El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Hard Candy



Dirección: David Slade.
Guión: Brian Nelson.
Música: Harry Escott, Molly Nyman.
Fotografía: Jo Willems.
Reparto: Patrick Wilson, Ellen Page, Sandra Oh, Jennifer Holmes, Gilbert John.

Jeff (Patrick Wilson), un fotógrafo de treinta y dos años años, y Hayley (Ellen Page), una adolescente de catorce, llevan varias semanas chateando por internet hasta que un día deciden conocerse en persona. Tras encontrarse en una cafetería, Hayley le propone a Jeff ir a su casa.

Curioso, original e intenso thriller cuya principal virtud es mantener el interés y la tensión con el mínimo de elementos posibles: dos protagonistas y un único escenario. Para ello, Hard Candy (2005) cuenta con un bien hilvanado guión que juega al despiste, pero sin engaños ni trucos fáciles, lo cuál es muy gratificante, en torno a la verdadera personalidad de los protagonistas, mantiendo el juego de equívocos y las dudas a cerca de quién es quién, de cuál de los dos es el verdadero psicópata y cuál la víctima.

La historia de Hard Candy (término inglés de internet para referirse a las adolescentes) es la de un encuentro no tan casual como podríamos pensar. Hayley no es la inocente adolescente encandilada por un seductor que busca una cita con ella, que es lo primero que podríamos deducir. Sin embargo, en un giro inesperado, Hayley droga a Jeff y lo ata, empezando lo que parece ser un macabro juego de una chiflada que acusa a Jeff de pedófilo, primero, y de haber matado a una adolescente después. Sin embargo, el guión evita darnos más pistas. Puede ser que Hayley tenga razón, pero también que Jeff sea inocente, como jura una y mil veces, y no sea más que una víctima de una perturbada. He aquí la clave de la historia, lo que nos mantiene a la expectativa. Se inicia así el núcleo central de la película, con un apasionante duelo de personalidades, de amenazas, de acusaciones por parte de una joven que ha perdido ya por completo la inocencia de las primeras escenas para convertirse en un ángel de la muerte.

Y llegados a este punto hay que reseñar que el trabajo de Ellen Page es magnífico. Cuando rodó el film tenía en realidad dieciocho años, pero su aspecto infantíl le permite encarnar con total credibilidad a una joven de catorce. Su trabajo es convincente, cautivador y aterrador. Excelente. En cuanto a Patrick Wilson, tampoco podemos poner un pero a su trabajo. Gracias a ambos el drama resulta en todo momento apasionante.

Sin embargo, no todo en Hard Candy me convenció tanto como el trabajo de los actores. Para empezar, el estilo visual de David Slade no me gustó demasiado. El hecho de que provenga del mundo del videoclip podría explicar ese discutible gusto por una movilidad de la cámara un tanto excesiva o el jugar con primeros planos que roban el aire a la escena y resultan, cuando menos, antinaturales. Personalmente me costó acostumbrarme a esa estética tan peculiar, que me resultó artificial, forzada y un tanto pretenciosa. Al final, tal vez por la fuerza de la historia o porque ya te vas haciendo al estilo de Slade, uno deja de fijarse tanto en la estética para intentar centrarse en la historia.

En cuanto al argumento, la verdad es que Hardy Candy requiere de nuestra parte un esfuerzo para que resulte del todo creíble. Por meras cuestiones físicas, no es muy plausible que la frágil Hayley pueda con un peso muerto como el cuerpo dormido de Jeff. Y ésto es sólo un pequeño detalle del ejercicio de credulidad a que nos obliga el argumento del film. Y es que lo que me resultaba más complicado de aceptar es que una chica de catorce años pudiera ser tan cruel, tan fría, tan calculadora; pero para complicarlo todo aún más, el argumento nos oculta durante mucho rato los verdaderos motivos que empujan a Hayley a vengarse de Jeff, con lo que su actitud aún nos confunde más. Sin duda la idea es hacernos dudar de su salud mental, pero no sé si eso termina de funcionar del todo. Y es que tal y como está presentada la película, sin duda con la intención de matenernos despistados el mayor tiempo posible, Jeff es la víctima inocente, al menos hasta bien entrada la película. Y ese es un error muy grave: al percibir desde le principio a Jeff como la víctima, al no conocer el porqué de la venganza de Hayley, tendemos a ponernos instintivamente de parte de Jeff, apiadándonos de su sufrimiento y llegando a detestar la crueldad de la joven. Cuando al final las tornas dan la vuelta creo que ya es demasiado tarde; Hayley ha hecho méritos suficientes para que la detestemos y como no hemos visto jamás a Jeff haciendo nada de lo que se le acusa, no terminamos de asumir su culpa y mucho menos comprendemos que la tortura a la que fue sometido le empuje a suicidarse. Sinceramente, toda la historia me parece cogida con alfileres.

Sin embargo, dado que David Slade nos ha hecho pasar un buen rato de angustia, incertidumbre, tensión y hasta miedo, uno acaba por hacer balance y concluir que Hardy Candy tiene suficientes méritos como para merecer nuestra aprobación final. Su original planteamiento, su guión un tanto impredecible, su honestidad dentro del juego al que nos somete merecen que le demos el visto bueno.

2 comentarios:

  1. Así es, sin duda se merece un aprobado y personalmente le pondría una buena nota porque me parece una película con una historia muy original y muy arriesgada; con un tono así rollo Funny Games (por encima). Aparte será el morbo pero siempre que habló con alguien de este film siempre se comenta la misma escena y simplemente, el hecho de que una peli independiente, que normalmente pasan sin pena ni gloria, se recuerde aunque sea por la macabra secuencia, creo que es positivo. Aún así lo clavas cuando dices que se requiere un esfuerzo para que todo resulte creíble, no se podía haber dicho mejor, pero cuando ves tantas películas de los 80 y eres fan de aquella década como yo, ese esfuerzo se deriva en un movimiento involuntario como el respirar XD. Un saludo, buena crítica!!

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  2. Muchas gracias por tu opinión. Un saludo.

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