Dirección: Mike Figgis.
Guión: Henry Bean.
Música: Mike Figgis, Anthony Marinelli y Brian Banks.
Fotografía: John A. Alonzo.
Reparto: Richard Gere, Andy García, Nancy Travis, Laurie Metcalf, Richard Bradford, William Baldwin, Michael Beach, Faye Grant, Katherine Borowitz, John Kapelos.
El sargento Raymond Avilla (Andy García) acaba de ingresar en Asuntos Internos. Su primer caso le lleva a investigar a un antiguo compañero, Van Stretch (William Baldwin), que está implicado en una trama de corrupción que dirige Dennis Peck (Richard Gere), un veterano policía con una muy buena reputación en el cuerpo.
La línea que separa una buena película de una mediocre a veces es muy delgada y Asuntos internos (1990) es la prueba evidente de ello.
Para empezar, la cinta resulta prometedora: la labor de un policía de Asuntos Internos vista en primera persona y no, como suele ser habitual, de manera indirecta. Además, la presencia de Richard Gere, en aquellos años en la cima de su carrera, aporta el toque de calidad y atractivo necesarios. Otra cosa es Andy García, un actor demasiado artificial y con unas poses que no resultan para nada naturales, si bien en esta ocasión creo que le van bien a su personaje.
Sin embargo, las promesas que se anticipan al comienzo pronto empiezan a verse defraudadas, y eso que Mike Figgis opta acertadamente por un enfoque menos orientado a la acción, buscando un ritmo pausado y darle al relato un peso propio, alejado de un acercamiento más visceral. El problema es que el guión resulta demasiado endeble para ese tratamiento con aspiraciones serias y conforme avance la historia vamos comprobando que el argumento está más vacío de lo que sería deseable. Los personajes son planos, la investigación en que se ve inmerso Avilla carece de profundidad y al final la historia nos lleva a un simple enfrentamiento entre Dennis Peck y Raymond Avilla demasiado superficial y con muchos momentos que no aportan demasiado.
La sensación que desprende Asuntos internos es la de un film cargado de ambiciones que, sin embargo, carece de argumentos para aspirar a algo serio. Es un quiero y no puedo donde el director intenta dejar su sello, muy evidente en la puesta en escena, sin lograr convencernos de que tiene el talento suficiente. Es más, incluso en algunas escenas su trabajo resulta algo chapucero y convierte la cinta en algo anticuado, a pesar de que es una película relativamente moderna.
Para colmo de males, el desenlace resulta casi absurdo, dejando la impresión de que solamente perseguía una dramatización extrema, incluso si ello resultaba escasamente creíble e incluso tosco.
En definitiva, una película del montón con más aspiraciones que resultados. Sin mucho interés.
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