El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 3 de marzo de 2013

Plan de vuelo: desaparecida



Dirección: Robert Schwentke.
Guión: Peter A. Dowling & Billy Ray.
Música: James Horner.
Fotografía:Florian Ballhaus.
Reparto: Jodie Foster, Peter Sarsgaard, Sean Bean, Erika Christensen, Marlene Lawston, Kate Beahan, Michael Irby, Assaf Cohen, Greta Scacchi, Matt Bomer.

Kyle Pratt (Jodie Foster), una ingeniera aeronáutica residente en Berlín, acaba de perder a su marido en trágicas circunstancias, por lo que decide regresar a su país, Estados Unidos, con su hija Julia (Marlene Lawston), de seis años. Pero durante el vuelo, Julia desaparece. Cuando Kyle comienza a buscarla se encuentra con las reservas de la tripulación, pues nadie parece haber visto a Julia subir al avión y ni siquiera aparece en la lista de embarque.

Plan de vuelo: desaparecida (2005) nos hace pensar inevitablemente en Alarma en el expreso (Alfred Hitchcock, 1938), pues comparten ambas una misma base argumental. Por ello no es de extrañar que la película nos enganche desde el principio, pues la misteriosa desaparición reune todos los elementos de un buen truco de magia.

Además, en esta primera parte de la película, el guión es lo bastante bueno como para plantear la posibilidad de que la existencia de la niña no sea más que el fruto de la imaginación de Kyle, posiblemente a causa del dolor por unas pérdidas irreparables. Y si el film hubiera apostado por esta solución estaríamos hablando de una película sin duda muy original y arriesgada, que nos hubiera sorprendido y descolocado gratamente. Por desgracia, el guión de Dowling y Ray no va a buscar la originalidad ni la sorpresa, sino que se vuelca abiertamente en lo previsible para desmontar las buenas impresiones que nos había causado en la primera parte de la historia.

Así que cuando llega la hora de poner las cartas sobre la mesa, la trama se derrumba estrepitosamente. Lo que hubiera podido ser un thriller psicológico muy interesante se transforma en un film de acción muy previsible, sin interés y, lo que es peor, con muy poca credibilidad. Y es que las explicaciones y aclaraciones finales son tan torpes y desvelan un tinglado tan pobre que no conseguimos creernos nada de nada. Todo el entramado resulta demasiado fantástico, requiere de tantas casualidades y de crímenes tan gratuitos que termina decepcionándonos sin remedio.

Y es entonces cuando comprendemos que el extraño comienzo del film (el encuentro de Kyle con su esposo, la charla en el patio, el depósito de cadáveres), dispuesto para mantenernos alerta desde el primer minuto, finalmente es lo que parecía ser: un juego de engaños sin más utilidad que jugar con nosotros. Y es que el malísimo desenlace acaba por desvelar todos los trucos baratos de un guión tramposo que se resuelve de una manera lamentable.

Afortunadamente, contamos con Jodie Foster. Su presencia dignifica notablemente la cinta. Es más, dudo que con otra actriz de menos peso el film pudiera salir medianamente airoso. Y es que su trabajo es admirable y ella sola mantiene el interés, especialmente en la parte central de la historia, cuando se plantean las dudas sobre la existencia o no de Julia. Y es que Jodie Foster pasa de la desesperación a la ira y de aquí al dolor de un modo totalmente verosímil y estremecedor. Sin embargo, el resto del reparto, con cumplir más o menos bien, se queda a años luz de Jodie, resultando incluso algo desangeladas las actuaciones tanto de Peter Sarsgaard como Sean Bean.

No es suficiente tomar una buena idea, como es la de Alarma en el expreso, para hacer una buena película de intriga. Es más, cuanto más inverosímil o extraño es el punto de partida, más importante es contar con una sólida historia bien trabajada hasta el mínimo detalle. El cine actual parece demasiado deudor de la taquilla y los golpes de efecto para poder resultar medianamente convincente. O al menos es la impresión que saco tras ver películas como esta.

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