El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 18 de septiembre de 2012

Esa cosa llamada amor



Dirección: Peter Bogdanovich.
Guión: Carol Heikkinen.
Música: Varios (Country).
Fotografía: Peter James.
Reparto: River Phoenix, Samantha Mathis, Sandra Bullock, Dermot Mulroney, Anthony Clark, K. T. Oslin, Webb Wilder. 

Miranda (Samantha Mathis) es una joven neoyorkina que aspira a convertirse en una cantante de country, por lo que deja Nueva York por Nashville. Allí conocerá a James (River Phoenix), Kyle (Dermot Mulroney) y Linda Lue (Sandra Bullock), que también persiguen el mismo sueño y acuden para ello al Bluebird Café en busca de una actuación el sábado por la noche.

Esa cosa llamada amor (1993) se ha hecho tristemente célebre por ser la última película de River Phoenix antes de su muerte por sobredosis. Intentando dejar este dato aparte, la película posee un cierto encanto y, sobre todo, un aire de autenticidad que se pierde un poco con el final, que me pareció poco afortunado. Pero vayamos por partes.

Esa cosa llamada amor toca un tema ya visto en otras ocasiones: la lucha por el éxito, por ver cumplidos los sueños de unos jóvenes compositores y cantantes de música country. Quizá la diferencia con otras propuestas es que Peter Bogdanovich nos ofrece una versión más modesta del sueño americano. Los protagonistas no son grandes figuras y tampoco parece, salvo quizá con la excepción de James, que ninguno de ellos llegue a alcanzar su meta. Y, sin embargo, no se percibe un drama por ello. Porque la búsqueda del sueño se va convirtiendo en un elemento más de sus vidas, tan importante como la amistad o el amor o la madurez personal. No es, por lo tanto, un film sobre ambiciones desmedidas o desilusiones truncadas por la realidad; y por ello es por lo que nos parece tan cercano, tan real. Incluso en el tema amoroso, con los dos amigos enamorados de Miranda, el director vuelve a hacer gala de contención, de buen gusto y de ausencia de dramatismos exagerados. Así que el film transcurre bastante plácidamente, como un río tranquilo, y personalmente agradezco el planteamiento.

Sin embargo, algo no termina de encajar. Y creo que lo que falla es el guión. Así, la película no consigue mantener un tono uniforme y tiene pequeños bajones. Lo mismo pasa con los diálogos, de los que uno espera siempre un poquito más y no termina de verse recompensado. Incluso el dibujo de los personajes tiene pequeñas lagunas que disminuyen un tanto el juego que hubieran podido ofrecernos.

Pero si el argumento tiene esos pequeños defectos, la parte mussical del film es sencillamente espectacular. La banda sonora, para los amantes del country y los que no, es un lujo y algunos temas resultan especialmente hermosos. La pena es que el resto de la película no alcance el nivel de la banda sonora, porque entonces estaríamos hablando de una obra maestra.

Lo que quizá me encajó algo peor fue el final. No se por qué, pero creo que a la historia, al tono general del film, le cuadraba mejor un final no tan feliz. El regreso de Miranda a Nueva York me parecía lo más acertado. El giro de su regreso, con una canción por fin preciosa, y la reconciliación final me pareció algo forzado e innecesario. Y no es que no me gusten los finales felices, que sí que me gustan, es que creo que a esta historia le venía final un pequeño desencanto como colofón.

En cuanto al reparto, me parece que los cuatro protagonistas están más que bien, además de contar con unos buenos secundarios. River Phoenix hace un buen trabajo, bastante personal, por momentos sorprendente. Y Samantha Mathis está deliciosa: es guapa, sin resultar cargante y resulta muy creíble. Lo mismo que Sandra Bullock y Dermot Mulroney. Un cuarteto de actores prometedor al que la fortuna no fue muy favorable. A la muerte de Phoenix, que había iniciado un romance con Samantha durante el rodaje de la película, siguieron unas carreras no muy brillantes para Mathis y Mulroney. Sólo Sandra Bullock tuvo una carrera con éxito, logrando el salto a la fama a partir de su siguiente film, Speed (Jan de Bont, 1994). Como curiosidad, decir que son los propios actores los que cantan en la película; incluso Sandra Bullock compuso el tema  que interpreta, Heaven Knocking on my Door. La pena es que la versión que he visto no ofrecía los subtítulos en españosl de las letras de las canciones, algo que se echaba en falta, pues completaban el argumento del film.

Esa cosa llamada amor fue el film menos taquillero de 1993. Pero que este dato no nos engañe. No es una mala película, en absoluto. Sólo por los temas musicales ya valdría la pena verla. Pero es que además nos ofrece un nuevo punto de vista sobre la persecución del sueño americano, lejos de dramatismos efectistas, y donde se sabe compaginar perfectamente la persecución del sueño por parte de los protagonistas con sus dramas personales, sus desengaños y, en definitiva, su madurez personal a través de sus luchas y fracasos. Me parece un film menor, pero consecuente, serio, con pequeños momentos brillantes y que nos engancha dentro de su sencillez.

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