El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Eloisa está debajo de un almendro




Dirección: Rafael Gil
Guión: Rafael Gil (Obra: Enrique Jardiel Poncela)
Música: Juan Quintero
Fotografía: Alfredo Fraile
Reparto: Amparito Rivelles, Rafael Durán, Guadalupe Muñoz Sampedro, Juan Espantaleón, Alberto Romea, Juan Calvo, Joaquín Roa, José Prada

"Eloisa está debajo de un almendro" es el título de una de las piezas teatrales más conocidas de su autor, Enrique Jardiel Poncela. Llevada múltiples veces al teatro, desde su estreno en 1940, y con un par de versiones para la televisión, la película de Rafael Gil es la única adaptación que se hizo para el cine.

Cuando Fernando Ojeda (Rafael Durán) regresa a su casa de Madrid, tras terminar sus estudios en Bruselas, descubre una carta escrita por su padre diez años antes, donde le explica la razón que le ha llevado a suicidarse: el asesinato de una mujer de la que estaba secretamente enamorado. Intentado aclarar lo sucedido, Fernando descubre un retrato de una hermosa mujer que, por casualidades de la vida, es idéntico al rostro de Mariana Briones (Amparito Rivelles), joven vecina de la que se enamora.

Eloisa está debajo de un almendro (1943) es uno de los primeros trabajos en cine de Rafael Gil, que por entonces contaba tan solo con treinta años. Se trata de una comedia de humor negro que recurre al absurdo y al disparate como fuente de humor y, a la vez, de enredo. El mérito del texto hay que atribuirlo, por supuesto, al autor Jardiel Poncela, si bien Rafael Gil elabora un guión que recoge con fidelidad la esencia de la obra de teatro.

Lo primero que habría que reseñar es que se trata de humor novedoso en España, alejado de las obras costumbristas. Es una nueva vía que se adentra en el mundo del absurdo, el surrealismo y el humor negro. La base de la comicidad no reside tanto en la historia, sino en los personajes extraños que la pueblan, las situaciones absurdas y la explotación del lenguaje como fuente de confusión y comicidad. Y Rafael Gil sabe utilizar estos elementos para dotar a la película de un ritmo disparatado desde el comienzo, motivado también por el hecho de tener que condensar las tres horas de la obra teatral en la hora y media de la cinta, apoyándose también en la intriga que está en la base de la historia para mantener el interés y exprimir la curiosidad del espectador, si bien se comprende desde el principio que el argumento no deja de ser una excusa para el desarrollo de la comedia en sí. De hecho, el desenlace se precipita bruscamente en un par de minutos y casi resulta decepcionante por su banalidad dentro del cúmulo de despropósitos de la historia, que parecía prometer un final menos ortodoxo.

Gil no oculta el origen teatral de la obra, que se revela en la secuencia de las escenas y las entradas y salidas de los actores de cada uno de los tres escenarios principales. No es un defecto en sí, más bien un intento de respetar el modelo original y no afecta a lo esencial del film, que se basa sobre todo en los diálogos y el enredo como base de la historia. Hay que destacar especialmente tanto los decorados como la fotografía de la cinta, que no dejan de recordarnos títulos expresionistas y ambientes del cine de terror clásico. Incluso el laboratorio del tío de Fernando nos remite lejanamente al doctor Frankenstein.

Es en el reparto donde quizá se le pueda poner un pero a esta película. En la tradición de la escuela española de interpretación, ciertamente deudora para mal del mundo del teatro, los actores principales resultan demasiado sobreactuados, en especial el protagonista, Rafael Durán, si bien casi todos los actores pecan de teatralidad. Como curiosidad, señalar que en los títulos de crédito ponen Amparito Rivelles, que no Amparo, lo que se explica porque por entonces la actriz contaba con tan sólo dieciocho años.

A pesar de los años transcurridos, y de la época en que fue hecha, Eloisa está debajo de un almendro es una buena película, esclava de su época y de nuestra idiosincrasia particular, pero con cierta frescura y descaro propios de una obra de teatro de un autor imaginativo, atrevido y original, algo sin duda a valorar como se merece.

2 comentarios:

  1. Me encanta tu blog! Yo también tengo uno donde hago críticas de las película que voy viendo. Un saludo!

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    1. Gracias por tus palabras Sara. Siempre es gratificante saber que el trabajo vale la pena.

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