El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 5 de junio de 2018

Los odiosos ocho



Dirección: Quentin Tarantino.
Guión: Quentin tarantino.
Música: Ennio Morricone.
Fotografía: Robert Richardson.
Reparto: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demian Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern.

Unos años después del final de la Guerra de Secesión, una diligencia intenta llegar a Red Rock en medio de una ventisca. En ella viaja el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell), que lleva a su prisionera Daisy (Jennifer Jason Leigh) camino de la horca.

El cine de Tarantino es como es. Con su violencia, sus manías, sus diálogos gratuitos, su libertad narrativa, su mezcla de géneros... y en Los odiosos ocho (2015) tenemos todo ello en estado puro, un film típicamente genuino de un director especial. O te gusta, o lo detestas. En mi caso, para llevarme la contraria, ni me gusta ni lo detesto. Y en consonancia con ésto, Los odiosos ocho tiene cosas que me gustaron y otras no tanto.

Para empezar, hay que reconocer que Tarantino le concede al film un inicio cuando menos intrigante, que hace que tengas ganas de seguir las aventuras de John Ruth, su prisionera y los diversos personajes que van encontrándose en su camino. Si algo hemos aprendido del cine de este director es su imprevisibilidad, el no seguir las pautas marcadas por la tradición del cine americano. De ahí el interés, la incertidumbre sobre lo que nos espera. Y eso es mérito indiscutible de Tarantino.

Otro punto a su favor, sin duda, es su cuidada puesta en escena, con una fotografía maravillosa y un saber mover la cámara con precisión matemática. Y, claro, su control del tiempo, del ritmo del relato, apoyado en su famoso manejo de los diálogos, si bien en esta ocasión creo que no llegan al nivel de sus mejores películas, y estoy pensado en Pulp Fiction (1994). El dominio narrativo, reducida la mayor parte de la película en un espacio cerrado, es quizá otro de los aspectos más deseables de la película. Tarantino alarga la situación en ese espacio reducido con un pulso firme y hace que la película avance sin interrupción.

Sin embargo, el problema de Los odiosos ocho es precisamente que es hija de Quentin Tarantino. Y así tenemos, por ejemplo, una duración excesiva para lo que se tiene que contar, sobre todo en el desenlace, demasiado largo a mi entender, donde el director vuelve a hacer gala de una violencia desatada y gratuita, una de sus evidentes señas de identidad. Tarantino parece disfrutar con ese estilo truculento, recreándose esa parte de la historia donde se desatan los acontecimientos, con una especie de deleite por lo macabro y lo obsceno.

Pero además de esa duración excesiva, la película termina perdiendo parte de su encanto porque la supuesta intriga se muestra bastante burda, llevándonos a más de lo tantas veces visto en el cine de Tarantino: baño de sangre, muerte de todo bicho viviente y unos personajes que terminan siendo casi caricaturas, sin identidad ni interés real.

En cambio, he de reconocer que sabe elegir a los actores de sus películas, a veces actores que ganan su puesto y cierto prestigio de la mano precisamente del director. Todos los principales protagonistas de este western están impecables, sin excepción.

Los odiosos ocho apuntaba a los Oscar, aunque finalmente sólo se llevó el premio a la banda sonora de Morricone, un clásico del western. Creo que el cine de Tarantino, por mucho que fascine a sus incondicionales y a buena parte de la crítica, no deja de ser cine de serie B, lo que creo que lo aleja de representar una seria candidatura a los máximos premios del cine. Es cierto que es un cine con medios, ambicioso y esperado con expectación. Pero sigo viendo el cine de este director como una especie de cómic barroco, primitivo, centrado en lo nimio, adorador de lo anecdótico y donde sus personajes y sus argumentos no dejan de ser caricaturas y estereotipos de un cine muy marginal, cutre a veces, que tiene su encanto, pero, desde mi punto de vista, poco más, al menos para acercarse a los Oscars más importantes.

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