El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 5 de febrero de 2017

Misión de audaces



Dirección: John Ford.
Guión: John Lee Mahin y Martin Rackin (Novela: Harold Sinclair).
Música: David Buttolph.
Fotografía: William H. Clothier.
Reparto: John Wayne, William Holden, Constance Towers, Althea Gibson, Hoot Gibson, Russell Simpson, Anna Lee, Willis Bouchey, JudsonPratt.

Durante la Guerra de Secesión, el coronel de La Unión John Marlowe (John Wayne) recibe la arriesgada misión de adentrarse en territorio sudista para destruir un nudo ferroviario, clave para poder poder tomar Vicksburg, asediada sin éxito por el ejército del norte.

Misión de audaces (1959) es considerada por muchos como una obra menor de John Ford, por lo que no es un film que aparezca entre sus obras maestras. Además, en el momento de su estreno fue un fracaso, lo que venía a anunciar, en cierto modo, la crisis del western, que estaba llegando al fin de sus días de gloria, quedando desde los años sesenta como un género moribundo.

Sin embargo, a pesar de que personalmente no la situaría al nivel a La diligencia (1939) o Centauros del desierto (1956), citando solo películas del director del mismo género, Misión de audaces no es en absoluto un film menor de Ford, si bien es cierto que puede que no sea tan perfecto como otras de sus grandes creaciones. Quizá le falte una unidad de ritmo más constante o un guión no tan predecible en algunos aspectos, pero, visto en su conjunto, es un film muy denso, con muchas lecturas más allá de la acción militar que vertebra el argumento, basada en hechos reales, pues la toma de Vicksburg fue la primera gran victoria del norte en la Guerra de Secesión.

Pero, como decía, la película es mucho más que un relato de esa acción militar. La incursión del coronel Marlowe en territorio confederado es solamente el pretexto para que Ford plantee unos cuantos conflictos centrados, cómo no, en el ser humano, elemento clave para entender y disfrutar del cine de este director.

Misión de audaces es, antes de nada, un alegato contra la guerra, contra su brutalidad y contra el dolor que acarrea. De hecho, Marlowe intenta por todos los medios evitar el enfrentamiento directo con el enemigo, oponiéndose a los consejos de sus oficiales. Y cuando, al fin, no tiene más remedio que enfrentarse a los confederados, terminará bebiendo furioso para ahogar el dolor y el asco que le producen las muertes absurdas que genera la guerra. Incluso llegará a retirarse con sus soldados para evitar tener que disparar contra unos cadetes, niños en su mayoría, que avanzan contra ellos en un acto tan suicida como absurdo.

Frente a la honorabilidad de los militares, capaces incluso de conservar la amistad aún estando en bandos opuestos, Ford no escatima críticas hacia la clase política, encarnada en el oficial, político en su vida civil, que en todo momento manifiesta su intención de utilizar esa misión en beneficio de su carrera política, destacando además como el menos noble de todos los militares.

Otro de los temas que aborda Ford son los conflictos que toda persona lleva dentro, en este caso el coronel Marlowe y sus prejuicios contra los médicos, que provocaron la muerte de su esposa en el pasado. De ahí su hostilidad desde el primer momento hacia el doctor Kendall (William Holden), que debe acompañarlo como médico de su destacamento. Y es que, una vez más, como sucediera por ejemplo en la citada Centauros del desierto, los héroes de Ford son personajes complejos, llenos de sombras, atormentados, rencorosos y duros. Marlowe no es el típico héroe ejemplarizante, lleno de virtudes, sino que es un hombre amargado, difícil y con un pasado que lo persigue, aunque no lo sepamos hasta bien avanzada la película. Como es habitual en los films de Ford, éstos nunca nos cuentan una historia ceñida estrictamente a su duración, sino que sus personajes y las historias desbordan el metraje por ambos extremos, como sucede aquí también con el final, completamente abierto a nuestras especulaciones.

Y otro elemento más que no podía faltar en el cine de John Ford es el papel de las mujeres, que lejos de ser meras espectadoras o la recompensa del guerrero, son mujeres valientes, comprometidas, activas. Es el caso de las mujeres del sur que no dudan en lanzar piedras y tierra a los soldados que invaden su pueblo, o también el de la protagonista, que espía a los soldados enemigos para poder ayudar a su causa.

Y tampoco se olvida Ford de los detalles de humor, siempre presentes en sus películas, aunque menos numerosos en esta ocasión y que sirven de contrapunto al tono dramático de la historia, bastante acusado en este caso, con un tono muy pesimista; porque la guerra no tiene nada de noble, de heroico ni de ejemplarizante en esta ocasión. Solamente cierta cortesía entre los enemigos, o la amistad por encima de los bandos, arroja algo de luz en una guerra entre hermanos que se presenta como algo muy poco glorioso.

Misión de audaces es, en definitiva, un gran western, un film de la última época del director y del final edad de oro del género; mucho más rico que una simple historia militar y con el talento de un director que supo crear historias basadas en el ser humano.

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