El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 7 de octubre de 2017

Planeta prohibido



Dirección: Fred M. Wilcox.
Guión: Cyril Hume (Historia: Irving Block y Allen Adler).
Música: Bebe Barron y Louis Barron.
Fotografía: George J. Folsey.
Reparto: Walter Pidgeon, Anne Francis, Leslie Nielsen, Wareen Stevens, Jack Kelly, Richard Anderson, Earl Holliman, George Wallace.

Una nave espacial sale de la tierra en el siglo XXIII con destino a Altair IV, un remoto planeta a dieciséis años luz, para investigar cómo se encuentra la expedición científica enviada allí veinte años antes. Al llegar a Altair IV descubren que solo han sobrevivido el profesor Morbius (Walter Pidgeon) y su hija Altaira (Anne Francis).

Planeta prohibido (1956) es uno de esos títulos míticos de la historia del cine, más en concreto del cine de ciencia-ficción que, visto hoy en día, no deja de sacarnos unas cuantas carcajadas fruto de una pretendida seriedad en el planteamiento al que el paso del tiempo ha dejado en poca cosa. Al menos en el plano visual.

La película intenta ser un reflexión seria sobre los peligros de la ambición humana en cuanto a desarrollo tecnológico y mental, con lo que no dista demasiado del espíritu que impregnaba otras películas como las de Frankestein. Y es que el cine de ciencia-ficción siempre se ha caracterizado por encarnar una especie de advertencia casi bíblica, en la línea del castigo divido contra Adán y Eva, contra los peligros y maldades de la raza humana. Pero a día de hoy, estas buenas intenciones pierden gran parte de su fuerza por la evidente ingenuidad del planteamiento de Irving Block y Allen Adler, que basaron su guión en La tempestad, de William Shakespeare.

Y si el guión parece en la actualidad algo ingenuo, también se debe a las limitaciones técnicas de la película, con unos efectos especiales muy superados, una puesta en escena tan artificiosa como cutre y un reparto de serie B con evidentes carencias. Si a ello le añadimos una banda sonora electrónica un tanto machacona y una dirección bastante pobre, el resultado es un film muy limitado que nos engancha más por lo curioso y anticuado que por auténticas virtudes objetivas.

Y sin embargo, por encima de todo ello, Planeta prohibido es un film único por lo que ha aportado al género de la ciencia-ficción. Por ejemplo, su banda sonora es, para la época, sin duda muy novedosa y aportaba un aire moderno que ha dejado su huella en sucesivas películas del género. Lo mismo que la curiosa presencia del robot Robby, aún a día de hoy entrañable, y que ha aparecido en otras películas y series posteriores además de inspirar versiones más modernas del mismo, como en la mítica Guerra de las Galaxias. Además, la película ha servido de inspiración a sagas como Star Trek o la serie Perdidos en el espacio.

En consecuencia, Planeta prohibido es de esas películas que trascienden su propia entidad y pasan a formar parte de la evolución de un género siempre innovador que, con más o menos acierto, ha intentado adivinar y adelantar el futuro de la humanidad, generalmente con premoniciones catastrofistas y advertencias terribles.

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