El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 24 de febrero de 2013

Rocky



Dirección: John G. Avildsen
Guión: Sylvester Stallone
Música: Bill Conti
Fotografía: James Crabe
Reparto: Sylvester Stallone, Talia Shire, Burt Young, Carl Weathers, Burgess Meredith, Thayer David, Joe Spinell

Rocky Balboa (Sylvester Stallone) es un boxeador de segunda fila, y no muy inteligente, al que ya le pasó su mejor momento y que solo pelea en combates menores por afición, mientras se gana la vida como matón de un  prestamista de segunda fila. Pero un día, por sorpresa, se le presenta una oportunidad única: pelear por el título contra el campeón Apollo Creed (Carl Weathers).

Bien mirada, Rocky (1976) es una película bastante elemental: un cuento de hadas sobre el mundo del boxeo bastante moralista y un tanto increible, cargado de tópicos y situaciones no muy convincentes. Y sin embargo, fue todo un bombazo el año de su estreno, llevándose el Oscar al mejor film, logrando records de reacudación en todo el mundo y lanzando al estrellato a su protagonista, Sylvester Stallone. ¿Dónde está el truco?

El truco reside en que Rocky cuenta una bonita historia de superación. Es un film optimista que ejemplifica el conocido sueño americano del éxito en una persona normal, de la calle, un tipo vulgar y sin demasiadas luces, pero que tiene la ocasión de redimirse de su vida gris y fracasada gracias a un golpe de suerte, pero también gracias a su esfuerzo y su talento. A la vez, Rocky es un gran tipo, un hombre con un gran corazón que intenta no hacer daño a nadie y ayudar a los jóvenes de su barrio para que no terminen en la cloaca. Así pues, la película contiene unos hermosos valores con los que es muy difícil no identificarse.

Sin embargo, hay algo más. Y es la manera en que el cine norteamericano sabe sacar petróleo de este tipo de historias gracias a una serie de pequeños trucos, vistos repetidas veces pero que siguen funcionando de maravilla. Por un lado, cargar siempre las tintas de entrada para que la gesta del protagonista sea aún más memorable y conmovedora. De esta manera, Rocky es presentado como un tipo bastante cortito con una vida muy miserable: vive en un apartamento asqueroso, lo han echado del gimnasio donde se entrenaba y anda detrás de una joven excesivamente tímida que, como él, no parece tener ningún futuro ante ella.

El punto de partida no puede ser más bajo. Pero así el milagro será mayor. Y el milagro se va a haciendo realidad cuando Rocky comienza a entrenarse para el gran combate. Con unos comienzos solitarios y duros, poco a poco vemos su transformación al ritmo de la pegadiza y genial partitura de Bill Conti, que ha pasado por méritos propios al Olimpo de las bandas sonoras, hasta la famosa escena en que sube la escalinata y alza los brazos al cielo de Filadelfia.

Y es así como llegamos a la apoteosis final: la pelea por el título. Aquí entra en escena otro truco más: cargar las tintas presentado a Apollo Creed como un bufón engreído y hortera. Es la pequeña dosis de maquineismo y manipulación emocional que nos predispone para vivir el momento culminante de la película. Y al igual que el resto del film, el combate resulta también poco creíble; se cargan las tintas en unos golpes demoledores de los que milagrosamente logran sobrevivir los dos púgiles; se lleva al límite de sus fuerzas a Rocky y a Apollo y, como colofón, se da por vencedor (injustamente para el 100% de los espectadores) al segundo para poder vendernos una continuación al drama. Pero la película no acaba mal. Porque Rocky ha demostrado de lo que es capaz y, además, culmina su gesta abrazándose a su amada Adrian (Talia Shire) en una escena espectacular y conmovedora.

La película tampoco destaca especialmente por el trabajo de los actores del reparto. Stallone ya se sabe que no es ningún prodigio actuando; además, su personaje es un pequeño cúmulo de tics un tanto exagerados. A pesar de ello, tenía el físico para el papel y con tanta carga sentimental acaba por resultar conmovedor y convincente. Talia Shire también exagera un tanto su timidez al principio, pero va ganando peso conforme avanza su relación con Rocky. En la escena final ya estamos rendidos a su encantadora timidez y su mirada franca. Burt Young cumple bastante bien, lo mismo que Burgess Meredith, con un papel bastante corto pero muy agradecido. De Carl Weathers (Apollo), otro actor cachas, podemos decir algo parecido a lo comentado acerca de Stallone: buena presencia física y escasos recursos interpretativos.

El guión de Rocky es obra del propio Stallone, que se inspiró en un combate que enfrentó a Muhammad Ali y a un boxeador llamado Chuck Wepner. Parece que el actor supo ver el potencial del mismo, pues puso como condición que, de llevarse al cine, él interpretaría al protagonista, y ello cuando era un actor casi desconocido.

Sensiblera y manipuladora, Rocky tuvo un éxito espectacular y dio pie a una franquicia explotada hasta lo absurdo. A pesar de no ser, ni de lejos, la mejor película sobre el mundo del boxeo, fue sin duda la más popular, el ícono de esta subgénero cinematográfico. Recibió nada menos que diez nominaciones, si bien se quedó finalmente con tres Oscars: mejor película, director y montaje.

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