El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Marty



Dirección: Delbert Mann.
Guión: Paddy Chayefsky.
Música: Roy Webb.
Fotografía: Joseph LaShelle (B&W).
Reparto: Ernest Borgnine, Betsy Blair, Esther Minciotti, Augusta Ciolli, Joe Mantell, Karen Steele, Jerry Paris, James Bell.

A sus treinta y cuatro años, Marty (Ernest Borgnine), que vive con su madre viuda, ha comprendido que no es el tipo de hombre que gusta a las mujeres, asumiendo que será un solterón toda su vida.

Marty (1955) es la adaptación a la gran pantalla de un modesto telefilme homónimo estrenado en 1953 escrito por Paddy Chayefsky, un guionista de enorme talento que llegó a ganar nada menos que tres Oscars, toda una proeza. Chayefsky trabajaba para la televisión, que arrancaba con fuerza en la década de los cincuenta y empezaba a hacer competencia al cine. Su talento para escribir historias sencillas pero con fuerza hizo de él uno de los guionistas más famosos y reconocidos de la época.

Y la fuerza de Marty, de hecho, reside en el perfecto guión de Chayefsky, libre de artificios y adornos, que nos describe a una persona de la calle, como uno de tantos, sensible, bondadoso y, especialmente, totalmente creíble. Marty es un ser de carne y hueso, sin ese aura de glamour de las producciones más ambiciosas de Hollywood. Y es gracias a ese aire auténtico por lo que la película, a pesar de su sencillez, logra nuestra admiración y llega a conmovernos sinceramente.

Marty expresa de manera natural los miedos de la mayoría de los hombres que no se sienten atractivos y sufren, un día tras otro, el rechazo de las mujeres, que buscan un prototipo de hombre muy diferente. Pero, por otra parte, el problema se repite en el bando femenino, y es lo que le sucede a Clara (Betsy Blair), que tampoco se ajusta al estereotipo de mujer bonita.

Será precisamente la afinidad de Marty y Clara, rechazados siempre, lo que les haga comprenderse inmediatamente, sintiéndose reconocidos al instante en los ojos del otro.

Aún así, las cosas no serán fáciles, pues los amigos de Marty critican abiertamente el físico de Clara y hasta su madre, temiendo que su hijo la abandone si llega a casarse algún día, se muestra abiertamente hostil hacia la joven.

No es, como se ve, un argumento especialmente complejo ni, en apariencia, muy atractivo: la búsqueda del amor por parte de dos personas feas y acomplejadas. Pero el guión de Chayefsky logra sacar todo lo bueno y hermoso que puede encerrarse en una historia tan simple, merced a un trabajo de sinceridad total y, en particular, por su habilidad para retratar dos personajes buenos que nos llegan al corazón con su franqueza y sus problemas tan cercanos como los de cualquier persona de la calle.

Además, Marty cuenta con un trabajo asombrosamente directo de Ernest Borgnine, verdaderamente conmovedor en un papel del todo alejado del de tipo duro en que solía encasillársele. Curiosamente, el premio por su interpretación del bueno de Marty fue el único Oscar de su carrera. Tanto Betsy Blair como el resto del reparto destilan también sencillez y naturalidad, contribuyendo así a ese toque casi documental de la cinta.

Y tampoco debemos olvidar el trabajo de Delbert Mann en la dirección, en su debut nada menos en el cine y elegido personalmente por el guionista, pues era el director también de la versión televisiva, y que supo plasmar con su trabajo ese aire de cotidianidad y sencillez de la historia, con una dirección libre de cualquier artificio. Su trabajo se vio recompensado con el Oscar al mejor director.

La película, además de los Oscars citados, se llevó también el de mejor película.

No hay comentarios:

Publicar un comentario