El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 20 de julio de 2012

El exorcista



Dirección: William Friedkin.
Guión: William Peter Blatty (Novela: William Peter Blatty).
Música: Jack Nitzsche.
Fotografía: Owen Roizman.
Reparto: Linda Blair, Max von Sydow, Ellen Burstyn, Jason Miller, Lee J. Cobb, Kitty Winn, Jack MacGowran, Arthur Storch, Barton Heyman, Gina Petrushka.

Regan (Linda Blair), una niña de doce años, comienza a sentirse mal, por lo que su madre, Chris MacNeil (Ellen Burstyn), decide llevarla a diferentes especialistas que sin embargo no logran dar con el origen de la enfermedad de la niña. Finalmente, le sugieren a la madre que intente con un exorcismo.

El exorcista (1973) es sin duda el film de terror más famoso de la historia y todo un referente del género al que marcó para siempre. Pocas veces una producción de terror ha tenido el éxito y la repercusión de El exorcista.

La película está basada en la novela homónima de William Peter Blatty, publicada en 1972, y que se inspira en unos hechos reales ocurridos en 1949. Para el film, sólo se cambió el sexo del protagonista y la edad del mismo, de los catorce años a los doce.

Lo primero que me llama la atención de la película es que, a pesar de ser de 1973, ha resistido el paso del tiempo de un modo admirable. Aún hoy en día parece un film moderno y sigue resultando bastante sobrecogedor en muchas escenas. Es verdad que el cine de terror ha evolucionado de tal manera que hoy en día tenemos películas mucho más aterradoras y crudas, pero El exorcista mantiene aún sus grandes cualidades y sigue siendo tan válida como en su momento. Incluso a nivel de efectos especiales, campo en que los progresos han sido enormes, la película aguanta el tipo más que dignamente.

Las claves del éxito de El exorcista son varias, pero en la base está sin duda una historia que es presentada de tal modo que, creyentes o no, terminamos por creérnosla. Este es su gran acierto. Porque la mayor parte de películas de terror las vemos como exageraciones, despropósitos o paranoias sangrientas. El exorcista nos impresiona porque terminamos viviéndola casi como si afectara a un familiar.

Otro de los grandes logros de William Friedkin, ganador del Oscar al mejor director con The French Connection, contra el imperio de la droga (1971), es la perfecta dosificación del terror. Tras el prólogo de las excavaciones, lleno de insinuaciones y con un gran nivel narrativo sin apenas diálogos, la película arranca con la relación normal entre madre e hija y va subiendo de intensidad muy lentamente, pero sin pausa, de la misma manera que vemos la degradación física de Linda Blair hasta las últimas y escalofriantes escenas. El director no necesita recurrir a trucos efectistas ni los consabidos sustos tan habituales en el género. La historia es poderosa y Friedkin sabe cómo plasmarla y sacarle todo el potencial que lleva dentro sin aspavientos ni tonterías.

A la vez que Friedkin va controlando magistralmente el tiempo de la película, sabe ir creando el clima idóneo también a base de pequeños detalles que, sin embargo, resultan perfectos. Por un lado, tenemos la maravillosa Tubular Bells de Mike Oldfield, todo un lujo, y también la atmósfera que logra crear en la habitación de Regan, con una temperatura gélida que era auténtica para que se viera el aliento de los personajes. Y tenemos, como no, la famosa escena en que el padre Merrin (Max von Sydow) llega a la casa, inspirada en el cuadro L'Empire des lumières de René Magritte. Y como colofón, tenemos el aspecto de Regan, cada vez más degradado, más escalofriante y más repulsivo. Un logro sin duda de maquillaje, pero también de concepción: le ponemos voz y rostro al mal de una manera que queda ya como referente ineludible.

Y sin duda, otro de los grandes aciertos fue descubrir a la protagonista, Linda Blair, que debuta con este papel en el cine y que resulta absolutamente perfecta. Blair, de hecho, obtuvo una nominación por su trabajo que es, sin duda, el mejor de su irregular carrera y por el que será recordada para siempre. También fue un gran acierto contar con Max von Sydow, unos de esos actores que no hacen mucho ruido pero con los que siempre se puede contar. Su encarnación del padre Merrin es muy buena y sabe trasmitir en todo instante la fragilidad física del personaje de un modo absolutamente convincente. El resto del reparto, con Ellen Burstyn a la cabeza y la presencia del veterano Lee J. Cobb, creo que está correcto sin más, salvo Jason Miller en su papel de padre Damian Karras. Es el único pero que le puedo poner a la película y es que su trabajo no me gustó demasiado.

Otro aspecto interesante de El exorcista es que es algo más que un mero film para asustar. Al igual que los mejores clásicos del género, como El Doctor Frankestein (James Whale, 1931), la película plantea algo más; en este caso el debate entre ciencia y fe, si bien no es el tema principal. Pero con ello tenemos un argumento más sobre el que debatir, lo que le da cierto empaque al film. Porque El exorcista es algo más que una simple propuesta de cine de terror sin más, es un trabajo completo donde se intenta abordar el tema principal con seriedad y cierto rigor. Es por ello por lo que resulta tan inquietante también, por la sensación de verosimilitud, porque nos convence que eso puede estar sucediendo realmente.

Como no podía ser de otra manera, el éxito de la película produjo la proliferación de secuelas de mucho menor interés y calidad. Pero lo importante fue que se puso de moda la figura del niño como fuente o vehículo del mal.

Con hasta diez nominaciones a los Oscars, El exorcista se llevó dos premios menores: el Oscar al mejor guión adaptado y al mejor sonido. Pero el premio mayor se lo ha dado el paso del tiempo, que ha convertido a este film en un clásico absoluto, una referencia y el título de mejor film de terror de todos los tiempos.

2 comentarios:

  1. Esta película merece un comentario. Durante muchos años desde la adolescencia fue la película que más miedo me producía, hasta el punto que no fuí capaz de verla hasta años después. Para su momento fue un crak del suspense y del miedo. Muy bien realizada, planteada y sobre todo conseguido el objetivo. En su estilo creo que también es una obra maestra. Gracias por el comentario

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    1. El cine de terror no me gusta nada. Puede que sea el género que menos me atrae. Pero sin duda, esta película es un clásico que hay que ver, al menos una vez.

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