Dirección: Vicente Minnelli.
Guión: Albert Hackett y Frances Goodrich. Personajes: Edward Streeter.
Música: Albert Sendrey.
Fotografía: John Alton.
Reparto: Spencer Tracy, Joan Bennett, Elizabeth Taylor, Don Taylor, Billie Burke, Moroni Olsen, Richard Rober, Marietta Canty.
Tras el éxito cosechado con El padre de la novia (Vicente Minnelli, 1950), la productora se embarca sin demora en El padre es abuelo (1951) con el fin de aprovechar el tirón de la primera. Mismo equipo para una más que meritoria continuación de los problemas familiares del señor Banks.
Tras casar a su hija Kay (Elizabeth Taylor), la vida de Stanley Banks (Spencer Tracy) va volviendo a la normalidad. Con la hipoteca pagada y sus hijos ya mayores, Stanley se siente libre para poder disfrutar con su esposa de un merecido viaje. Sus planes, sin embargo, se vendrán de pronto abajo cuando Kay les anuncia que espera un hijo.
El padre es abuelo siguen fielmente la línea argumental de El padre de la novia y continua también con el tono de comedia sencilla y bien intencionada de ésta. Si la primera entrega había funcionado, parecía lógico no desviarse de la línea marcada.
Sin embargo, si bien en la primera entrega me parecía que la trama estaba un poco cogida con alfileres y además el paso del tiempo la había envejido notablemente, con El padre es abuelo siento que la cosa funciona bastante mejor.
Por un lado, resulta más comprensible la crisis de un hombre al recibir la noticia de que va a ser abuelo, con lo que ello supone para su autoestima, al recibir de pronto, como una bofetada, la constatación irrefutable del paso del tiempo. Pero como no se trata de una película para hacernos reflexionar demasiado, el planteamiento se queda en la superficie. Aunque, de todos modos, también es verdad que muchas de las situaciones planteadas rozan lo absurdo, en especial esa especie de rechazo del abuelo por su nieto, muy poco convincente se mire como se mire. Supongo que es lo que tienen las comedias, han de tomarse ciertas licencias, aunque en este caso algunas se lleven un poco lejos.
Aún así, en general, creo que tanto las situaciones planteadas como el tono de la película superan para mi gusto a los de la primera entrega. Las reacciones y reflexiones de Stanley me resultan más logradas, más razonables si se quiere. E incluso la comicidad, sin resultar para nada sobresaliente, sí que cuenta con pequeñas pinceladas de cierta inspiración. Hay incluso un tono de ternura presente en toda la historia del que carecía El padre de la novia y que le va como anillo al dedo a la comedia.
Si en El padre de la novia Spencer Tracy y Elizabeth Taylor eran los protagonistas absolutos, en este caso esa tarea recae casi por entero en Tracy. Y de nuevo tengo que mostrar mi admiración por el talento de este actor, que resulta protentoso dentro de una naturalidad tan sencilla que nunca da la impresión de estar actuando. De hecho, su presencia es el motivo principal que me llevó a animarme a contemplar esta película. Elizabeth Taylor sigue estando bien, pero su papel se ve reducido y cobran algo más de protagonismo los personajes de Joan Bennet (la señora Ellie Banks) o Don Taylor (el esposo de Kay).
Vicente Minnelli sigue también con su amable crítica de las costumbres y los vicios de la clase media americana de la época, al igual que en la primera parte, pero siempre con un tono amable típico de este estilo de planteamientos donde, pese a la crítica, se transmite el buen nivel de vida norteamericano que termina por contagiarnos cierta envidia.
No es que sea una película inovidable, pero en general resulta agradable de ver, el ritmo es bueno y la película se pasa en un vuelo. Hay que anotar, claro está, el inevitable paso del tiempo, que resulta más dañino en este tipo de películas. Para pasar un rato entretenido sin más.
Tras casar a su hija Kay (Elizabeth Taylor), la vida de Stanley Banks (Spencer Tracy) va volviendo a la normalidad. Con la hipoteca pagada y sus hijos ya mayores, Stanley se siente libre para poder disfrutar con su esposa de un merecido viaje. Sus planes, sin embargo, se vendrán de pronto abajo cuando Kay les anuncia que espera un hijo.
El padre es abuelo siguen fielmente la línea argumental de El padre de la novia y continua también con el tono de comedia sencilla y bien intencionada de ésta. Si la primera entrega había funcionado, parecía lógico no desviarse de la línea marcada.
Sin embargo, si bien en la primera entrega me parecía que la trama estaba un poco cogida con alfileres y además el paso del tiempo la había envejido notablemente, con El padre es abuelo siento que la cosa funciona bastante mejor.
Por un lado, resulta más comprensible la crisis de un hombre al recibir la noticia de que va a ser abuelo, con lo que ello supone para su autoestima, al recibir de pronto, como una bofetada, la constatación irrefutable del paso del tiempo. Pero como no se trata de una película para hacernos reflexionar demasiado, el planteamiento se queda en la superficie. Aunque, de todos modos, también es verdad que muchas de las situaciones planteadas rozan lo absurdo, en especial esa especie de rechazo del abuelo por su nieto, muy poco convincente se mire como se mire. Supongo que es lo que tienen las comedias, han de tomarse ciertas licencias, aunque en este caso algunas se lleven un poco lejos.
Aún así, en general, creo que tanto las situaciones planteadas como el tono de la película superan para mi gusto a los de la primera entrega. Las reacciones y reflexiones de Stanley me resultan más logradas, más razonables si se quiere. E incluso la comicidad, sin resultar para nada sobresaliente, sí que cuenta con pequeñas pinceladas de cierta inspiración. Hay incluso un tono de ternura presente en toda la historia del que carecía El padre de la novia y que le va como anillo al dedo a la comedia.
Si en El padre de la novia Spencer Tracy y Elizabeth Taylor eran los protagonistas absolutos, en este caso esa tarea recae casi por entero en Tracy. Y de nuevo tengo que mostrar mi admiración por el talento de este actor, que resulta protentoso dentro de una naturalidad tan sencilla que nunca da la impresión de estar actuando. De hecho, su presencia es el motivo principal que me llevó a animarme a contemplar esta película. Elizabeth Taylor sigue estando bien, pero su papel se ve reducido y cobran algo más de protagonismo los personajes de Joan Bennet (la señora Ellie Banks) o Don Taylor (el esposo de Kay).
Vicente Minnelli sigue también con su amable crítica de las costumbres y los vicios de la clase media americana de la época, al igual que en la primera parte, pero siempre con un tono amable típico de este estilo de planteamientos donde, pese a la crítica, se transmite el buen nivel de vida norteamericano que termina por contagiarnos cierta envidia.
No es que sea una película inovidable, pero en general resulta agradable de ver, el ritmo es bueno y la película se pasa en un vuelo. Hay que anotar, claro está, el inevitable paso del tiempo, que resulta más dañino en este tipo de películas. Para pasar un rato entretenido sin más.
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