El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 5 de junio de 2017

El fraude



Dirección: Nicholas Jarecki.
Guión: Nicholas Jarecki.
Música: Cliff Martinez.
Fotografía: Yorick Le Saux.
Reparto: Richard Gere, Susan Sarandon, Tim Roth, Brit Marling, Laetitia Casta, Nate Parker, Larry Pine, Stuart Margolin, Chris Eigeman, Bruce Altman, Monica Raymund.

Robert Miller (Richard Gere) es un magnate de los negocios que parece estar en la cima de su carrera a sus sesenta años. Pero en realidad, necesita rematar urgentemente la venta de su empresa para evitar la quiebra, ocultando así un enorme fraude contable que ha urdido para tapar unas cuantiosas pérdidas.

Me parece que los que encasillan a El fraude (2012) como un thriller cometen una pequeña injusticia. Al menos si nos atenemos a la idea habitual de thriller. El fraude es mucho más que eso. Es más, me atrevería a definirla como el drama de un hombre de negocios que, además, se ve envuelto en un lamentable accidente. Y esa trama del accidente, si bien es fundamental, desde mi punto de vista personal es un componente más de la historia de Robert Miller, un magnate en serios apuros que lucha como gato panza arriba contra un cúmulo de problemas que parecen insalvables. Aquí reside la esencia de la película: la lucha de Miller por la supervivencia.

Y esto nos lleva a una segunda reflexión: al contrario que en otras películas, el guión parece huir de emitir juicios de valor. No es una película de buenos y malos, ni de triunfadores y fracasados. Nicholas Jarecki, un escritor que debuta aquí como director, nos cuenta una historia con muchos visos de parecer y ser auténtica, como la vida misma. No emite un juicio sobre Miller, sobre si lo que hace es lo correcto o no. Sabemos que ha cometido un fraude contable, pero Miller no aparece como un villano, como alguien que hace el mal porque sí. Su justificación es salvar a su familia y a sus inversores. Sabemos que ha mentido, pero ¿quién no lo ha hecho?. Incluso Jarecki parece disculparlo, en cierta medida, cuando el comprador de la empresa de Miller, al conocer los amaños contables, parece restarles importancia. Y es que reconocerlos, implicaría pérdidas para él y una lacra en su prestigio, por haberse dejado engañar. En ese universo, nada es lo que parece y todos conocen las reglas del juego.

Y los intentos de Miller por no verse implicado en el trágico accidente de coche, ¿son comprensibles?, ¿demuestran que es una mala persona? En el fondo, su comportamiento no es el correcto, pero tampoco es el de un criminal. A su manera, salvaguardando sus intereses, intenta hacer lo correcto. Nada de lo que haga podrá cambiar lo sucedido, ¿verdad? No hace lo correcto, pero lo entendemos. Y es que en El fraude nadie está libre de culpa. Nadie es perfecto. La propia policía, en su afán por apuntarse un tanto, miente y falsifica pruebas.

Y la mujer de Miller lleva años mintiendo y engañándose, fingiendo que las cosas no son como en realidad sabe que son. Y la hija de ambos también tendrá que tomar una decisión difícil cuando conozca el fraude de su padre.

En realidad, todos tienen algo que ocultar o que callar. Nada en El fraude es blanco o negro. Y ahí está el acierto del guión: no simplificar las cosas, no presentarnos una historia con una moraleja clara y diáfana. Seremos cada uno de nosotros los que deberemos hacer nuestros propios juicios de valor, sacar conclusiones y atrevernos a poner etiquetas. Si somos capaces. He ahí la riqueza de El fraude, lo que la diferencia de los thrilles al uso y la convierte en una grata sorpresa, donde destacaría la elegancia de Jarecki en su debut como director, contando la historia con muy buen gusto y una agilidad narrativa encomiable, sin perder tiempo en excesivas explicaciones, dejando que la historia fluya y se vayan acomodando las piezas por sí solas.

En cuanto al reparto, señalar que Richard Gere nunca fue santo de mi devoción. Me parece un mal actor, lleno de tics cargantes. Pero en esta ocasión, sin librarse del todo de sus gestos tan estudiados, resulta algo más natural que otras veces, lo cuál es de agradecer. Susan Sarandon está impecable, como siempre, y la pequeña decepción viene de la mano de Tim Roth, un actor que me gusta pero que aquí quizá exagera en exceso sus poses de pasota.

El fraude me pareció por lo tanto una película muy interesante, de la que se pueden hacer muchas lecturas y donde lo más destacable es que no nos intenta dar lecciones morales de nada, simplemente expone unos hechos y que cada cuál extraiga sus propias conclusiones.

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