El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Suavemente me mata



Dirección: Chen Kaige.
Guión: Kara Lindstrom (Novela: Nicci French).
Música: Patrick Doyle.
Fotografía: Michael Coulter.
Reparto: Heather Graham, Joseph Fiennes, Natascha McElhone, Ulrich Thomsen, Ian Hart, Helen Grace, Jason Hughes, Kika Markham, Ronan Vibert.

Alice (Heather Graham) lleva una vida tranquila y ordenada. Tiene un buen trabajo y convive con un hombre con el que mantiene una relación estable y feliz. Pero un día se cruza en la calle con Adam Tallis (Joseph Fiennes), un atractivo joven que no es capaz de sacarse de su cabeza. Atraída por él, sale a buscarlo.

Suavemente me mata (2002) va de thriller erótico; así al menos parece que intentan venderlo. La verdad, no hay mayor mentira: ni es erótico y mucho menos es un thriller.

Empezemos por partes. No sé que problemas tiene Hollywood con el sexo, pero las películas más conocidas que abordan el tema de un modo más o menos explícito siempre tienen una lección amarga que enseñarnos. Me vienen a la cabeza a bote pronto Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987), Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992), por cierto, ambas protagonizadas por Michael Douglas, o 9 semanas y media (Adrian Lyne, 1986). Sin embargo, cuando se trata de un justiciero que va sembrando el camino de muertos, siempre es presentado como un héroe. En fin, algunas cosas no tienen mucho sentido: el sexo es placentero y gratificante y matar no sólo es un pecado, sino que me resulta repugnante la violencia gratuita. Pero el puritanismo mal entendido tiene estas cosas.

Y como decía antes, me cuesta considerar erótica una película como Suavemente me mata. Es cierto que la primera parte del film contiene algunos encuentros sexuales entre los protagonistas, pero en pleno siglo XXI resulta sorprendente pensar que podemos sonrojarnos con tan poca cosa. Personalmente, la proliferación de jadeos de Heather Graham y Joseph Fiennes me dejó bastante indiferente. Sin embargo, ese es uno de los ganchos del film para intentar atraer al público a las salas de cine: un juego muy vistoso de luces y sombras, velas, pañuelos de seda y pasiones incontrolables. Todo, eso sí, bastante controlado, dejando ver lo justito e insinuando más que otra cosa.

Todo ello durante la primera parte de la película. A modo de introducción o presentación. Luego, en teoría, viene el castigo a tanto pecado o a tanta imprudencia. Una mujer que decide acostarse con el primer desconocido que le resulta atractivo ha de atenerse a las consecuencias. Y éstas toman forma en un pasado misterioso, dos mujeres muertas en extrañas circunstancias, un armario con un candado... el guión empieza a desplegar indicios, a insinuar misterios, a sembrar dudas en la mente de la pobre Alice intentando contagiarnos del misterio en torno al pasado de su marido. Sin embargo, el misterio no está bien planteado. Para empezar, nada apunta a que Adam sea especialmente peligroso. Es verdad que el guión intenta mostrarlo como alguien inquietante, pero al menos yo no llegué a percibirlo como alguien especialmente peligroso hacia su esposa y mucho menos como un asesino, conclusión a la que llega de repente Alice basándose en no sé que conjeturas traídas por los pelos.

Y a partir de aquí la cosa se desboca irremediablemente al absurdo más asombroso. Alice huye aterrada cuando su marido dice que no puede vivir sin ella, sospecha de unas terribles muertes y va a confesar sus temores ¡a su cuñada! Y en el colmo del despropósito, resulta que ésta, Deborah (Natasha McElhone), es la verdadera malvada de la historia. He visto muchos thrillers absurdos, tramposos y falsos, pero éste sin duda se merece un lugar de honor entre ellos. El final es tan ridículo, tan precipitado y absurdo que nos quedamos un rato mirando incrédulos la pantalla, buscando algo que justifique mínimamente tal desaguisado.

En cuanto al reparto, supongo que Heather Graham tendrá sus admiradores, pero personalmente no la encuentro demasiado atractiva. Su personaje tampoco me resultó demasiado convincente, tal vez por la manía de algunos guionistas de presentar a las mujeres apasionadas como un tanto infantiles, inseguras o sumisas. Joseph Fiennes, por el contrario, creo que da más el tipo que dibuja el guión: atractivo, musculoso, fuerte, arrogante y con una mirada que puede resultar muy intimidante. Lástima que preste su talento a un papel tan ridículo. Natasha McElhone sí que me resultó mucho más espectacular que Heather y también con una presencia más rotunda en la pantalla. Como sus dos compañeros de reparto, ha de prestar su rostro a un personaje tramposo que nadie se puede creer.

Y para redondear el pastel, tenemos a un director que basa todo el misterio en un ritmo parsimonioso y una banda sonora demasiado convencional (la musiquilla que acompaña las escenas sexuales es tan cargante como estereotipada) que hacen de la película una especie de prueba de resistencia para nuestra paciencia, especialmente pasada la introducción y cuando el argumento ha de afrontar la parte de intriga, que es donde más falla toda la historia y la lentitud y las escenas intrascendentes se hacen interminables.

Resumiendo, la película es una sublime tontería: tramposa, efectista y hueca.

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