El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Ojos de serpiente



Dirección: Brian De Palma.

Guión: David Koepp (basado en una historia suya y de Brian De Palma).

Música: Ryuichi Sakamoto. 

Fotografía: Stephen H. Burum. 

Reparto: Nicolas Cage, Gary Sinise, Carla Gugino, John Heard, Stan Shaw, Kevin Dunn, Michael Rispoli, Joel Fabiani.

Ricky Santoro (Nicolas Cage) es un corrupto agente de policía de Atlantic City, adicto a los sobornos y a la buena vida. Durante una velada de boxeo por el campeonato del mundo de los pesos pesados, a la acude el Secretario de Defensa de los Estados Unidos, cuya seguridad corre a cargo de su mejor amigo, el comandante Kevin Dunne (Gary Sinise), el Secretario de Defensa es asesinado. Ricky se pone al mando de la investigación para intentar ayudar a su amigo, que se autoinculpa por no haber podido proteger al secretario, pero pronto descubrirá que hay más de una persona implicada en el atentado.

La verdad es que Ojos de serpiente (1998) es uno de esos thrillers que, la primera vez que lo ves, te engancha a la pantalla desde el primer minuto y te mantiene en vilo hasta el final. Luego, en una segunda visión, cuando la sorpresa inicial ha desaparecido, te vas dando cuenta de sus limitaciones, sus pequeños defectos y su gran simplicidad. Pero aún así, la película se salva gracias, especialmente, a la sabia dirección de Brian De Palma. Es de esos films en que se nota la experiencia y la pericia del director, que es el que le aporta ese algo más que la rescata de la mediocridad.

Y es que la historia que nos cuenta Ojos de serpiente es muy sencilla y no especialmente novedosa. Tenemos al protagonista de la película que, siguiendo la moda actual, es un dechado de defectos; estamos una vez más ante el típico antihéroe. Luego, de fondo, está la conspiración para eliminar al polítco eficiente que pretende echar por tierra un proyecto que podría aportar millones de dólares a sus promotores. Se le añade un malo terrible, capaz de cualquier cosa para salirse con la suya, incluso traicionando a los suyos, protagonista incluido, y una atractiva joven metida en la trama de un modo un tanto forzado. Y con todo ello ya tenemos un argumento bastante plausible, bien engranado y que en manos de De Palma nos da para cien minutos de tensión y acción sin respiro.

Uno de los grandes aciertos de la historia es hacer que los dos personajes principales, Ricky y Kevin, sean amigos íntimos. Gracias a este truco, el sacrificio del policía corrupto adquiere mayores dimensiones y la maldad del villano es aún más patente y más odiosa. Y es que si el héroe ha de serlo venciendo grandes obstáculos, su azaña nos conmoverá más, y si el villano es especialmente malvado, es resultado será mucho mejor. Es evidente que De Palma ha sabido pulsar esta clavija con gran acierto.

Pero lo mejor es que De Palma saca petróleo de una historia muy sencillita que, tal vez, en manos menos expertas hubiera dado lugar a un thriller menos poderoso. Y es que el director, ya desde el plano secuencia inicial, nos da muestras de su capacidad para explotar al máximo las situaciones. Y luego sigue demostrándolo con la hábil manera de narrar la historia, volviendo sobre los acontecimientos para presentarlos desde diferentes puntos de vista, según sea quién cuente lo sucedido. Y además es que consigue engancharnos y mantener la tensión con este estilo tan dinámico y sin que en ningún momento nos resulte ni confuso ni cansino. Es más, disfrutamos de la recreación del atentado y casi nos sentimos Santoro, buscando pistas entre los recuerdos de los testigos y la vigilancia de las cámaras de televisión.

El único pero que le pongo a De Palma es el combate de boxeo. Me cuesta creer que se trata de un campeonato del mundo, tanto por los púgiles como por la burda manera en que está recreado el combate. Salvo este detalle, la labor del director es sobresaliente.

Sin embargo, no todo tiene este gran nivel. Como decía antes, la historia es demasiado simple, aunque resulta verosímil. Sin embargo el personaje de Julia (Carla Gugino) está metido un tanto a presión, si bien termina encajando bastante bien en la historia. Tampoco me gustó el giro final del argumento, cuando el campeón del mundo, Lincoln Tyler (Stan Shaw), se pasa "al lado oscuro". Y es que, lamentablemente, el buen arranque de la película se va deshaciendo poco a poco hasta un final menos brillante de lo esperado. El recurso a la furgoneta de policía chocando con el edificio y descubriendo a Kevin pistola en mano es una solución bastante pobre y chapucera. El colofón a todo ésto es el epílogo del film: el ascenso a los cielos de Ricky y su posterior caída, con la promesa de una bonita historia de amor con la bella Julia incluida. Sinceramente, toda esta parte está de más. Hubiera sido mucho mejor concluir con la escena de la muerte de Kevin y dejar que cada uno de los espectadores se fabricara su propio epílogo. El planteado por De Palma suena a lección de moralidad barata.

Y en cuanto a los actores, decir que Nicolas Cage me gusta bastante, aunque es cierto que al comienzo de la película está un poco sobreactuado. Por suerte, conforme avanza la historia su personaje se va haciendo más creíble y Nicolas se contiene algo más. Gary Sinise resulta también un buen villano, especialmente por esa mirada tan especial, rozando al psicópata, si bien su actuación no es nada especial. Y de Carla Gugino, pues decir que está guapísima; quizá de más, porque uno piensa que disfrazarse de rubia espectacular no es lo más inteligente para pasar desapercibida.

Así pues, Ojos de serpiente es un film que va de más a menos; arranca de un modo brillante y con una intriga muy prometedora pero poco a poco va perdiendo fuerza y va cayendo a terrenos más banales, con un argumento que se vuelve bastante previsible y, especialmente, un final y un epílogo que no eran los que se merecía el comienzo de este film. Pero aún así, creo que se trata de un thriller que funciona bastante bien y que nos hará pasar un muy buen momento de tensión e intriga.

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