Una conocida revista de moda intenta buscar una nueva modelo que represente a la mujer americana para su próxima publicación. El fotógrafo de la revista, Dick Avery (Fred Astaire), cree haber encontrado a la chica perfecta.
Stanley Donen es un clásico del género musical. En su carrera figuran títulos como Un día en Nueva York (1949), Cantando bajo la lluvia (1952), codirigidas ambas junto a Gene Kelly, o Siete novias para siete hermanos (1954), títulos que se encuentran entre lo mejor del género. Así pues, no extraña en absoluto que fuera el elegido para dirigir Una cara con ángel (1957), primer musical de Audrey Hepburn y donde tiene a sus órdenes al otro gran intérprete del musical clásico, el gran Fred Astaire.
Una cara con ángel representa uno de los últimos musicales clásicos, pues la década de los sesenta del siglo XX fue un punto importante de cambio en cuanto a tendencias y gustos en el cine. De hecho, bien mirado, tanto el estilo como la mentalidad que subyacen en esta película parecen remitirnos a unos años atrás. Como también es verdad que en esos aspectos la película no ha envejecido del todo bien. La culpa sin duda está en el guión, demasiado simplista y cargado de tópicos. Guión que ni afronta bien la parte romántica del film, que se queda en algo sin profundidad ni emotividad, ni logra tampoco brillar en la parte de comedia, demasiado tosca para ser eficaz.
La película intenta contraponer el mundo frívolo del mundo de la moda y el intelectual, representado por Jo Stockton (Audrey Hepburn), una gris dependienta de una librería que se ve de pronto lanzada al mundo de la moda. El guión ridiculiza ambos mundos sin demasiada sutileza, lo que no terminó de convencerme en absoluto. La simplicidad del planteamiento quizá se pueda excusar en que estamos en una comedia ligera, sin más pretensiones que entretener y servir de base a los números musicales del film. Aún así, vista en la actualidad, Una cara con ángel se queda, a nivel argumental, en muy poca cosa y se demuestra así que un musical no solamente debe contar con grandes números, sino que una buena historia en los que se asienten también es parte primordial para el resultado final.
También se nota cierto envejecimiento con algunos números musicales, sobre todo los que transcurren a las afueras de la iglesia rural, pues denotan un tono demasiado antiguo que hacen que rocen lo cursi. A pesar de ello, hay algo casi mágico en ellos que, particularmente, hizo que el tono relamido de esas secuencias se me quedara en un segundo plano.
En cuanto a los números musicales, éstos tampoco están a la altura de los grandes clásicos del género, quedándose en un nivel inferior en lineas generales, especialmente en lo referente a las letras, algunas muy poco inspiradas. Pero aquí es donde entran en juego el director y los actores principales para sacar petróleo de donde no lo había. Stanley Donen da muestras de nuevo de su talento para el musical y logra hacer brillar unos números que, en otras manos, quizá no fueran igual de bonitos. Pero además cuenta con la ayuda inestimable de una radiante Audrey Hepburn, repleta de frescura y encanto, y el maravilloso Fred Astaire que, a pesar de contar ya con 58 años en el momento de rodar esta película, sigue demostrando su agilidad y elegancia con algunos bailes realmente sublimes.
Precisamente, la diferencia de edad entre Fred Astaire y Audrey Hepburn es unos de los problemas importantes del film, pues el romance entre ambos sin duda podría no resultar demasiado creíble. Sin embargo, el encanto de ambos actores, especialmente en los números musicales, hace que uno llegue a olvidarse casi por completo del detalle de la diferencia de edad.
Una cara con ángel me parece, en resumen, un ejemplo de segunda fila de la época dorada del musical de Hollywood. Tiene serias limitaciones para poder competir con los grandes títulos del género, pero aún así guarda cierto encanto fruto del talento del director y nos hace disfrutar una vez más del genial Fred Astaire, lo cual de por sí ya es maravilloso.
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