista, el resultado no es satisfactorio. Recuerdos es desconcertante, pero sin que ello aporte un plus a las intenciones del director, sino más bien lo contrario. Allen consigue que me pierda en los detalles (rostros, encuadres, iluminación, decorados, hilo narrativo) y que el verdadero mensaje se diluya en toda esa parafernalia. Afortunadamente, el experimento se quedó en algo anecdótico y el director volvería a caminos más conocidos y Recuerdos se queda como un curioso experimento sin descendencia.

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