El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 7 de agosto de 2017

Ocho sentencias de muerte



Dirección: Robert Hamer.
Guión: Robert Hamer y John Dighton (Novela: Roy Horniman).
Música: W.A. Mozart.
Fotografía: Douglas Slocombe.
Reparto: Dennis Price, Valerie Hobson, Joan Greenwood, Alec Guinness, Audrey Fildes, Miles Malleson, Clive Morton, John Penrose, Cecil Ramage, Hugh Griffith.

El joven Louis Mazzini (Dennis Price) decide vengar a su madre el día de su muerte, tras haber sufrido toda su vida el desprecio de su noble familia por haberse casado por amor en contra de sus deseos. Uno tras otro, Louis se irá deshaciendo de todos los que le preceden en la línea sucesoria del título ducal.

Tras la Segunda Guerra Mundial, el cine británico renació de la mano de grandes cineastas (Carol Reed y David Lean) y también con las producciones de los estudios Ealing, nombre legendario en la historia del cine. De estos estudios saldría esta comedia negra, Ocho sentencias de muerte (1949), que podemos situar sin ninguna duda entre las mejores de todo el cine británico.

Ocho sentencias de muerte es un film tremendamente irreverente, amoral y muy divertido, con unos diálogos impagables y donde se hace un análisis implacable de la sociedad de principios del siglo XX, poniendo en evidencia sus míseras reglas sociales, con sus graves consecuencias para el individuo, especialmente para la mujer, referentes a todos los aspectos de la vida: matrimonio, posición social, trabajo, aspiraciones, herencia, religión y hasta la muerte. Nada se escapa al agudo análisis y precisa crítica de un guión cargado de maldad y también de lucidez a la hora de analizar las lacras sociales. Y lo mejor de todo es que la historia derrocha un humor sumamente inteligente y muy, muy negro que nos sorprende a cada instante.

A través de sus memorias, escritas mientras espera ser ejecutado, Louis Mazzini, genialmente interpretado por Dennis Price, nos cuenta en flashback la historia de su vida, narrando en primera persona los principales acontecimientos y el porqué se encuentra a punto de morir. Lejos de ser un inconveniente, esta elección narrativa aporta sin duda un punto elegante y un toque pedante que cuadran perfectamente con la historia. Además, nos sirve también para conocer de primera mano la curiosa personalidad de Louis, un tipo egoísta y sin escrúpulos que asume su tarea como algo casi noble, justificado y obligatorio.

A destacar la presencia de Alec Guinness que da vida, en un prodigio de caracterizaciones, a los ocho primos de Louis que irán muriendo en su macabro plan para heredar el título nobiliario familiar. Ocho personajes grotescos todo ellos a los que da vida con su maravilloso talento.

Sin duda alguna, estamos ante una pequeña obra de arte, la cumbre del humor negro. Un film maravilloso que se mantiene a lo largo del tiempo como una de las mejores comedias del cine británico de todos los tiempos.

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