Dirección: Tim Burton.
Guión: John August (Novela: Daniel Wallace).
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Philippe Rousselot.
Reparto: Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Helena Bonham Carter, Steve Buscemi, Danny DeVito, Marion Cotillard, Jeff Campbell, Missi Pyle.
William Bloom (Billy Crudup) lleva tres años sin hablarse con su padre Edward (Albert Finney) cuando recibe una llamada de su madre (Jessica Lange) en la que le informa de su grave estado de salud. William regresa para estar a su lado en esos últimos momentos y, al tiempo, intentar averiguar quién es realmente su padre, pues cree que no lo conoce en absoluto.
De nuevo Tim Burton nos regala una de sus personales películas donde crea un mundo un tanto mágico y fantástico, ajeno a la realidad cotidiana. Big Fish (2003) es un cuento, en la línea de Eduardo Manostijeras (1990), plagado de un universo extraño de seres anormales, brujas, enanos y, sobre todo, repleto de cuentos imposibles nacidos de la mente maravillosa de un hombre al que la realidad se le ha quedado pequeña. Sólo su hijo parece no comprenderlo, porque su hijo hubiera querido un padre normal, un modelo al que poder imitar. Pero su padre es inimitable y ello desconcierta a William, que desea poder comprender a su padre antes que sea demasiado tarde.
En el fondo, Burton nos plantea el dilema de elegir entre un mundo maravilloso, pero falso, o la realidad cotidiana. Entre ambos, al menos en la figura de William, no hay reconciliación posible. Está claro que, al final, se impondrá la visión del padre, al que finalmente aceptará William tal y como era: una buena persona que prefería inventarse su propio universo lleno de belleza, bondad y magia antes de contentarse con una vida rutinaria y sin poesía. William descubrirá así la diferencia entre la mentira y la fantasía.
Y dentro de este mundo de fantasia, Tim Burton juega con las ideas preestablecidas y le da la vuelta a la tortilla: los ogros son buenos, las brujas amables, los hombres lobos juguetones. Todo lo que nos asustaba de niños no es tan terrible en realidad. Son seres solitarios, desplazados o rechazados por la sociedad por ser diferentes en apariencia, pero en realidad tan necesitados de afecto como cualquiera. Por el contrario, los verdaderos peligros son otros: la intolerancia, la ambición o el dinero.
Para poner en pie esta fantasía bien intencionada, Burton se sirve de una puesta en escena impecable apoyada en una fotografía preciosista que por momentos crea un universo de cuentos de hada brillante e impoluto y, por momentos, escenifica el mundo de nuestras pesadillas con arañas, bosques encantados y tinieblas. Pero siempre con una eficacia y una perfección formal intachables. A la par de ese universo visual preciosista, también los diálogos están cuidados al detalle y Big Fish nos regala algunas frases maravillosas, de esas que merecen guardarse entre algodones.
Sin embargo, no todo es perfecto. Quizá el mayor inconveniente de Big Fish es su excesiva duración que lleva a que el film tenga algunos altibajos, con momentos que se hacen un tanto pesados. Y es que no todas las historias que pueblan Big Fish tienen la misma intensidad ni la misma belleza. Hubiera sido mejor haber concentrado algo más la historia, sin algunos capítulos concretos que se podían haber limitado o suprimido sin problema (como el de la Guerra de Corea). Dominan, sin embargo, los pasajes entrañables, las situaciones curiosas y algún detalle gracioso, aunque echo de menos más situaciones simpáticas, como la del asalto al banco, que le vendrían muy bien a la historia. Aunque el tono general no pretende ser de comedia, sino más bien de drama, como se evidencia en la parte final, realmente emotiva, y donde Burton saca a relucir su dominio del relato y nos brinda unos minutos llenos de belleza y emoción. Sin duda el broche de oro a una historia tan personal.
En cuanto al reparto, magnífico el trabajo de Albert Finney encarnando a Edward Bloom de mayor y excelente también la interpretación de Jessica Lange, una actriz que crece con los años. En cuanto a Ewan McGregor, que encarna a Edward Bloom de joven, su trabajo es quizá el que menos me convenció. No es que desentone, pero le falta encanto, carisma, expresividad. Aún así, está correcto. Completan un buen reparto nombres como Danny DeVito, con una breve aparición, Helena Bonham Carter, pareja de Burton en la vida real, y que está muy bien en sus dos papeles (bruja y joven enamorada de Edward) y el eficaz Steve Buscemi, también con un pequeño papel.
Tanto para aquellos entusiastas del estilo de este peculiar director como los que se acerquen por primera vez al universo de Tim Burton, creo que Big Fish no dejará a nadie indiferente. Es, sin duda alguna, un film diferente, original y con muchas y muy diversas moralejas que, salvando el problema de su duración, merece la pena ser disfrutado con atención.
La película recibió una nominación por la banda sonora.
Guión: John August (Novela: Daniel Wallace).
Música: Danny Elfman.
Fotografía: Philippe Rousselot.
Reparto: Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Helena Bonham Carter, Steve Buscemi, Danny DeVito, Marion Cotillard, Jeff Campbell, Missi Pyle.
William Bloom (Billy Crudup) lleva tres años sin hablarse con su padre Edward (Albert Finney) cuando recibe una llamada de su madre (Jessica Lange) en la que le informa de su grave estado de salud. William regresa para estar a su lado en esos últimos momentos y, al tiempo, intentar averiguar quién es realmente su padre, pues cree que no lo conoce en absoluto.
De nuevo Tim Burton nos regala una de sus personales películas donde crea un mundo un tanto mágico y fantástico, ajeno a la realidad cotidiana. Big Fish (2003) es un cuento, en la línea de Eduardo Manostijeras (1990), plagado de un universo extraño de seres anormales, brujas, enanos y, sobre todo, repleto de cuentos imposibles nacidos de la mente maravillosa de un hombre al que la realidad se le ha quedado pequeña. Sólo su hijo parece no comprenderlo, porque su hijo hubiera querido un padre normal, un modelo al que poder imitar. Pero su padre es inimitable y ello desconcierta a William, que desea poder comprender a su padre antes que sea demasiado tarde.
En el fondo, Burton nos plantea el dilema de elegir entre un mundo maravilloso, pero falso, o la realidad cotidiana. Entre ambos, al menos en la figura de William, no hay reconciliación posible. Está claro que, al final, se impondrá la visión del padre, al que finalmente aceptará William tal y como era: una buena persona que prefería inventarse su propio universo lleno de belleza, bondad y magia antes de contentarse con una vida rutinaria y sin poesía. William descubrirá así la diferencia entre la mentira y la fantasía.
Y dentro de este mundo de fantasia, Tim Burton juega con las ideas preestablecidas y le da la vuelta a la tortilla: los ogros son buenos, las brujas amables, los hombres lobos juguetones. Todo lo que nos asustaba de niños no es tan terrible en realidad. Son seres solitarios, desplazados o rechazados por la sociedad por ser diferentes en apariencia, pero en realidad tan necesitados de afecto como cualquiera. Por el contrario, los verdaderos peligros son otros: la intolerancia, la ambición o el dinero.
Para poner en pie esta fantasía bien intencionada, Burton se sirve de una puesta en escena impecable apoyada en una fotografía preciosista que por momentos crea un universo de cuentos de hada brillante e impoluto y, por momentos, escenifica el mundo de nuestras pesadillas con arañas, bosques encantados y tinieblas. Pero siempre con una eficacia y una perfección formal intachables. A la par de ese universo visual preciosista, también los diálogos están cuidados al detalle y Big Fish nos regala algunas frases maravillosas, de esas que merecen guardarse entre algodones.
Sin embargo, no todo es perfecto. Quizá el mayor inconveniente de Big Fish es su excesiva duración que lleva a que el film tenga algunos altibajos, con momentos que se hacen un tanto pesados. Y es que no todas las historias que pueblan Big Fish tienen la misma intensidad ni la misma belleza. Hubiera sido mejor haber concentrado algo más la historia, sin algunos capítulos concretos que se podían haber limitado o suprimido sin problema (como el de la Guerra de Corea). Dominan, sin embargo, los pasajes entrañables, las situaciones curiosas y algún detalle gracioso, aunque echo de menos más situaciones simpáticas, como la del asalto al banco, que le vendrían muy bien a la historia. Aunque el tono general no pretende ser de comedia, sino más bien de drama, como se evidencia en la parte final, realmente emotiva, y donde Burton saca a relucir su dominio del relato y nos brinda unos minutos llenos de belleza y emoción. Sin duda el broche de oro a una historia tan personal.
En cuanto al reparto, magnífico el trabajo de Albert Finney encarnando a Edward Bloom de mayor y excelente también la interpretación de Jessica Lange, una actriz que crece con los años. En cuanto a Ewan McGregor, que encarna a Edward Bloom de joven, su trabajo es quizá el que menos me convenció. No es que desentone, pero le falta encanto, carisma, expresividad. Aún así, está correcto. Completan un buen reparto nombres como Danny DeVito, con una breve aparición, Helena Bonham Carter, pareja de Burton en la vida real, y que está muy bien en sus dos papeles (bruja y joven enamorada de Edward) y el eficaz Steve Buscemi, también con un pequeño papel.
Tanto para aquellos entusiastas del estilo de este peculiar director como los que se acerquen por primera vez al universo de Tim Burton, creo que Big Fish no dejará a nadie indiferente. Es, sin duda alguna, un film diferente, original y con muchas y muy diversas moralejas que, salvando el problema de su duración, merece la pena ser disfrutado con atención.
La película recibió una nominación por la banda sonora.
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