El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Los cazafantasmas




Dirección: Ivan Reitman.
Guión: Dan Aykroyd, Harold Ramis.
Música: Elmer Bernstein (Canción: Ray Parker Jr.).
Fotografía: Laszlo Kovacs.
Reparto: Bill Murray, Dan Aykroyd, Sigourney Weaver, Harold Ramis, Ernie Hudson, Rick Moranis, William Atherton, Annie Potts, David Margulies, Reginald VelJohnson.

Los doctores en parapsicología Peter Venkman (Bill Murray), Ray Stantz (Dan Aykroyd) y Egon Spengler (Harold Ramis) son expulsados de la Universidad de Columbia donde investigaban ante la falta de resultados en sus trabajos. Al verse en la calle, deciden probar fortuna montando una empresa de cazafantasmas.

Los años ochenta del pasado siglo vieron llegar a las pantallas una buena cantidad de películas fantásticas y de aventuras (Willow, La princesa prometida, Regreso al futuro, Gremlins, Los Goonies, Conan, el Bárbaro, Dentro del laberinto, ...) enfocadas preferentemente a un público infantil y juvenil. Fue una especie de moda donde todo tenía cabida. Eran un cine de una fantasía desbordante que mezclaba géneros y situaciones con total libertad creativa. Y dentro de esta tendencia tenemos que sitúar a Los cazafantasmas (1984).

La película de Ivan Reitman no es una obra de arte, ni mucho menos. Y sin embargo, pasados tantos años desde su estreno no sólo conserva su encanto inicial, sino que puede verse perfectamente en nuestros días y sigue resultando un espectáculo bastante entretenido.

El tono general de la película es el de comedia, tanto por su tratamiento ligero y unos diálogos llenos de bromas y chistes, como por la visión simpática y divertida de los fantasmas que pueblan la cinta. Más que asustar, uno desearás jugar con ellos. Solamente al final, el argumento toma un giro algo más siniestro y oscuro, con algunas criaturas algo más amenazadoras, pero sin perder jamás el tono de parodia y comedia que presiden la historia. Y aquí reside parte de su éxito: un film tan surrealista nunca debe tomarse en serio a sí mismo. Es ese tono alegre, a veces pícaro, el que nos predispone a aceptar las múltiples bromas que llenan la cinta con benevolencia, pues sería imposible intentar analizar con rigor un cúmulo tal de disparates y un argumento tan simple y fantástico como el de Los cazafantasmas.

La película funciona porque es sencilla, sin pretensiones. Y porque sabe mezclar con humor temas tan dispares como el fin del mundo, la comedia, el film romántico y el de aventuras, todo bien agitado y mezclado en una historia un tanto confusa pero que funciona dentro de su improbable realidad. Se trata de una entretenimiento, pero bien diseñado, bien realizado y correctamente orquestado.

Dentro del reparto, habría que destacar a Bill Murray, el centro sin duda de la historia y el personaje que encarna el espíritu burlón y golfo en la historia. Un supuesto científico más preocupado por ligar con sus pacientes que por otra cosa. Su actitud lacónica, incrédula y chulesca son sin duda el alma de la película.

Pero cuidado, como decía anteriormente, no estamos ante un gran film. Se trata de una comedia sencilla que a veces cae en la broma fácil y un tanto burda y que, en terminos generales, no pasa de ser un mero pasatiempo. Eso sí, la originalidad de la historia y el tono simpático permiten que pasemos un rato de diversión sana y sin complicaciones.

La película posee unos más que aceptables efectos especiales que aún resisten más de treinta años después.

Contra toda lógica, Los cazafantasmas fue un éxito rotundo de taquilla, apoyado en una simple y pegadiza canción, y que dio lugar a unas cuantas secuelas y a series de dibujos animados, videojuegos, libros, etc. Todo un fenómeno más grande que el film mismo. Hoy en día, estaría dentro de la historia del Séptimo Arte como un buen ejemplo de ese cine de evasión de los ochenta que tantas horas de diversión proporcionaron a la juventud de entonces. Un clásico que aún se deja ver con alegría.

La película recibió dos nominaciones a los Oscar: mejores efectos especiales y mejor canción original.

No hay comentarios:

Publicar un comentario