El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 4 de agosto de 2017

El fantasma y la señora Muir



Dirección: Joseph L. Mankiewicz.
Guión: Philip Dunne (Novela: R.A. Dick).
Música: Bernard Herrmann.
Fotografía: Charles Lang Jr.
Reparto: Gene Tierney, Rex Harrison, George Sanders, Edna Best, Vanessa Brown, Anna Lee, Robert Coote, Natalie Wood.

Lucy Muir (Gene Tierney), una joven viuda, decide marcharse del hogar de su difunto marido, escapando de su suegra y su cuñada, y buscar una casa cerca del mar. Cuando encuentra la casa de su sueños, decide alquilarla, a pesar de las advertencias de la presencia en ella del fantasma de su antiguo dueño.

Cuando tengo el placer de disfrutar de una película como El fantasma y la señora Muir (1947) siento algo de pena al ver en qué se ha convertido en la actualidad la industria del cine. Afortunadamente, el cine clásico nos permite poder disfrutar de un cine ya perdido para siempre, pero  que aún posee la fuerza y la belleza del trabajo bien hecho.

La película es una hermosa historia de amor imposible, un cuento enternecedor, terriblemente romántico, que nos habla del destino, de la ilusión, del poder de los sueños y de la inmortalidad del alma. Casi nada.

Lucy, viuda y con una hija pequeña a su cargo (Natalie Wood), es una mujer valiente y decidida, que quiere tomar las riendas de su vida sin depender de nada ni de nadie. Y cuando busca un lugar en el que vivir, cerca del mar, se enamorará de "La Gaviota", a pesar de ser una casa encantada. Aquí comienza la parte mágica de la película, pues Lucy siente que, de alguna extraña manera, debía vivir en esa casa, como si "La Gaviota" le pidiera que la salvara de su soledad. Y su obstinación por permanecer ahí la lleva a enfrentarse al fantasma del capitán Gregg (Rex Harrison), empeñado en ahuyentarla. Lo que mal empieza, sin embargo, deriva pronto en una curiosa amistad entre esa mujer solitaria y el fantasma.

Lo maravilloso es que la historia está contada con tal inteligencia y elegancia que se acepta lo irreal del argumento con total naturalidad. Y de la amistad al amor; no declarado, íntimo, en una de las historias románticas más maravillosas, originales y sencillas que se puedan contemplar.

Mankiewicz, apoyado en un guión excelente, plagado de diálogos memorables y escenas para enmarcar, demuestra su elegancia, su estilo directo, sencillo, donde todo fluye con naturalidad, aún cuando lo que veamos sea un cuento fantástico. Pero en el fondo, se trata de una historia de amor, aunque sea con una persona que ha fallecido. Se trata, por lo tanto, de un amor imposible. Y Gregg así lo siente cuando Lucy se enamora al fin de alguien de verdad. Entonces Gregg se marcha de su vida, renunciando a algo que, por el momento, no puede ser.  Por ahora..., nada más. Porque el amor verdadero es eterno. Así que cuando Lucy muere, ya anciana, el capitán regresa para, al fin, vivir ese amor por toda la eternidad.

Para dar vida a los protagonistas de esta maravillosa historia, Mankiewicz cuenta con la hermosa Gene Tierney, para muchos el rostro más bello que ha aparecido en la pantalla, y un genial Rex Harrison, un excelente actor sin grandes logros en el cine y que quizá aquí tiene su papel más bonito, junto al del profesor Higgins de My Fair Lady (George Cukor, 1964).

El fantasma y la señora Muir es una película deliciosa, poética incluso, que nos reconcilia con el cine romántico de calidad y con el placer de disfrutar de una historia bien contada, cuidada y maravillosamente fantástica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario