El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 30 de enero de 2025

La mensajera



Dirección: Zackary Adler.

Guión: Zackary Adler y James Edward Barker.

Música: James Edward Barker y Tim Despic.

Fotografía: Michel Abramowicz.

Reparto: Olga Kurylenko, Gary Oldman, Amit Shah, William Moseley, Calli Taylor, Dermot Mulroney, Alicia Agneson, Greg Orvis, Craig Conway.

Un temible traficante de armas, Ezekiel Mannings (Gary Oldman), a punto de ser juzgado por asesinato, hará todo lo posible por evitar que Nick Murch (Amit Shah), el único testigo que va a declarar en su contra, siga con vida. 

Lo primero que percibimos nada más comenzar La mensajera (2019) es que estamos ante una cinta con un argumento realmente esquemático y sin ningún recorrido, de ahí que toda la parte en que se prepara la declaración del testigo, con la mensajera (Olga Kurylenko) acudiendo a entregar el equipo para la conexión de Nick con el juzgado que lleva el caso, se alargue artificialmente. Y es que más allá del planteamiento inicial, el resto de la historia transcurre en un aparcamiento donde Nick, ayudado por la misteriosa mensajera, intentan escapar de los policías corruptos que quieren acabar con ellos.

Si ya el argumento es un lastre importante, por cuanto se limita a plantear lo más básico dejando de lado cualquier intento de profundizar en la trama o en los personajes, que se quedan en meras figuras sin profundidad y, por tanto, con escaso interés, el desarrollo no logra elevar el nivel de la producción. Adler se limita a una puesta en escena muy básica donde los acontecimientos se desarrollan con una falta de originalidad alarmante. Nada escapa de lo tópico y toda la parte de la historia en el aparcamiento es muy poco estimulante, con el único recurso de los detalles macabros en las muertes para intentar darle algo de fuerza a las escenas, tan poco originales que incluso a veces podemos tener la impresión de que el director repite secuencias por lo poco variado del desarrollo. El único recurso que utiliza el director para aligerar esta parte de la película, que ocupa casi todo el metraje, es alternar secuencias en el piso de Mannings, que está esperando que le confirmen la muerte del testigo. Y de nuevo en esos intervalos comprobamos la falta de variedad y riqueza del argumento, volviendo a caer en director en escenas sin fuerza, con diálogos absurdos y donde hasta Gary Oldman da una imagen bastante triste, lastrado por un personaje de cartón piedra incapaz de hilvanar una frase con algo de interés y limitándose a repetir gestos y gruñidos con escasa variedad y menos convicción.

Es todo tan burdo, tan poco trabajado, que cuesta creer que algo así encuentre quién lo financie. Desde luego, ni como película de intriga ni de acción La mensajera consigue nada más que aburrirnos y asombrarnos por su falta absoluta de un mínimo de profundidad y coherencia. Para escapar de ella sin miramientos.

lunes, 27 de enero de 2025

Carol



Dirección: Todd Haynes.

Guión: Phyllis Nagy (Novela: Patricia Highsmith).

Música: Carter Burwell.

Fotografía: Ed Lachman.

Reparto: Cate Blanchett, Rooney Mara, Kyle Chandler, Sarah Paulson, Jake Lacy, John Magaro, Cory Michael Smith, Carrie Brownstein, Kevin Crowley, Nik Pajic. 

Años 50, Nueva York. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven que trabaja como dependienta en unos grandes almacenes, se siente atraída de pronto por una elegante cliente, Carol Aird (Cate Blanchett), que también sentirá lo mismo hacia ella.

Carol (2015) podría servir de ejemplo perfecto de uno de los problemas que encuentro con frecuencia en el cine actual: perfección técnica incuestionable sin su necesaria correspondencia argumental.

Porque es innegable que Carol es una película que en los apartados meramente técnicos y estéticos resulta casi fascinante. La belleza de la fotografía, el buen gusto de Todd Haynes a la hora de llevarnos por el relato, la cuidadosa ambientación... estamos ante una película hermosa de principio a fin.

Incluso la pareja formada por Cate Blanchett y Rooney Mara aportan una calidad indiscutible a su trabajo. Son dos actrices con talento y eso queda más que patente en sus interpretaciones.

Pero algo falla terriblemente en Carol y es la esencia de la historia misma: estamos ante un romance entre dos mujeres en los años cincuenta del siglo XX, un tema muy delicado y que no se admitía con la naturalidad, aún cuestionable en muchos lugares y aspectos, que en la actualidad. Un romance que hace sufrir a las dos mujeres por las dificultades que encuentran, sobre todo por parte de Carol, acosada por su esposo (Kyle Chandler), que no soporta perderla.

Y el director, o el guionista o ambos, son incapaces de afrontar los dos retos esenciales de la historia con eficacia: situar convenientemente el romance lésbico de las protagonistas en su contexto histórico y darle al mismo la intensidad imprescindible a una historia de ese calado. Porque ni en un solo momento de la película me he sentido conmovido, emocionado o identificado con el drama y la pasión que asaltaba a las protagonistas. Haynes ofrece un relato tan frío que te deja indiferente, además de caer en ciertos tópicos innecesarios y desperdiciar el potencial de casi todas las escenas clave de la historia con ese tratamiento distante.

Incluso, creo que su enfoque acaba por perjudicar también el trabajo de las dos excelentes actrices de la película, pues notamos su atracción, pero no nos resulta muy natural, falla algo. Y es que, si lo analizamos bien, apenas sabemos nada de ambas mujeres a nivel íntimo. El argumento se queda siempre en la superficie y no terminamos de meternos en sus cabezas y en sus corazones, de manera que su pasión resulta extraña, distante y no nos llega nunca como habría tenido que hacerlo.

No es justo establecer comparaciones y menos poner en una balanza a Todd Haynes y a David Lean, pero creo que aquellos que hayan visto Breve encuentro (1945), una de las cimas indiscutibles del cine romántico, entenderán mejor a qué me refiero a la hora de explicar las carencias tan profundas que encuentro en Carol

Como decía al principio, el problema de muchas películas actuales es la falta de talento emocional, de la capacidad de adentrarse con sensibilidad e inteligencia en la naturaleza humana y saber transmitirlo con pasión. Y eso es evidente en Carol.

martes, 21 de enero de 2025

Corazón rebelde



Dirección: Scott Cooper.

Guión: Scott Cooper (Novela: Thomas Cobb).

Música: Stephen Bruton y T-Bone Burnett.

Fotografía: Barry Markowitz.

Reparto: Jeff Bridges, Maggie Gyllenhaal, Robert Duvall, Colin Farrell, Tom Bower, James Keane, William Marquez, Ryan Bingham, Paul Herman, Rick Dial. 

Bad Blake (Jeff Bridges) es un cantante de country, famoso hace años, que está en plena decadencia: alcoholizado, fumando demasiado y casi arruinado, malvive actuando en bares de mala muerte.

Hay que agradecer a Scott Cooper, en estos tiempos de héroes de acción y guiones estereotipados, que nos ofrezca una película diferente que habla de personas corrientes, de la vida, de la vejez, del fracaso.

Corazón rebelde (2009) nos lleva a acompañar a un viejo músico a punto de tocar fondo, un hombre que ha fracasado a nivel personal, sin conseguir conservar ninguna relación, y a nivel profesional, pues los éxitos del pasado han quedado muy atrás y ahora vive de sus viejas canciones, sin ganas ni fuerzas para crear nada nuevo. Para colmo de males, el que fuera su alumno, Tommy Sweet (Colin Farrell), sí que ha sabido triunfar y ahora Blake ha de hacer de telonero suyo de mala gana empujado por la necesidad.

Pero cuando conoce a la periodista Jean Craddock (Maggie Gyllenhaal), Bad encuentra al fin un motivo por el luchar. Y lo intenta, aunque finalmente su afición a la bebida termina por pasar factura. A pesar de ello, Bad al fin decide rehacer su vida, rehabilitarse y volver a tomar en serio su carrera como músico.

Resumida así, Corazón rebelde no parece nada espectacular y, de hecho, el argumento no resulta especialmente original, transcurriendo por un camino bastante predecible y sin nada realmente que lleve el relato a un nivel especial. Y justamente es eso lo que le da su carácter, lo que hace que Corazón rebelde termine funcionando: con un argumento proclive al drama, a los excesos, Scott Cooper elige el camino tranquilo, discreto, contenido. Y creo que acierta plenamente. Frente a una posible deriva hacia tonos muy cargados, el director nos ofrece una historia que se cuenta casi sola, cargada de momentos duros pero presentados dentro de una normalidad que evita los excesos. Ello no quiere decir que lo que se cuenta no sea demoledor, pero el tono es el preciso para que no nos sintamos manipulados sentimentalmente y disfrutemos del relato con cierta naturalidad. 

Es curioso como en una película tan lenta, con contados momentos de cierta intensidad, donde abundan las canciones, no tengamos nunca la sensación de que sobra metraje. Cooper consigue el milagro de hacer que todo lo que se cuenta nos interese, consigue meternos en la vida de Bad Blake, un don nadie en realidad para nosotros, y que nos interese lo que le sucede.

Pero claro, el director cuenta con una ayuda inestimable: un reparto espectacular. Jeff Bridges está realmente increíble, con una naturalidad que nos atrapa desde el primer minuto. Ni abusa de sus vicios ni da asco, sencillamente está ahí y lo creemos, sentimos su vacío, su cansancio, cómo se desliza hacia la ruina sin frenos, pero jamás da lástima. Es un personaje de carne y hueso. Lo mismo que Maggie Gyllenhaal, increíblemente dulce y decidida a la vez. Vemos cómo se va enamorando de ese perdedor y nos convence sin fisuras de ello, de su amor. Colin Farrell y Robert Duvall, ambos con una participación más testimonial, completan un reparto que al final es uno de los grandes pilares en los que Cooper se apoya.

No creo que podamos decir que Corazón rebelde sea una obra de arte, pero tampoco creo que lo pretendía. Lo que sí que me parece es que es un film honesto, realizado con buen gusto y mesura. Una historia no muy alegre que nos demuestra que un cine más dirigido a un público adulto es posible.

Además del Oscar de Bridges, la cinta ganó otro a la mejor canción.

miércoles, 15 de enero de 2025

Un viaje de diez metros



Dirección: Lasse Hallström.

Guión: Steven Knight (Novela: Richard C. Morais).

Música: A.R. Rahman.

Fotografía: Linus Sandgren.

Reparto: Helen Mirren, Om Puri, Manish Dayal, Charlotte Le Bon, Michel Blanc, Vincent Elbaz, Juhi Chawla, Amit Shah, Farzana Dua Elahe. 

Cuando pierden su restaurante en La India, la familia de Hassan Kadam (Manish Dayal) abandonan el país buscando su futuro en Europa. Tras una estancia en Londres, finalmente se establecen en un pequeño pueblo del sur de Francia.

Un viaje de diez metros (2014) es una película amable y tierna que nos cuenta una historia de esfuerzo y superación de un joven hindú dotado con un talento natural para la cocina que, a base de esfuerzo y apego a su propia cultura, consigue triunfar en un mundo tan exigente como la cocina francesa.

Este es el resumen de una película muy elegantemente dirigida por Lasse Hallström, que nos sumerge en unas imágenes cargadas de preciosismo que casan perfectamente con el espíritu de la historia. El problema fundamental es que la misma carece de originalidad y nada en su desarrollo nos sorprende, ni para bien ni para mal. 

Así que estamos ante un bonito relato donde todo va encajando según se espera y según se desea, sin  sorpresas y, lamentablemente, sin fuerza. Incluso los momentos más delicados o los personajes malvados, pocos, pero alguno hay, carecen de verdadera entidad, quedando la parte del drama seriamente diluida en medio de un film demasiado plano. Lo más grave, sin embargo, es que tampoco la parte positiva, como el ascenso y triunfo de Hassan o su romance, logra sacarnos del sopor en el que nos sumerge el director que busca lógicamente crear un relato con tintes poéticos pero se olvida de darle consistencia, algo que queda patente en momentos puntuales donde se percibe que estamos en una escena clave de la historia y comprobamos cómo los diálogos no están a la altura ni la emoción brota desde la pantalla.

Y por eso la película llega a hacerse demasiado larga, pues falta algo que rompa el ritmo, faltan momentos especiales que nos sacudan en los asientos, llegando casi a desear que llegue el final, que ya conocemos por anticipado y donde de nuevo el director demuestra una falta de energía preocupante.

La única manera que encontré de darle algo de sentido al relato, que de tan previsible y blando resultaba del todo increíble, era imaginarme que Hallström en realidad nos estaba contando un cuento. Así se podría entender algo tan acaramelado y tenue, tan poco original. Si somos capaces de dar ese paso, tal vez Un viaje de diez metros tenga al fin algo más de sentido.

miércoles, 8 de enero de 2025

La caída del imperio americano



Dirección: Denys Arcand.

Guión: Denys Arcand.

Música: Mathieu Lussier y Louis Dufort.

Fotografía: Van Royko.

Reparto: Alexandre Landry, Maripier Morin, Rémy Girard, Louis Morissette, Maxim Roy, Pierre Curzi, Vincent Leclerc, Patrick Émmanuel Abellard, Florence Longpré, Eddy King.

Pierre-Paul (Alexandre Landry) es un doctor en filosofía desengañado que trabaja como repartidor. Un día es testigo de un atraco que termina en tragedia y tiene la posibilidad de hacerse con el botín del mismo: muchos millones de dólares canadienses.

La caída del imperio americano (2018) es una comedia escrita y dirigida por el quebequés Denys Arcand donde vuelve a los temas que le preocupan: la sociedad actual, la burguesía o las relaciones humanas, que había explorado en dos de sus obras más reconocidas: El declive del imperio americano (1986) y su continuación, Las invasiones bárbaras (2003).

En esta ocasión, Arcand nos cuenta una historia que gira en torno a Pierre-Paul, un joven inteligente con problemas para relacionarse con los demás, salvo con los mendigos y los vagabundos y que, de repente, consigue una cantidad desorbitante de dinero que le puede cambiar al vida. A pesar de su inteligencia, o precisamente a causa de ello, Pierre-Paul es el fondo una persona muy ingenua y ello lo convierte en un personaje atractivo con el que empatizamos de inmediato. 

Y es ese dinero, conseguido ilícitamente, lo que motiva el desarrollo de toda una serie de acontecimientos y encuentros en los que el director critica sin tapujos la sociedad capitalista, sus contradicciones, el juego de las apariencias, las relaciones sociales y todo cuanto se ponga a su alcance. La idea subyacente es que nada es lo que parece ser y que las personas más genuinas a veces son las que la sociedad bienpensante precisamente deja de lado. 

La caída del imperio americano no es tampoco un film dogmático; Arcand no nos ofrece una fórmula mágica que solucione los problemas que plantea, tampoco tiene un discurso moralizador, como que el protagonista devuelva el dinero robado, por ejemplo. Es evidente que el director no pretende mostrar un camino, sencillamente expone diversas situaciones donde toma partido por los desfavorecidos, los marginales, en contra de un sistema corrupto y sin solución. Solo queda buscarse la vida al margen, engañarlo e intentar ser feliz. Y para ello, el dinero ayuda, claro, pero sobre todo el mensaje incide en la honestidad, el amor y la compasión.

En cuanto a la realización, Denys Arcand arranca con fuerza el relato que mezcla con inteligencia su vertiente más intimista y profunda con un desarrollo conciso y no exento de ritmo. Sobre todo la primera mitad de la película resulta apasionante, en parte por lo original del planteamiento y en parte por lo impredecible del desenlace. Además, el reparto consigue resultar atractivo y cercano, especialmente los tres protagonistas principales (Alexandre Landry, Maripier Morin y Rémy Girard), lo que hace mucho más cercanas sus aventuras, pues desde el primer momento nos sentimos próximos a ellos.

Sin embargo, conforme avanza la historia, el ritmo decae en una serie de secuencias que alargan demasiado el desarrollo, provocando cierto marasmo en la parte final, que es cuando deberíamos encontrarnos los mejores momentos de la historia. No es nada tan serio como para arruinar una experiencia gratificante, pero penaliza un poco la satisfacción global. En todo caso, creo que es una comedia original, simpática, inteligente y muy recomendable.

viernes, 3 de enero de 2025

Asuntos sucios



Dirección: Mike Figgis.

Guión: Henry Bean.

Música: Mike Figgis, Anthony Marinelli y Brian Banks.

Fotografía: John A. Alonzo.

Reparto: Richard Gere, Andy García, Nancy Travis, Laurie Metcalf, Richard Bradford, William Baldwin, Michael Beach, Faye Grant, Katherine Borowitz, John Kapelos. 

El sargento Raymond Avilla (Andy García) acaba de ingresar en Asuntos Internos. Su primer caso le lleva a investigar a un antiguo compañero, Van Stretch (William Baldwin), que está implicado en una trama de corrupción que dirige Dennis Peck (Richard Gere), un veterano policía con una muy buena reputación en el cuerpo.

La línea que separa una buena película de una mediocre a veces es muy delgada y Asuntos internos (1990) es la prueba evidente de ello.

Para empezar, la cinta resulta prometedora: la labor de un policía de Asuntos Internos vista en primera persona y no, como suele ser habitual, de manera indirecta. Además, la presencia de Richard Gere, en aquellos años en la cima de su carrera, aporta el toque de calidad y atractivo necesarios. Otra cosa es Andy García, un actor demasiado artificial y con unas poses que no resultan para nada naturales, si bien en esta ocasión creo que le van bien a su personaje.

Sin embargo, las promesas que se anticipan al comienzo pronto empiezan a verse defraudadas, y eso que Mike Figgis opta acertadamente por un enfoque menos orientado a la acción, buscando un ritmo pausado y darle al relato un peso propio, alejado de un acercamiento más visceral. El problema es que el guión resulta demasiado endeble para ese tratamiento con aspiraciones serias y conforme avance la historia vamos comprobando que el argumento está más vacío de lo que sería deseable. Los personajes son planos, la investigación en que se ve inmerso Avilla carece de profundidad y al final la historia nos lleva a un simple enfrentamiento entre Dennis Peck y Raymond Avilla demasiado superficial y con muchos momentos que no aportan demasiado.

La sensación que desprende Asuntos internos es la de un film cargado de ambiciones que, sin embargo, carece de argumentos para aspirar a algo serio. Es un quiero y no puedo donde el director intenta dejar su sello, muy evidente en la puesta en escena, sin lograr convencernos de que tiene el talento suficiente. Es más, incluso en algunas escenas su trabajo resulta algo chapucero y convierte la cinta en algo anticuado, a pesar de que es una película relativamente moderna.

Para colmo de males, el desenlace resulta casi absurdo, dejando la impresión de que solamente perseguía una dramatización extrema, incluso si ello resultaba escasamente creíble e incluso tosco.

En definitiva, una película del montón con más aspiraciones que resultados. Sin mucho interés.