El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Duelo de titanes



Dirección: John Sturges.
Guión: Leon M. Uris (A partir de un artículo de George Scullin).
Música: Dimitri Tiomkin.
Fotografía: Charles Lang Jr.
Reparto: Burt Lancaster, Kirk Douglas, Rhonda Fleming, Kate Fisher, Jo Van Fleet, John Hudson, John Ireland, Lee Van Cleef, Kenneth Tobey, Earl Holliman, DeForest Kelly, Dennis Hopper, Lyle Bettger, Jack Elam, Frank Faylen.

Wyatt Earp (Burt Lancaster), sheriff de Dodge City, persigue a Ike Clanton (Lyle Bettger) y sus hermanos por robar ganado y venderlo en México. Confiando en que su viejo amigo y mentor el sheriff Wilson (Frank Faylen) haya arrestado al cuatrero, se desplaza hasta el distrito de éste para descubrir que su amigo ya no es el que era y se ha convertido en un viejo cobarde. Cuando Wyatt averigua que Clanton ha jugado a las cartas con el pistolero, jugador y ex dentista John Holliday (Kirk Douglas) decide interrogarlo, pero John se niega a decirle hacia donde iban los Clanton. Poco después, Holiday mata a un pistolero en defensa propia, pero detenido por el sheriff local y encerrado en el hotel. Cuando la muchedumbre se dirige a lincharlo, Earp lo salva, con lo que Hilliday se sentirá en deuda con él.  

La verdad es que no era un reto sencillo para John Sturges narrar de nuevo el duelo en OK Corral, tema casi mítico del western. Y no era sencillo porque inevitablemente tendría que competir con la obra maestra de John Ford sobre el mismo suceso Pasión de los fuertes (1946). Así que Sturges plantea el tema desde otro punto de vista, centrándose sobre todo en el origen y la amistad de los dos protagonistas, Wyatt Earp y John Holliday. Pero el problema es que el guión resulta un tanto confuso al intentar abarcar demasiado; la acción transcurre en diferentes ciudades, aparecen también distintos malvados, aunque alguno repite de un modo un tanto forzado, como es el caso de Ringo (John Ireland), y cuando por fin aparece en escena Ike Clanton ya es muy tarde y no adquiere el peso específico que requeriría el duelo final. Todo ello rompe un poco el ritmo, pues no resulta sencillo mantenerlo al mismo nivel a través de tantos avatares; la historia se diversifica en exceso, se pierde densidad y el film se alarga en demasía.

En cambio, la historia gana con el intento del guión de adentrarnos en las relaciones personales de los protagonistas, como por ejemplo en el caso de Holliday y su chica Kate (Jo Van Fleet), lo que me resulta a la larga lo más interesante de la película. Y es que el Duelo de titanes (1957) intenta profundizar en el lado humano de los personajes, en especial con las mujeres, angustiadas por la suerte de sus hijos o esposos. Y aunque Sturges pone todo su empeño en ello, es evidente que no llega a las profundidades y la belleza que le daba a estos momentos dramáticos John Ford. Sturges no consigue conmovernos realmente, sus intentos se quedan en la superficie. Y es que es en estos detalles donde se notan más las carencias del director, que se revela muy bueno a la hora de contarnos la historia y en especial en las escenas de acción. 

Y tampoco termino de entender muy bien al personaje de Wyatt Earp, pues durante todo el film se presenta como un tipo duro, muy seguro, capaz de hacer frente a un grupo de pendencieros desarmado y, de pronto, Sturges lo muestra suplicante y asustado pidiendo ayuda a un enfermo Holliday. Al final, el retrato de Earp, tan noble y tan perfecto, termina por resultarme menos simpático que el de Hollyday, mucho más vivo y más real, con sus demonios y sus defectos.

Estamos por tanto ante un film con elementos psicológicos, típico de la época. Por ello, tal vez, pierda un poco de frescura y sobre todo pierda escenas de acción, que prácticamente se limitan al duelo final. Pero a pesar de estos detalles que no terminaron de convencerme, Duelo de titanes es un western interesante que mantiene el típico conflicto entre el bien y el mal bastante bien definido y añade algunas notas de bienintencionada moralidad, especialmente con la figura de Billy Clanton (Dennis Hopper).

En cuanto al reparto, John Sturges tuvo la suerte de poder contar con dos pesos pesados de la época. Sin embargo, a pesar de su reputación, sigo sin tener a Burt Lancaster entre mis actores favoritos, y menos cuando se pone demasiado serio y trascendente. El problema que tengo con él es que siempre me parece que sobreactua, sus gestos me resultan forzados y su altanería algo artificial. Y encima, comparte protagonismo en esta ocasión con Kirk Douglas, un actor excelente que, desde mi punto de vista, domina en todo momento la escena. Incluso en las situaciones en que exagera, resulta creíble. Un portento. Como también me encanta la actuación de Jo Van Fleet, maravillosa en su rol de enamorada y a la vez dolida novia de Holliday.  

La puesta en escena es muy buena y me gustaron mucho tanto el vestuario (el de las mujeres especialmente) como la ambientación en general, salvando los decorados demasiado evidentes en un par de escenas. Pero lo que no me gustó nada es la canción que escuchamos en los títulos de crédito, Gunfight at the O.K. Corral,  y que se repetirá machaconamente a lo largo del film, con lo que termina por saturarnos.  

Y sin embargo, a pesar de todos los peros expuestos, no dudaría en recomendarla abiertamente. Creo que contiene la esencia de las buenas películas clásicas, está hecha con esmero y yo personalmente la prefiero a la pretenciosa y más empalagosa Los siete magníficos (1960), el film más taquillero de John Sturges.

No hay comentarios:

Publicar un comentario